El músico Prince, fallecido el 21 de abril del año pasado a los 57 años, debido a una sobredosis de analgésicos, mantuvo en vida un notable afán por mantener el control artístico y económico de la difusión de sus obras, y eso lo involucró en una larga serie de conflictos con sellos discográficos y plataformas de streaming. En relación con estas últimas había decidido, en 2015, permitir el acceso a su música solamente mediante Tidal (un servicio que ofrece archivos de audio y video de alta calidad), creada por otros artistas -con el rapero Jay Z a la cabeza-, porque era la única que satisfacía sus aspiraciones. Pero esta situación duró poco después de la inesperada muerte del artista, que estaba divorciado y no tenía hijos vivos. Como no dejó testamento ni tomó otras precauciones con respecto a lo que sucedería con su considerable fortuna (de por lo menos unos 200 millones de dólares, según cálculos preliminares) y con los derechos de autor de los que fue tan celoso, su herencia -que se repartirá entre un grupo de seis familiares- disminuyó a cerca de la mitad debido a la aplicación de normas impositivas, y hace poco se anunció que, por un acuerdo en el que participaron el banco que la administra, esos seis deudos y el sello Warner Brothers (que editó sus primeros 18 discos), la mayoría de sus canciones volverían a estar disponibles desde el domingo pasado en Spotify, Apple Music, Amazon y otras plataformas de las que él las había retirado.
En una notable muestra de hipocresía después de tantos enfrentamientos con el artista, Cameron Strang, presidente y director ejecutivo de Warner, comentó: “Prince grabó su música más influyente y popular durante el período en el que estuvo con Warner Brothers, y somos profundamente conscientes de nuestra responsabilidad de salvaguardar y promover su increíble legado. Warner Brothers siente una gran emoción por poder llevar la música de Prince a sus millones de fans en todo el mundo mediante servicios de streaming”.