Luis da Rosa dice que es un alma joven atrapada en un cuerpo viejo. Tiene 41 años, nació en Salto, pero desde su adolescencia vive en Vergara, ciudad ubicada en el departamento de Treinta y Tres. “Era un joven que agarraba la bicicleta e iba a Rincón, un pueblo que queda a 15 kilómetros. Me iba a Tacuarí, que es otro pueblo que queda a 15 kilómetros más. Incluso, en la misma bicicleta, llegué a trasladarme a Yaguarón. No tenía problemas para andar. En el recorrido podía ver que a ambos lados de la ruta había cultivos de arroz y era normal ver los aviones o los mosquitos haciendo su trabajo. Poco a poco empecé a aguantar distancias más cortas en bicicleta. Ya no iba tan lejos, me costaba ir y volver del trabajo. No era deportista, pero sí un aficionado de la bicicleta y no podía creer lo que me estaba pasando”, cuenta.

Hace cuatro años Luis da Rosa fue diagnosticado con fibrosis pulmonar progresiva y neumonitis por hipersensibilidad fibrótica. Debe respirar oxígeno a través de una máquina las 24 horas del día. Para sobrevivir también debe recibir un trasplante pulmonar y mudarse de Vergara debido al mal acceso al sistema de salud y la exposición a agrotóxicos.

Luis expresa que no trabajó en actividades vinculadas directamente a la producción agrícola. Fue panadero, carnicero y bibliotecario –desde 2021 se encuentra jubilado transitoriamente debido a su patología–. Sin embargo, señala que Vergara se encuentra rodeada por arroceras. Según datos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), durante la zafra 2022/2023 la superficie total de arroz sembrada fue de 147.031 hectáreas a nivel país. El 75% se concentró en la zona Este, que abarca a Cerro Largo, Treinta y Tres, Rocha y Lavalleja. Junto a su compañera desde hace más de 17 años, Mariana, piden ayuda para garantizar la vida de Luis y cumplir con las condiciones necesarias para recibir el trasplante. También se preguntan qué está sucediendo en su pueblo, donde perciben que los casos de cáncer, enfermedades respiratorias y alergias van en aumento. Piden a las autoridades nacionales y departamentales que tomen medidas en el asunto y realicen estudios en la población y cursos de agua para buscar soluciones.

El diagnóstico

Es mediodía, los rayos del sol llegan hasta las calles de tierra y el calor es agobiante en Vergara. Dentro de la casa de la familia, que consiguieron por medio del Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir), la situación es aliviada con ayuda de ventiladores. Luis comienza a contar la historia de su diagnóstico.

“Tenía tos muy fuerte, no podía ni hablar fluidamente porque comenzaba la picazón en la garganta”, recuerda, haciendo referencia a los primeros síntomas. Menciona que, con el paso del tiempo, tuvo que abandonar la bicicleta como medio de transporte para darle paso a una moto. Tristemente, luego de un período, “no podía ni siquiera dar una patada en el pedal del arranque” del vehículo. En la actualidad puede dar paseos cortos caminando, pero acompañado de su oxígeno. “Siempre tuve la esperanza de mejorar, de que capaz era algo pasajero. Después empezaron los miedos, de que quizás se venía lo peor, pero siempre quería ignorarlo y pensar en positivo. La neumóloga de acá me dijo que no había suficientes recursos para poder llegar exactamente a un diagnóstico. Podía ser una hernia hiatal, cáncer o alguna otra enfermedad. Eso impulsó a Mariana para movernos, no dejarnos estar. Me llevó a Montevideo para ver a un médico”, describe.

Al poco tiempo, estuvo internado dos semanas en el hospital Pasteur. Finalmente, llegaron al diagnóstico: neumonitis por hipersensibilidad. “Para mí era algo nuevo, nunca lo había escuchado. Un médico me decía que era irreversible. Es como una fibrosis que va en aumento, acelerado, que se puede detener un poco, pero es algo que no tiene vuelta. Me dijeron prácticamente que me queda poco tiempo de vida y que la otra opción es un trasplante pulmonar”, comenta. Luego enumera cada uno de los tratamientos que realizó. Cuenta las peripecias por las que tuvo que pasar para acceder a un medicamento en particular, que consiguió mediante un recurso de amparo. No fue fácil porque la familia tuvo que pedir un préstamo para poder pagar los trámites.

“Desde julio del año pasado empecé a desmejorar”, dice y lo comprueba presentando el resumen de su historia clínica. Por ejemplo, los parámetros llamados capacidad vital forzada (CVF) –es el máximo volumen de aire espirado, con el máximo esfuerzo posible, partiendo de su inspiración máxima– y capacidad de difusión del monóxido de carbono (DLCO) –medida en que el oxígeno pasa de los alvéolos de los pulmones a la sangre– muestran resultados comprometidos. “Yo me pregunto: ¿cómo puede ser todo esto? A veces pienso en el experimento de la rana que ponen en agua fría y la van calentando de a poquito y se va acostumbrando. Es como que uno se va acostumbrando a esta enfermedad y no se da cuenta que se está muriendo. Nunca pensé que iba a depender del oxígeno”, señala.

El trasplante

Luis explica que, debido al avance de la enfermedad, su neumóloga coordinó con el Fondo Nacional de Recursos para que pueda tener una cita con el equipo de trasplante pulmonar de la cátedra de Neumología. Los especialistas debían detectar si era apto para el procedimiento. “Me dijeron que estaba en el punto ideal, que se debía coordinar una próxima reunión. En marzo firmé papeles dando mi consentimiento para ingresar a la lista de trasplantes”, relata. Seis meses después, tuvieron noticias. “Nos dijeron que no se podía seguir con el trasplante si no nos mudamos de ciudad”, indica Mariana.

Ella les pidió una constancia con justificaciones sobre la decisión para encontrar soluciones. El equipo de especialistas manifiesta en la misiva que Luis “cumple criterios médicos para avanzar en estudios para un eventual ingreso a lista para trasplante pulmonar”. Sin embargo, plantea que encontraron “limitantes absolutas” en la evaluación social del Fondo Nacional de Recursos. Por ejemplo, que “reside en una localidad poco accesible, con recursos sanitarios insuficientes y en una circunstancia social muy desfavorable de cara a un eventual trasplante”. “Esta situación de mal acceso al sistema de salud sumado a la exposición permanente a agrotóxicos inhalados hace implanteable el trasplante pulmonar. Se comunicó esto al paciente y planteó la posibilidad de mudarse, una vez solucionado este aspecto deberá reevaluarse situación social”, agregan.

“Somos una familia con dos hijas, una adolescente y una de seis. No somos propietarios definitivos, tampoco tenemos trabajo, vivimos de la jubilación transitoria de Luis. Acá no hay trabajo a no ser en la cosecha. Podés hacer alguna changa, pero nada más. Nosotros anhelamos y soñamos alquilar, pero no está dentro de nuestras posibilidades. A veces pienso que sería ideal poder mudarnos para que yo pudiera encontrar un trabajo”, piensa en voz alta Mariana.

Luis acota que, en cierta forma, se los está “obligando” a mudarse. “Es mudarte para sobrevivir, pero yo me pregunto por qué hay tanta burocracia. Fui al Ministerio de Vivienda, tomaron nuestros datos. Todavía no tenemos novedades, nos gustaría irnos a la zona de Colonia porque nuestras hijas tendrían contención, tienen amigas allí. Están en una edad en la que necesitan apoyo, más cuando tienen a alguien enfermo”, dice su compañera. “Necesitamos una casa. Le dan a mucha gente por diversas causas justificables, pero ¿por qué a nosotros no nos responden? Yo sé que ahora viene Navidad, las licencias, pero es una vida. Si después de la licencia de los que tienen el poder, mi esposo no está, ¿alguien va a cuidar de mis hijas? No, te aseguro que no, ni se van a acordar. A mí me dijeron en el ministerio que hay casas en Colonia. Como esposa, madre, no quiero que mis hijas crezcan sin padre”, suma. Cada día cuenta.

¿Qué sucede en Vergara?

Si bien está prohibido realizar fumigaciones por vía aérea a una distancia inferior a 500 metros de cualquier zona urbana, suburbana o centro poblado y por vía terrestre a 300 metros, son numerosos los actores que han planteado la existencia de falta de controles en materia de agrotóxicos. En este contexto, en gran parte de América Latina se suele utilizar el término “pueblos fumigados” para hacer referencia a las poblaciones que sufren los daños de este modelo de producción. Vinculado a este punto, Mariana pide: “Me gustaría que el presidente me escuchara. Queremos una solución, que vengan a hacer análisis ahora que están fumigando, es el momento. Todo el mundo tiene alergias, la gente se baña y le pica todo el cuerpo, mucha gente con cáncer, personas con enfermedades respiratorias. Con mis hijas vivimos tomando antialérgicos. Muchas madres en la escuela te dicen que el niño faltó porque ‘está atacado del pecho’ o porque ‘le vino una alergia no sé de qué’. Sabemos de qué, pero no es que estemos en contra. Simplemente preguntamos por qué no hacen estudios. De esta forma podemos solucionarlo, por nuestros hijos. ¿Qué va a pasar con nuestros hijos, nuestros nietos, las generaciones que se vienen?”. Tantas ganas tenía de ser escuchada que en octubre de 2022 se presentó en Torre Ejecutiva para hablar con Luis Lacalle Pou. No pudo recibirla, pero le tomaron sus datos y quedaron de comunicarse con ella. Aún espera el llamado.

Su compañero complementa diciendo que el Ministerio de Ambiente debería hacer análisis de la calidad del agua del arroyo Parao, de donde se abastece la población. “Es el único recurso y tenemos que saber si está siendo contaminado, si están ingresando los fitosanitarios. Sabemos que hay campos linderos al arroyo, también que es un recurso para el riego del arroz, pero sería inconcebible pensar que se utilice el arroyo para desagüe de los fitosanitarios. Sería catastrófico para toda una población”, enfatiza. Mariana resalta que, si bien suelen tener la precaución de tomar agua de bidón, es inviable económicamente implementarla para todos los usos. También acota que muchas personas de la ciudad suelen tomar directamente agua de la canilla y que en verano son comunes los “dolores de panza”.

A pesar de todo, Luis tiene esperanza de que su derecho a la vida se cumpla y pueda mudarse a otra ciudad para recibir el trasplante. “Queremos que haya una respuesta. Los días que pasan son días que uno va sobreviviendo. La espera es algo que no se la deseo a nadie. Yo a veces me pongo a pensar por qué me tocó a mí. Pero después pienso: el tema no es por qué a mí, sino que no les siga sucediendo a otras personas. Si algo me pasó a mí porque fui el más débil en defensas o porque hay algún problema de contaminación en la zona, sea lo que sea, se puede buscar una solución”, finaliza.