En el relato “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (aparecido en "Ficciones"), Borges cuenta la historia de un grupo secreto que decide infiltrar en nuestra realidad primero un país y luego un planeta imaginario. Para lograrlo, los conspiradores comienzan por introducir subrepticiamente datos sobre el mundo ficticio en obras ajenas y más tarde producen abrumadoras enciclopedias donde describen no sólo la historia y la geografía de Tlön, sino la peculiaridad de su filosofía.
Algo de esa pasión por el detalle con finalidad tramposa debe tener la gente que está ideando el Metro de Montevideo. Conviene aclarar una cosa: el responsable de las postales, que ya circulan en algunas tiendas de la Ciudad Vieja y en internet, es uno solo -Marco Caltieri, parte de los editores de la revista “¡Guacho!”- pero los que sueñan con el subte uruguayo son unos cuantos, tal vez más que los personajes tlönianos de Borges.
Ese pequeño detalle
La serie de postales que pusieron en la calle la editorial Amuleto y “¡Guacho!” comprende nueve fotomontajes y dos mapas. Tanto los unos como los otros están realizados con un cuidado extremo que consigue crear la ilusión de realidad. La imagen de la Estación Pereira, por ejemplo, muestra una boca de metro ubicada en una zona improbable (la salida da a la arena de la playa Pocitos), pero su verosimilitud es preservada por una serie de graffitis que “demuestran” la antigüedad de la construcción urbana. En otra se puede apreciar un ómnibus de Cutcsa (de un modelo que no se ve desde hace un par de años) portando pancartas contrarias a la instalación del nuevo sistema de transporte. La vía elevada de la línea E, que va del Parque Rodó a la Nueva Estación Central, ya luce un poco herrumbrada en su pasaje por la Facultad de Medicina. También la línea A, que se mueve debajo de 18 de Julio y 8 de Octubre, está un poco maltratada a la altura de la bajada de la Estación Industria.
Los mapas, por su parte, abundan en información sobre recorridos, puntos de conexión y transbordos. Uno de ellos, sin embargo, es una buena pista para los distraídos: se trata de un plano alternativo de un metro que no pudo realizarse -atención a la metaficción- y que incluye una vía de un Tren de la Costa que hubiera ido de Colonia a Punta del Este.
Eso, en cuanto al frente de las postales. Del lado de atrás, las guiñadas son más directas. “Es una mezcla del Metro de Londres con el metro de México DF. Y la tipografía es un gran acierto del diseñador. Él me anotó acá el nombre: ‘Fujiyama’. Uno lo ve trabajar con Walter en esos programas como el Corel Draw y sabe que contrató al profesional correcto”, dice allí el director general del Metro de Montevideo, Estero Bellaco (quien, como su colega y amigo Bermúdez Mastrángelo, consiguió un título en la Facultad de Ingeniería).
El Subte inspira
Desde cierto punto de vista, estas postales podrían considerarse intervenciones artísticas. Caltieri trabaja con ellas desde hace cinco años, cuando produjo algunos pósters sobre el mismo tema, que pueden verse, entre otro material, en www.chasque.net/guacho/metro. El suyo, sin embargo, no es el único abordaje creativo del asunto.
El mural “Fundación Subterránea de Arte” fue presentado por Gaspar González al Salón Municipal de Arte de 2007 (y en opinión de quien firma, fue la propuesta con mayor valor visual de la muestra). Se trató de una serie de azulejos que representaban las distintas líneas del metro montevideano, contemplando distintos grosores para los trayectos según de qué estación se tratase. La obra de González jugaba, entre otras cosas, con la idea del Subte Municipal, donde se realizó la exposición, como estación de subte.
La idea no viene de la nada. En el proyecto (real) presentado por la Fundación Metro en 1997 aparece una Estación Río Negro emplazada en el lugar del Subte Municipal. Cincuenta años antes una empresa francesa también había presentado planos y plazos de construcción para un metro montevideano.
No es imposible
Si bien las postales tienen mucho de humorístico, han llegado a engañar a algunos visitantes extranjeros que no conocen el transporte de la ciudad. El ya mencionado nivel de detalle de los mapas contribuye a confundirlos, pero también la falta de una señalización clara en la ciudad real. (A propósito, una reflexión impropia de días tan burreros: ¿por qué abundan los carteles que indican claramente dónde está el hipódromo y vagamente puntos como “centro” o “este”?). Siendo optimistas, habrá gringos y nativos que se volverán desconfiados de los mapas, o de los diseña- dores gráficos.
Pero tal vez más interesante que las anécdotas de pobres turistas engañados sean los anhelos de aquellos que, en cierta forma, desean que el metro sea una realidad, aunque sea virtual. “Hoy venía de mi trabajo en un 186 hacia el Prado y de repente me dormí y soñé que iba en el metro, y obviamente luego me desperté y me di cuenta de que me faltaba aún como media hora para llegar a casa”, dice un comentarista en uno de los muchos foros de internet dedicados a discutir posibles mejoras al transporte público montevideano y a lamentar el desmantelamiento de AFE en los 90 o el desperdicio de la Estación Central en 2003. Alcanza con buscar “metro de Montevideo” en la red para ver que los interesados son unos cuantos y de muy distinto tipo.
Como ya advirtiera James
Joyce, pasamos la mayor parte del día fantaseando. Sin embargo, cuando muchas personas fantasean con la misma idea, algo se materializa. Las versiones finales de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” tienen un agregado en el que Borges describe cómo poco a poco comienzan a aparecer no ya referencias sino objetos del planeta imaginario en nuestra realidad. Quién sabe entonces de dónde vienen estas postales, si de la frustración por todo lo que no fue o de la esperanza de lo que puede llegar a ser.