El pentecostalismo arribó a Brasil en 1910 con la llegada de los evangelistas suecos Gunnar Vingren y Daniel Berg, y del italiano Luigi Francescon, como explica el sociólogo e investigador Paul Freston: “Los tres se convirtieron en Estados Unidos y vinieron más o menos en la misma época. Los dos suecos llegaron a Belén y empezaron a frecuentar una iglesia bautista, donde quisieron predicar doctrinas pentecostales hasta que fueron expulsados y fundaron lo que se convertiría después en la Asamblea de Dios. Y en San Pablo, en el barrio de Brás, un italiano fundó lo que vendría a ser la Congregación Cristiana”.

Un tiempo después, en la década de 1950, el país recibió una nueva oleada de pentecostales que, según Freston, procedía de la Iglesia Cristiana Cuadrangular norteamericana. Uno de los fieles sería Manoel de Melo, el primer brasileño que fundó una iglesia importante, la Brasil para Cristo, en 1955. “Desde entonces, todas las iglesias fueron fundadas por brasileños: David Miranda, con Dios es Amor; Edir Macedo, a finales de los años 70, con la Iglesia Universal; R.R. Soares, en 1980, con la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios; Valdemiro Santiago, con la Iglesia Mundial del Poder de Dios”.

El sociólogo explica que la diferencia más importante entre las iglesias históricas y las pentecostales es la creencia en los dones del Espíritu Santo. “Hablar en lenguas, curar, exorcizar, hacer profecías son características de las iglesias pentecostales. Por ser una forma más entusiasta de la religiosidad, dependen menos de un discurso racional, elaborado; uno puede no saber leer o escribir, puede ser alguien que no osaría hacer un discurso articulado en público, pero, bajo la influencia del Espíritu, uno habla . Por eso, se puede decir que la iglesia pentecostal también tiene el poder de invertir las jerarquías sociales”. Y destaca: “Por estar más cerca de la cultura del espectáculo y ser menos litúrgica, también es la iglesia pentecostal la que se lleva con los medios”.

Las iglesias neopentecostales, como la Iglesia Universal del Reino de Dios, la Renacer en Cristo, la Bola de Nieve y la Iglesia Mundial del Poder de Dios, que llegarían luego y son conocidas como “la tercera ola” del evangelismo, son caracterizadas por el investigador Ricardo Mariano (en su artículo “Guerra espiritual”) por su énfasis espiritual en la guerra contra el diablo y sus representantes terrenos, la difusión de la teología de la prosperidad y el abandono de los usos y costumbres puritanos de la santidad.

El senador Magno Malta durante la sesión final del impeachment a Dilma Rousseff. Foto: Fabio Rodrigues Pozzebom, agência Brasil (archivo, agosto de 2016)

El senador Magno Malta durante la sesión final del impeachment a Dilma Rousseff. Foto: Fabio Rodrigues Pozzebom, agência Brasil (archivo, agosto de 2016)

Pastores televisivos

El primer programa televisivo evangélico hecho por brasileños, según la investigadora Larissa Preuss —autora de la tesis “Las telerreligiones en el telespacio público: el programa Victoria en Cristo y la estrategia de mezclar evangelización y preparación política”—, fue Fe para hoy, de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en la década de 1970. “Ya en los años 80 hubo una embestida de pastores electrónicos de Estados Unidos, y algunos investigadores dicen que era parte de una estrategia del gobierno estadounidense para frenar un poco el socialismo que crecía en América del Sur. R.R. Soares es el pentecostal más antiguo en la televisión, pues está desde finales de la década de 1970, y Silas Malafaia estrenó su programa en 1982”.

Paul Freston dice que los medios fueron rápidamente adoptados por el pentecostalismo. La combinación habría funcionado porque, mientras las iglesias protestantes históricas hacen más énfasis en la palabra, en los libros, las pentecostales se identifican con la cultura del cine, la radio y el espectáculo. “En Estados Unidos utilizan la radio desde 1922. En Brasil, desde la década de 1940. El primer intento de usar la televisión en realidad fue en 1950, pero no funcionó porque todavía no era un medio de masas. Su uso masivo explotó en los años 80”.

Sin duda, la adquisición de la Red Record de televisión y radio por parte de la Iglesia Universal, en 1989, profundizó la relación entre religión y comunicación de masas. Para realizar el negocio —45 millones de dólares— la iglesia no escatimó esfuerzos, explica Ricardo Mariano en el libro Neopentecostais: sociologia do novo pentecostalismo no Brasil: “Para comprar esta red de televisión, tradicional, pero decadente y virtualmente fallida —con una deuda en el rango de los 300 millones de dólares, que posteriormente le fue quitada—, la dirección de la Iglesia Universal, que se ocultó tras testaferros, no midió esfuerzos, o mejor dicho, sacrificios. Realizó la campaña ‘Sacrificio de Isaac’, en la que sus pastores donaron cinco salarios mensuales, coches, casas y apartamentos. Con el mismo espíritu de renuncia y despojamiento, fieles de todo el país fueron convocados a sacrificarse y donar, además de diezmos y ofrendas, joyas, ahorros y propiedades”.

Magali Cunha, profesora de la Universidad Metodista de San Pablo, recuerda que hasta hace poco la participación de los evangélicos en los medios tenía objetivos más vinculados con la religión, pero que esto fue cambiando a lo largo de los años, acompañando la creciente participación de las iglesias en la política nacional: “Antes los programas predicaban la curación, hacían oraciones, pedían donaciones, etcétera. Desde 2010, estos personajes mediáticos comenzaron a incluir más claramente líneas políticas en sus programas. Silas Malafaia es quien lo impulsa con fuerza y se coloca como referencia política. Así lo considera la propia bancada evangélica. La gente de la Iglesia Universal también, claro. Y hoy percibimos un activismo fuerte en las redes sociales. El propio Malafaia tiene más de un millón de seguidores en Twitter”. Una rápida lectura de la cuenta de este pastor confirma lo que dice la profesora: en unos pocos caracteres se discuten asuntos relacionados con política institucional, cuestiones de género en la escuela y hasta arte y sexualidad.

Pastor de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo, Malafaia también tuvo una gran importancia durante la campaña de Marina Silva a la presidencia en 2014. Después de que tildó al programa de gobierno de la candidata de “basura moral [...] para favorecer la causa gay”, Silva retiró del plan de gobierno compromisos con la comunidad LGBTQ y fue duramente criticada por la porción más progresista de sus votantes. En una entrevista de 2014 Malafaia me dijo que no pretendía postularse a ningún cargo político, a pesar de que ya había recibido innumerables invitaciones, porque desde afuera conseguía ejercer su influencia de forma más libre: “Los partidos son parte de la sociedad. Cuando entro en un partido, soy parte de él. Hoy soy de todos. Apoyo a quien quiero, no tengo vínculo con ningún partido. No voy a renunciar a ejercer influencia. Nunca”. Al preguntarle si los partidos lo asediaban mucho, respondió: “¡Pff! Mi hermano [el diputado federal Samuel Malafaia, del partido Demócratas] fue el tercer diputado más votado, con 135.000 votos, y en sus listas estaba mi imagen. He ayudado a elegir tres [diputados] federales en Río de Janeiro. Fui el único, en la elección de concejales en Río, que llevó votos a otros. Nadie logró esto, ni siquiera Wagner Montes [conductor radial afiliado al Partido Republicano Brasileño] pudo hacer que su hijo resultara concejal. Yo tomé a un joven de mi iglesia, un total desconocido, y resultó ser el séptimo más votado en la ciudad. Quiero ejercer influencia, y es lo que hago. Soy pastor desde hace 35 años, y hace 30 que marco posición. Ahora, con el crecimiento de los evangélicos, estoy apareciendo en los medios. No soy el pastor más influyente ni el dueño de la verdad, pero tengo cierta influencia”.

Eduardo Cunha, ex presidente de la Cámara de Diputados de Brasil. Foto: Fabio Rodrigues Pozzebom, Agência Brasil (archivo, setiembre de 2016)

Eduardo Cunha, ex presidente de la Cámara de Diputados de Brasil. Foto: Fabio Rodrigues Pozzebom, Agência Brasil (archivo, setiembre de 2016)

Sin embargo, no fue sólo con su imagen que Malafaia ayudó a candidatos. La encuesta sobre las financiaciones de campaña de los integrantes del Frente Parlamentario Evangélico, hecha para esta publicación, muestra que el diputado Sóstenes Cavalcante (del partido Demócratas), apadrinado por el pastor, recibió 100.000 reales en donaciones de la editora Central Gospel, propiedad de Malafaia, y más de 53.000 reales de una empresa creada especialmente por el hermano del pastor para recibir dinero durante la campaña.

Suzy dos Santos, investigadora y profesora de la Universidad Federal de Río de Janeiro, afirma que los pastores televisivos, los parlamentarios y las iglesias se relacionan de forma bastante lucrativa para todas las partes, y señala que casi un tercio de las concesiones de televisión en Brasil pertenecen a emisoras religiosas. “Hay informes históricos de diputados que facilitan el trámite de otorgamiento a las iglesias, y hay un montón de canales conectados a asuntos religiosos. Haciendo una comparación, si hubiera la misma cantidad de canales sindicales, por ejemplo, ciertamente sería un problema para la democracia, pero como son canales de religiones no se habla del asunto. El proceso de otorgamiento es largo, hay licitaciones, etcétera. Pasa por el Congreso Nacional, es decir, por redes de clientelismo. La comisión que analiza los procesos de concesión está llena de personas que serán beneficiadas en el proceso. Esa distribución siempre estuvo vinculada a intereses políticos, desde el gobierno de José Sarney. Las concesiones siempre se utilizaron como moneda de cambio”.

El cambio reciente más relevante en este sentido, según la profesora, se produjo por medio de la medida provisional 747, sancionada en el gobierno de Michel Temer en marzo de 2017. “La llamaron ‘medida desburocratizadora’, porque las concesiones de radio y televisión pasaron a ser renovadas casi automáticamente. Esto empeora la situación, porque ya no es necesario comprobar los servicios ni cumplir los criterios establecidos, que antes podrían ser una barrera para la renovación”. Suzy dos Santos se refiere al texto de la ley, que contenía la previsión del cumplimiento de “todas las obligaciones legales y contractuales” y la atención “al interés público” como requisitos para el derecho a la renovación de las concesiones, lo que fue quitado de la nueva versión. “En la Comisión de Ciencia y Tecnología hay gran cantidad de pastores. Todos los candidatos vinculados a la Iglesia Universal formaron parte de la comisión”.

En su libro Neopentecostais..., Ricardo Mariano afirma: “Al sustituir la vieja máxima de ‘el creyente no se mete en política’ por proyectos eclesiásticos corporativistas basados en el lema ‘hermano vota a hermano’, entraron de ‘cuerpo y alma’ en el juego político. Ávidamente cortejados y asediados por partidos y candidatos, varios de esos ‘hermanos’ pasaron a cambiar votos y apoyo electoral por cargos, recursos, favores y concesiones —siempre públicas— de todo tipo”.

Hermano vota a hermano

La iglesia pentecostal comenzó a involucrarse en la política brasileña en la década de 1960 a través de la denominación O Brasil para Cristo, que eligió a un diputado federal en 1961 y uno estatal en 1966. Sin embargo, la iglesia sólo volvería a elegir candidatos en la década de 1980, como explica Paul Freston: “La mayor participación vino en 1986, al final del régimen militar, con la Asamblea Constituyente. La Asamblea de Dios fue inicialmente el motor de esto, y se organizó desde la cúpula para tener un candidato oficial, un diputado en cada estado. Se organizaban e intentaban presentar a ese candidato en las iglesias, donde pedían que votaran por él. Esto es lo que dio origen a la bancada evangélica, fue la primera vez que se habló de ello. La gran novedad es que la mayoría era pentecostal”.

Los pentecostales despegaron en la política con la Iglesia Universal del Reino de Dios, que creó un plan político más definido dentro de la institución, según Bruna Suruagy: “A principios de la década de 1990 la Iglesia Universal comenzó a actuar con un plan político estructurado”, explica. En su investigación, Suruagy encontró un esquema del plano político de la iglesia. “La cúpula, formada por un consejo de obispos de confianza de Edir Macedo, señala los candidatos en un procedimiento absolutamente verticalizado, sin participación de la comunidad. Los criterios para la elección de estos candidatos, de manera general, se basan en un cierto censo del número de electores en cada iglesia o cada distrito. Cada templo, cada región tiene sólo dos candidatos, que serían el candidato federal y el estatal. La iglesia desarrolló una racionalidad electoral a partir de la distribución geográfica y partidaria de los candidatos. Esto ha cambiado un poco ahora porque existe un partido de la Iglesia Universal, el Partido Republicano de Brasil, que se vuelve cada vez más fuerte en el Congreso”, explica, destacando también la importancia de los medios religiosos como interfaz entre la iglesia y la política.

Anthony Garotinho, diputado del Partido Republicano Brasileño. Foto: Renato Araujo, Agência Brasil (archivo, julio de 2011)

Anthony Garotinho, diputado del Partido Republicano Brasileño. Foto: Renato Araujo, Agência Brasil (archivo, julio de 2011)

También según Bruna Suruagy, la Iglesia Universal se ha vuelto un modelo para otras iglesias brasileñas, porque en cada período ha habido un aumento significativo en el número de parlamentarios vinculados a la denominación. La profesora explica que ello no significa que el funcionamiento de la Asamblea de Dios como institución, por ejemplo, sea similar al de la Iglesia Universal. “Asamblea de Dios es una iglesia con muchas disidencias y divisiones internas, por lo que no es posible establecer jerárquicamente los candidatos oficiales. Las iglesias tienen fuertes liderazgos regionales y cierta fragilidad desde el punto de vista nacional. La sede no tiene tanta fuerza, y por eso ellos crean elecciones previas. Las personas se presentan de manera voluntaria o son llevadas por la propia iglesia, y aún circula la idea de que algunos son señalados por Dios, porque movilizan grandes multitudes —o las contagian, como decía Freud—, lo que también termina siendo un criterio. Así, hay una lista y después una preselección que pasa por un consejo de pastores, eso en cada ministerio. Es interesante que los que desean candidatearse firman un documento comprometiéndose a, en caso de no ser elegidos, apoyar al candidato oficial, para evitar candidaturas independientes y mantener la fidelidad que tienen hacia la Iglesia Universal”.

Este sistema de selección de candidatos es confirmado por el pastor y psicoanalista Caio Fábio, líder de la iglesia Camino de Gracia: “La mayoría de los políticos que tenemos hoy fueron producidos en cuna pentecostal. Por lo tanto, nacen del único poder que habita ese ambiente, que es el del carisma personal y no tiene absolutamente nada que ver con la inteligencia, la formación o la cultura; por carisma se entiende la capacidad de comunicación popular intensa, tanto más poderosa cuanto menos escrupulosa sea. Son en general pastores, obispos y apóstoles. La Universal es un caso aparte, así como las iglesias neopentecostales, que son posmacedianas, porque allí el proyecto político es totalitario: la determinación de quién es y quién no es candidato viene de Macedo”, critica. “Las iglesias reformadas [también conocidas como protestantes históricas] son democrático-representativas. Cada cinco años, como máximo, hay una elección de pastores. Las episcopales son más bien por sucesión: hay indicación del obispo y, si los demás la acogen, se confirma. En las pentecostales, los pastores van colocando a sus hijos en la línea sucesoria en la iglesia y la política. Así sucedió con Malafaia, por ejemplo. Su padre era pastor y su hijo también lo es. Los protestantes históricos son más silenciosos, pero no quiere decir que no sean homofóbicos, por ejemplo. Bolsonaro frecuenta una iglesia bautista y es... ¡Bolsonaro!”.

Freston, por su parte, no ve influencia en la política brasileña del modelo norteamericano y su “cinturón bíblico” (región formada por estados dominados por un protestantismo conservador y a veces fundamentalista). Para él, el crecimiento de la bancada evangélica tiene más que ver con el modelo político brasileño. “Cuando la prensa y los académicos comenzaron a notar la presencia de los pentecostales en la política, hubo algunas interpretaciones de que eran una copia de lo que pasaba en Estados Unidos, donde ya existía la derecha cristiana, pero a mí siempre me pareció que esto tiene mucho más que ver con las peculiaridades del sistema electoral brasileño. Porque el crecimiento pentecostal se da en varios países del mundo, en toda América Latina, en muchos lugares de África, en algunos lugares de Asia, pero sólo en Brasil existen estos fenómenos de una bancada en el Congreso. El acercamiento con la derecha es más reciente y tiene que ver con esa nueva derecha que no tiene miedo de llamarse derecha”, dice el sociólogo.

Otra característica del sistema electoral brasileño, la de la representación proporcional con listas abiertas, favorece a los candidatos carismáticos, que “arrastran votos”, que pasan a ser codiciados por los partidos. “‘Vamos a poner al pastor de candidato’, dicen, porque nos trae más de 2.000 o 3.000 votos, ¡pero ese tipo arrastra 60.000 votos y se elige solo! Este sistema favorece la elección de los pentecostales. En muchos países que tienen crecimiento pentecostal eso no pasa. En Chile, por ejemplo, donde el pentecostalismo también creció mucho, casi no hay políticos evangélicos, porque es otro sistema electoral. Aquí los líderes pentecostales supieron maximizar sus posibilidades dentro del sistema”.

El Frente Parlamentario Evangélico

Este sector nació como bancada en 1986, después de participar en procesos durante la dictadura militar, según Magali Cunha. “Hubo, sin embargo, una repercusión muy negativa por causa del proceso de canje de votos en la Asamblea Constituyente y los cinco años de gobierno de Sarney. Fue muy divulgado en los medios el amiguismo que dominó a la bancada en aquel período. Y también hubo indignación en el ambiente evangélico, lo que acarreó una baja en las elecciones siguientes”.

Marina Silva en la convención de su partido, Rede Sustentabilidade. Foto: Fabio Rodrigues Pozzebom, agência Brasil (archivo, agosto de 2018)

Marina Silva en la convención de su partido, Rede Sustentabilidade. Foto: Fabio Rodrigues Pozzebom, agência Brasil (archivo, agosto de 2018)

En los años 2000, dice Cunha, se reanudó el proyecto político, incentivado por la aproximación con el gobierno de Lula. “Los evangélicos ganaron cierto protagonismo; Lula les ofreció cargos, se acercó al Partido Progresista [de derecha], en el que estaba buena parte de los representantes de la Iglesia Universal, y después al Partido Republicano, que fue fundado teniendo como vicepresidente [de la República] a José de Alencar. Esta reanudación comenzó en 2002, con la elección de Lula, y allí se creó el Frente Parlamentario Evangélico, en 2003”.

Otro escándalo marcaría a la bancada evangélica, y más específicamente a la Iglesia Universal, en 2004: la participación del obispo Carlos Alberto Rodrigues, el Obispo Rodrigues (del Partido Liberal, elegido diputado en 1998 y nuevamente en 2002), con el entonces subjefe de Asuntos Parlamentarios de la Presidencia, Waldomiro Diniz, lo llevó a su alejamiento de las funciones políticas y eclesiásticas, anunciado durante el programa Habla que te escucho de Record TV. El diputado había sido designado como responsable de los empleados fantasma de la Lotería de Río de Janeiro durante la gestión de Anthony Garotinho (1999-2002). Rodrigues renunció al gobierno para evitar la inhabilitación en 2005, pero después fue condenado en el Escândalo do Mensalão a seis años y tres meses de prisión por lavado de dinero y corrupción pasiva. Llegó a estar preso algunos meses, pero en 2014 pasó a cumplir arresto domiciliario. El episodio marcó un momento de cambio de estrategia de la Iglesia Universal, que comenzó a actuar en la esfera política de forma menos explícita.

Pero 2010, según Magali Cunha, fue el marco para un nuevo momento de los evangélicos en el Congreso Nacional. “Fue la primera vez que hubo una candidatura fuerte de una figura evangélica: Marina Silva. Ella no se colocaba mucho de esa forma; era presentada como una tercera vía, pero respondía a una parte de los evangélicos que veían allí a una candidata relevante. Porque hubo mucha resistencia con Dilma; con Lula era otra cosa. Primero porque Rousseff no era una persona de alianzas, como sí lo era Lula, y no trabajó tanto la aproximación con los evangélicos. También venía con un programa más abierto para las mujeres y los LGBTQ”, apunta.

La investigadora recordó además que, contrariados con ese programa progresista y también con el Plan de Enseñanza Nacional, los parlamentarios de la bancada evangélica se colocaron como fuerza de oposición a Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores. “Pasaron a hacer alianzas, salieron del gueto, articularon con partidos líneas de la moralidad sexual, económicas, baja de la edad de imputabilidad penal. También fue el momento de figuras clave, como Eduardo Cunha y Marco Feliciano. En 2010 hubo un cambio significativo no sólo dentro del Poder Legislativo, sino también en la forma en que los propios medios pasaron a observar a ese universo evangélico”.