Se podría escribir sin que tiemble el teclado que este disco (cuya presentación se realizará el 10 de octubre a las 21.00, en la sala Zavala Muniz del teatro Solís) suena como si Ruben Rada fuera yanqui y hubiese frecuentado el Village Vanguard de Nueva York, dejándose influenciar por popes como John Coltrane, Sonny Rollins o Bill Evans. Pero al recordar que el Negro arrancó su carrera en los Hot Blowers, un grupo que básicamente tocaba dixieland -jazz tradicional cargado de caños- en el Hot Club, caemos en la cuenta de que Homenaje a Rada realiza el ejercicio de potenciar -con exquisito resultado- uno de los tantos géneros que corren por la sangre del creador de “Las manzanas”.

The Rada’s Old Boys es un trío integrado por músicos que conocen la música de Rada de primera mano: Daniel Lobito Lagarde (bajista de Tótem y luego, cuando él y el cantante dejaron esa banda, de Gula Matari, un grupo que lamentablemente no llegó a editar discos), Ricardo Nolé (tecladista y arreglador de casi todo lo que grabó durante su período de éxito en Buenos Aires), y Nelson Cedrez (baterista de Rada desde hace dos décadas); eso se nota sobremanera en la interpretación, que fluye con un swing de ribetes improvisados que difícilmente lograrían quienes no hayan estado en la cocina del asunto.

Para desmenuzar el estilo de este homenaje, que resalta las virtudes como compositor de un artista al que por lo general se valora sobre todo como intérprete, debemos adentrarnos de lleno en la versión de “Botija de mi país”, transformada en una pieza de más de nueve minutos que quizá sea la mejor del álbum.

Originalmente fue un candombe que Rada grabó con Eduardo Mateo para el disco del mismo nombre (1987), lleno de séptimas disminuidas, novenas y la mar de esos acordes “raros” con los que los evangelistas del jazz se suelen hacer una fiesta para jugar con las armonías y las melodías. Justamente por eso, tal vez este sea el tema del disco en el que The Rada’s Old Boys mejor exploran y potencian las posibilidades expresivas del jazz.

La pieza arranca de forma tímida y va tomando color cuando el piano toca la melodía vocal (“botija de mi país, / espero crezcas feliz / vistiendo de amor a tus hermanos”), mezclada con algunos firuletes, y se empieza a picar de lo lindo cuando el contrabajo y el piano doblan un riff que no está en el tema original pero sí en el arreglo del álbum en vivo de Rada Concierto por la vida (1992) -en el que toca Nolé-, y ya por la mitad se crea un maremágnum de improvisación que llega a su cenit en el momento en el que Cedrez se pasea con firmeza por los toms acompañando los golpes secos del piano, para luego dejar que el contrabajo haga de las suyas antes de volver a la melodía original.

Lagarde presta su voz para una sólida interpretación en los temas que no son puramente instrumentales: “Biafra”, “Dedos” y “Chinga Chilinga”, además de los coros de aires góspel de “Terapia de murga”; y el homenajeado hace su aporte estelar en “Negro”. A falta de saxo o trompeta, en la segunda parte de “Que no le compro yo” toca la flauta como invitado Pablo Somma, algo que le aporta más matices al asunto. El trabajo de los arreglos -donde se juega la mitad del partido- fue dividido en partes iguales: en cinco temas es de Nolé, y en los otros cinco, de Lagarde.

Las diez pistas del álbum prueban -con distintos enfoques e intensidades- que el saco jazzero le calza perfecto a la música de Rada, pero es en la versión de “Negro” donde la percha se hace más explícita, ya que al principio tocan la introducción de la mítica “So What”, que abre Kind of Blue (1959), de Miles Davis. El montaje está realizado con la sutileza de un cirujano que no deja marcas. De hecho, la transición se da de tal forma que cuando Lagarde arranca a cantar “Dedos son dedos”, el piano lanza variaciones del famoso riff de dos acordes de “So What”, como si el espíritu de Miles Davis no quisiera abandonar la música, lo que da como resultado que escuchemos dos temas en uno con total naturalidad.

Homenaje a Rada no sólo es un gran disco, sino también un buen experimento -de los que no abundan en Uruguay- y una clase de cómo hacer un verdadero homenaje a un músico: maximizando las posibilidades de sus canciones para ver hasta dónde pueden llegar, como hizo Jimi Hendrix cuando agarró “All Along the Watchtower”, de Bob Dylan, y la hizo suya.

Homenaje a Rada

De The Rada’s Old Boys (Daniel Lagarde, Ricardo Nolé y Nelson Cedrez). Ayuí, 2016.