El director mexicano Guillermo del Toro se llevó el León de Oro, premio mayor del festival de cine de Venecia, por La forma del agua, una historia ambientada en 1962, durante la Guerra Fría, en la que se trasluce un mensaje político de reivindicación de los “diferentes”, referido a la situación actual de Estados Unidos con el gobierno de Donald Trump.

La trama se desarrolla en un laboratorio secreto estadounidense, donde se mantiene cautivo a un ser anfibio capturado en la Amazonia; una mujer muda, encargada de la limpieza del lugar, se enamora de él y decide salvarlo, con la ayuda de una compañera de trabajo afroestadounidense y un vecino homosexual.

“Hay un momento en la vida de todo narrador en que pones todo en riesgo para hacer algo diferente”, dijo al recibir la estatuilla Del Toro, quien, pese a su prestigio y éxito desde que debutó en 1993 con Cronos, nunca había ganado un premio de primer nivel en un festival internacional, aunque sí tres Oscar y un premio Goya al guion por El laberinto del fauno (2006).

“Se lo dedico a cualquier director mexicano o latinoamericano que sueñe con rodar algo en el género fantástico como parábola y esté enfrentado a alguien que le dice que eso no se puede hacer. Sí se puede. Si te mantienes puro y sigues creyendo en lo que sea que crees –en mi caso, los monstruos–, todo irá bien, agregó.

Acerca del significado del film, el director comentó: “Como mexicano, sé qué significa ser visto como ‘el otro’. Es una película de 1962, pero de hoy. Hablar de ‘hacer América grande de nuevo’ es como regresar a esa época. Racismo, clasismo... Nos enfrentamos a los mismos problemas”.