Ya hace un buen tiempo que el medio cinematográfico uruguayo acusa de un trato desigual a las salas exhibidoras, sobre todo frente a las grandes producciones internacionales, generalmente estadounidenses, que coarta cualquier permanencia u horario razonable de las producciones nacionales en esas salas. En relación con esto, el año pasado el director Pablo Stoll afirmaba: “El fortalecimiento [del sector] es exigir a las salas que mantengan determinado tiempo en cartel a las películas nacionales, y eso sería generar políticas que, todavía, siguen siendo un gran debe”.
Lo antedicho viene a cuento de que hoy -a las 17.30- se producirá la última función de la película Clever (de Federico Borgia y Guillermo Madeiro) en las salas de Grupocine, debido a que su productora, Montelona Cine, considera que la película y el público “han recibido un trato totalmente injusto y deshonesto” en esas salas. El martes de noche, un comunicado de la productora Montelona Cine revolucionó las redes, cuando anunció que la película se bajaría de la cartelera de esa distribuidora, poco tiempo después de haberse estrenado. Su productor ejecutivo, Francisco Magnou, dijo a la diaria que, desde que presentaron el proyecto, Movie Center les “ofreció todo el apoyo, y dos horarios centrales”, mientras que Life Cinemas “la vio con cierto cuidado y explicó que, en un principio, la exhibirían en el horario de las 22.20. Pero, como le fue muy bien en la primera semana, a la siguiente nos ubicaron a las 20.00”.
En cambio, “Grupocine en ningún momento nos comentó el horario. Después de mucha insistencia a lo largo de tres semanas para conocer el horario de estreno, ya que necesitábamos comunicarlo, finalmente, 48 horas antes del estreno, nos informaron que el horario sería a las 22.45, marginando a la película de la posibilidad de un buen comienzo. Cuando intentamos contactarnos con ellos para conocer el porqué de esa decisión, nos respondieron que ese era un buen horario para una película de estas características, que respondía a un público más juvenil. La primera semana funcionó bastante bien, con un muy buen rendimiento tanto en Life como en Grupocine, donde figuraba entre las tres más vendidas de esos días, algo muy aceptable para el horario en el que estábamos”, añadió.
Según el comunicado de Montelona, durante la segunda semana, “sin previo aviso” y más allá “del buen rendimiento en un horario tan difícil para el público”, Clever se programó en Grupocine sólo a las 17.30, y “lo realmente grave sucedió el miércoles 4: cuando el público fue a ver la película a esa función se encontró con la desagradable sorpresa de que en Grupocine habían decidido no proyectarla, aunque esa función había estado confirmada en cartelera durante toda la semana. Al día siguiente, el informe de venta de entradas en esa sala marcaba cero. Ante nuestra consulta sobre qué había sucedido, Grupocine simplemente respondió que la película no vendió entradas”, cuando había un grupo de 15 personas que “se quedó en la puerta sin poder ver esa función que se decidió suspender sin ninguna explicación”. Magnou fue más allá y sostuvo que existía un acuerdo comercial en el que “éramos socios, pero si no hay una mínima cuota de confianza para poder creer en los datos que nos mandan, es imposible mantenerlo”.
Intereses y roles
El productor señaló que, más allá de su incomodidad, esto vuelve a poner sobre la mesa el complejo tema de que las salas asumen los roles de distribuidores y exhibidores, lo cual implica que “los realizadores uruguayos competimos con nuestros propios socios”. En otras palabras, “los intereses de las salas generalmente se corresponden con el cuidado de sus películas”, lo que, en cierta medida, podría explicar el cambio imprevisto de Grupocine, que ahora, en lugar de Clever, suma una exhibición más de Capitán América: Civil War.
Magnou también dijo que poco después del estreno, la productora que dirige se comunicó con el director del Instituto del Cine y Audiovisual del Uruguay (ICAU), Martín Papich, para plantearle que la programación en horarios poco atractivos le quitaba a Clever, “de entrada, la posibilidad de competir”, por lo que el ICAU “mostró cierta preocupación por la película” y el viernes se reunió con algunos directivos del Centro Cinematográfico del Uruguay (CCU).
En la página del ICAU se explica que el motivo de esa reunión fue conversar sobre la necesidad de establecer acuerdos formales que garanticen “mínimos de permanencia” de los films uruguayos en las salas y horarios iniciales para su trayecto comercial, “luego siempre sujetos al desempeño”.
Consultado por la diaria, Papich indicó que después de aquella reunión han vuelto a mantener contacto telefónico con el CCU. “Hay una transmisión de la preocupación”, aseguró, y no “de lejos”, sino tomando partido para solucionar la situación, más allá del problema específico de Clever. “Es tener las vacunas vigentes”, graficó, y agregó que la respuesta del CCU había sido bastante positiva, considerando que “todo el mundo sabe y conoce cuál es el abanico de posibilidades: de un ambiente desregulado a otro regulado hay toda una escala. Eso fue lo que planteé a principio de año, y seguimos cerca de esto. Hoy la situación es la que tenemos, pero nada indica que vaya a ser así para siempre. Si hay datos de la realidad que indican que tenemos que sumar un acuerdo que establezca compromisos escritos del cumplimiento de ciertas garantías para la producción nacional, se puede hacer. También se puede, no llegado ese punto, adoptar otro tipo de normativas que existen a nivel internacional, de modo que si no hay acuerdos se buscarán otras posibilidades”, aseguró.
Magnou, por su parte, recordó que el ICAU cuenta con potestades para regular el mercado, y que las salas de cine en Uruguay “están amparadas por una cantidad de beneficios por, supuestamente, ser una actividad cultural. Eso les genera muchos beneficios fiscales, pero, a su vez, su manejo de las salas es netamente económico. Y todas sus ecuaciones son en virtud de los números, no de los valores culturales que puedan presentar los contenidos”.
Libre mercado
En cuanto a la reiteración de estos hechos (uno de los casos más sonados se dio con El padre de Gardel -2014-, de Ricardo Casas), el responsable de Montelona apuntó que no se trata de problemas de “acuerdo entre privados”, porque “los exhibidores son distribuidores, y ahí existe un oligopolio de tres empresas [Movie, Life y Grupocine] que son las que tienen todas las salas importantes del país. Que, además, están asociadas con los grandes estudios, y son las distribuidoras de esos estudios en Uruguay”, de modo que “no sólo el productor uruguayo compite con Hollywood, sino que además se suma lo ridículo, cuando te dicen ‘vos vendiste 40 entradas y Capitán América 200, ya que a Capitán América la pasaron cinco veces y a Clever, una’, así que la relación no es proporcional a cuántas personas fueron por función”.
Para Magnou, hace tiempo que el ICAU debería haber tomado una postura mucho más firme, “cuidando tanto los procesos de producción como los de exhibición. El tema es cuando se deja que el mercado se regule a sí mismo. Los productores no tienen ninguna herramienta para negociar con las salas para protegerse de ellas, y ni siquiera para competir en igualdad de condiciones”, lamentó el productor de esta película, que cuenta la historia de un profesor de artes marciales y un fisicoculturista unidos por el tuning, una trama que se distancia de lo presuntamente típico en el cine uruguayo.