Con simpleza, la empujó desde debajo del arco, con la portera rival abatida. El gol no fue el más vistoso, ni el más lírico, ni el más importante de Las Rozas CF, club de fútbol femenino que milita en la Tercera División española. Pero fue, sin dudas, el grado cero en la historia de Alba Palacios, la primera futbolista transgénero en el mundo. A los 33 años, después de someterse a un largo tratamiento de hormonación y a un tendal de burocracias, pudo debutar profesionalmente en el fútbol femenino, hacerle un gol al Getafe Sur y darle el triunfo a su equipo.

Se veía en el deporte desde chica, cuando todavía no se llamaba Alba ni tenía bien claras las señales de su cuerpo. “Me di cuenta de que algo en mi cabeza no andaba bien, de que mi cuerpo y mi mente no iban por el mismo lado”, dice desde Madrid. Álvaro es el nombre que le dio su familia. Durante mucho tiempo jugó al fútbol masculino en el Club de Fútbol Pozuelo de Alarcón, del grupo VII de la Tercera División, y en el Deportivo K2, club de Majadahonda que apuesta por la inclusión social. “No tenía referentes trans que jugasen”, asoma. Y, de pronto, tras meditarlo con su pareja, su intimidad y el técnico de Las Rozas CF (“David Herrero es un pilar para mí”, dice), decidió probar suerte en el fútbol femenino. Aunque la cosa, de movida, no sería tan fácil.

Gracias a un gris legal, la ficha federativa de Álvaro tuvo un viraje permitido hacia un “alias”. Así, Alba, su identidad deseada, se convirtió en la posibilidad de jugar cómoda y de debutar oficialmente en un contexto que la contemplara. En España, para la expedición de nuevos documentos el proceso de hormonación es obligatorio por ley y tiene que ser asignado por un centro de identidad de género. Allí, psicólogos y psiquiatras evalúan la disforia de género. “Te dan un certificado en el que consta el diagnóstico y el proceso de evaluación, y ya puede empezar el proceso de hormonación”, comenta. Entretanto, Alba pasó por una compleja adaptación en base a estrógenos que le producían calambres, mareos, fatiga y pérdida de masa muscular.

No obstante, la identificación y la visibilización siempre son un combustible. Naturalizan, abren el juego, generan contextos, alejan, dirimen y combaten los prejuicios. Pero, fundamentalmente, dejan ser. Como tantas otras niñas trans, Alba no tuvo un espejo nítido en el que verse reflejada. Eso dificultó un poco las cosas. Por eso, ahora su vida y su experiencia funcionan de ejemplo positivo. “El otro día me dieron una muy buena noticia: me dijeron que un chico trans está buscando hacer lo mismo que yo”, desliza entre sonrisas.

¿Qué significa para vos el fútbol?

El fútbol es vida. Desde que tengo tres años siempre estoy con una pelota de fútbol. También es una vía de escape. Por toda mi historia, siempre me refugié ahí. Cuando tenía alrededor de siete o nueve años me di cuenta de que algo en mi cabeza no andaba bien, de que mi cuerpo y mi mente no iban por el mismo lado. Pero bueno, me seguía refugiando en el fútbol, que era lo que me daba oxígeno para continuar con mi vida de la manera más normal posible, hasta que llegó un momento en que por más que tengas el fútbol y lo tengas todo te das cuenta de que tu cabeza te dice que algo no está bien y de que tienes que dar el paso, ¿no?

¿Cómo fue el proceso para que la Real Federación de Fútbol de Madrid te reconociera?

La verdad es que yo creí que iba a ser bastante más complicado y lento, porque necesité dos años de tratamiento hormonal para que me dieran mi documento de identidad para poder jugar, pero a raíz de una entrevista en el diario El País el Día del Orgullo LGBT se hizo con la noticia el director general de Deportes de la comunidad de Madrid, Javier Orcaray. Él llama a mi club, Las Rozas, y nos informa que hay una ley de 2016, que yo desconocía, que establece que por el simple hecho de que una persona se identifique con un género que no es el que le han asignado en su nacimiento puede practicar el deporte que quiera dentro de la comunidad de Madrid. Entonces fue él quien se comunicó con la federación y la verdad es que no tuve que hacer nada; se ocuparon ellos de todo. Lo único que me dijeron es que tenía que jugar con el nombre de Álvaro, ya que tenía que ser con mi documento de identidad. Lo que pasa es que buscaron otra ley dentro de la federación que dice que uno puede jugar con un alias, por eso juego con el documento de Álvaro, pero bajo el alias de Alba.

¿Y cuál es el siguiente paso de esta lucha?

En marzo se cumplen dos años de hormonación, así que tengo que pedir la expedición de un nuevo documento y el día de mañana, si ascendiese a Segunda División o a nivel nacional, ya podría jugar en el exterior; hasta el momento sólo puedo jugar en la federación de Madrid.

¿Cómo es el proceso de hormonación para que te puedan dar el documento?

En España lo que tienes que hacer es ir a un centro de identidad de género, en el que un equipo de psicólogos y psiquiatras diagnostica la disforia de género del paciente. Entonces, te dan un certificado en el que consta el diagnóstico y el proceso de evaluación, y ya puede empezar el proceso de hormonación. Luego hay que ir a la Policía, entregar los papeles y ya te dan el documento.

¿Cómo ha sido tu llegada a Las Rozas? ¿Quién fue la primera persona que confió en vos dentro del equipo?

Los derechos son muy arcaicos en España. La realidad es que yo quería jugar en un equipo de fútbol, entonces busqué en Google Maps el más cercano a mi casa y me fui a Las Rozas. Fui a un amistoso y directamente hablé con el entrenador David Herrero y le dije: “Mira, David, yo soy una chica trans y quisiera entrenar con Las Rozas. Sé que no puedo jugar, pero me gustaría entrenar con ustedes”. Él se quedó como en shock, porque la verdad es que son casos muy raros, son muy escasos aquí en España. Entonces le pedí que se lo comentara a las jugadoras y esa misma noche me dio el ok. El trato es maravilloso, la verdad que él es un pilar para mí porque me ayuda un montón a entender el fútbol femenino, a integrarme a la familia de Las Rozas. Los derechos en España están muy atrasados, pero las personas y la voluntad de la gente son increíbles. Para mí es una familia.

Tu historia parece la de esas películas que terminan bien. Tanto, que tu debut arranca con un gol. ¿Cómo te sentiste cuando lo marcaste?

Bueno, la verdad es que tuve mucha suerte, porque sólo seguí una jugada y pateé la pelota, pero realmente no lo podía creer. Era mi primer gol en un equipo de fútbol, el primer gol con Las Rozas, y estaba un poco en shock. Duró un segundo, porque después salí del blanco y celebré con mis compañeras y me fui a la tribuna a celebrar con mi pareja, con el cuerpo técnico y con los hinchas.

¿Tuviste comentarios negativos?

No me ha llegado ningún comentario negativo de los hinchas ni nada malo sobre mí. Entiendo que quizás hay comentarios dando vueltas en las redes sociales, cosas como que soy más rápida que las otras jugadoras, pero eso no es porque haya sido chico sino porque entrené mucho para llegar a donde estoy. La verdad es que técnicamente no soy muy buena; sí era rápido entre los chicos y ahora soy más rápida entre las chicas, pero a la hora de enfrentarme con otra jugadora, claramente me falta técnica. Mido 1,70, peso 59 kilos y el tratamiento hormonal es muy duro.

¿Se gana dinero como futbolista profesional de Tercera División?

En el día de hoy, sí. Nosotras tenemos una especie de contrato, pero lo que gano me sirve más que nada para desplazamiento. Comparado con los chicos, la diferencia es muy grande.

¿Cómo te ves de acá a unos años? Porque tenés 33, una edad a la que los deportistas empiezan a pensar en otra cosa.

Yo estoy viviendo una nueva etapa. Por más que tenga 33 años y que la musculación se pueda resentir por la hormonación y demás, quiero seguir jugando al fútbol. Cuento con la ventaja de que en el fútbol femenino las deportistas pueden jugar un poco más que los varones. Si bien estamos viendo jugadores como Joaquín, en el Betis, que tiene 37 años, a mí me gustaría jugar como hasta los 40. Y si el cuerpo y las lesiones aguantan, me gustaría jugar hasta los 70.

¿Qué otros sueños tenés en cuanto a lo deportivo?

A mí el sueño realmente ya se me ha cumplido, pero me gustaría ascender a una categoría mayor con Las Rozas. Otro sería jugar en la Liga Iberdrola, pero bueno, ya tengo 33 años y ahí buscan gente mucho más joven. Para jugar profesionalmente te tienes que dedicar 100% al entrenamiento, y a mí lo que me da de comer es mi trabajo. Pero, de momento, ascender con Las Rozas sería un muy buen sueño.

¿De qué trabajás?

Soy informática. Trabajo en diseño de informática y estoy muy contenta con mi empleo, en el que ya llevo nueve años. Siempre me han apoyado, están atravesando conmigo esta transición y este boom. Aquí en España los medios están haciendo eco de esta noticia, estoy saliendo en demasiada prensa y en las noticias. La verdad es que yo no quería salir tanto, pero me están apoyando un montón. Es increíble, nunca creí que fuera a tener tanta repercusión. El domingo, que fue el día de mi debut, por la mañana salí en Marca, que es un periódico importante de aquí, y me quedé shockeada porque salí en la portada. A raíz de eso vinieron dos medios, Antena 3 y TeleMadrid, y al final llevo más de un mes haciendo entrevistas sin parar y la gente me dice que me he convertido en una referente. Si sirve para ayudar a alguien, bienvenido sea.

Justamente, por una cuestión de visibilización y de identificación, tu historia puede servir para que otras chicas trans junten voluntad e intenten formarse y jugar profesionalmente. ¿Conocés otras historias de chicas trans como la tuya?

Bueno, el otro día me dieron una muy buena noticia en el evento de la federación de Madrid al que fui invitada: María Alonso, quien ha llevado todo mi tema, me dijo que ha venido un chico trans con toda su familia para hacer lo mismo que yo. En su caso no se pudo por ser menor de edad, pero me sirvió para darme cuenta de que mi tema tiene una repercusión.

Cuando eras más joven, ¿jugaste al fútbol como Álvaro?

—Sí, si no hubiera jugado antes al fútbol me hubieran podido crear la ficha federativa con el nombre de Alba, y no como alias. Jugué en otro equipo de la comunidad de Madrid durante muchos años y a niveles decentes. Lo que pasaba era eso: no tenía referentes de ninguna persona trans que jugase. Cuando los medios empezaron a buscarme para salir, de verdad que yo no quería: yo sólo quería ser una chica trans normal. Y luego me dije: “Joder, Alba, no seas egoísta, tú buscabas referentes y no había nadie, y ahora que puedes serlo tú, pues tira para adelante”.

Jugaste en ambas ligas, la femenina y la masculina. ¿Cuáles son los puntos de contacto y en qué se diferencian?

Lo que la gente dice en mi caso es que como yo entro habiendo sido varón es más fácil. No es así. Siempre digo que si pones a chicas a jugar fútbol masculino durante 20 años, cuando vayan a jugar con mujeres van a jugar más duro, van a presionar más fuerte. Son deportes totalmente diferentes. En el fútbol masculino cuando recibes el balón automáticamente tienes cuatro o cinco rivales encima. Es un juego mucho más rápido, tienes que pensar muy rápido. El fútbol femenino es más táctico, más técnico. A mí me gusta mucho más; tienes que tocar más rápido, con menos presión y agresividad, pero más bonito. El fútbol masculino requiere más fuerza, tienes que ir al gimnasio, tienes que estar fuerte porque hay mucho contacto, mucho choque, y entonces los entrenamientos son bastante más fuertes. Pero no por haber sido un chico es que soy más fuerte, sino porque estuve 20 años jugando fútbol masculino, entonces mi manera de jugar es distinta.