El libro El narcisismo en la medicina contemporánea, editado por Trilce, se presentó el miércoles 21 de julio en la sede del Sindicato Médico del Uruguay. En diálogo con la diaria, Díaz Berenguer explicó que éste es el tercer libro de una serie iniciada con su padre, el profesor de literatura, investigador y escritor José Pedro Díaz (de largo matrimonio con la poeta Amanda Berenguer, a quien está dedicado El narcisismo...). Padre e hijo publicaron en 1997 Medicina y literatura, que tuvo su continuación en 2004 con La medicina desalmada: “La línea de trabajo sigue siendo la falta de compromiso con el prójimo que hay en la sociedad contemporánea y en especial en la relación médico-paciente, y se establece esta alteración por ambos lados, tanto por el lado del médico como del paciente”, sintetizó el autor.

Crítica a la autoridad y medicina defensiva

“El término narcisismo proviene del mito de Narciso, del cual hay varias versiones. La más antigua corresponde a la relatada por Ovidio alrededor del 50 a.C. Se trata de un varón muy hermoso, orgulloso y despreciativo de quienes le ofrecían amores, que por influjo de los dioses al mirarse en un espejo de agua se enamora de sí mismo, lo que lo conduce finalmente a su muerte”, dice el texto.

Díaz explicó que el narcisismo en sí mismo no es un problema: “de alguna manera el fenómeno del narcisismo en el médico es necesario, porque si un individuo que tiene que operar un abdomen no se siente lo suficientemente capaz de generar semejante herida al prójimo para finalmente hacerle un bien, si uno no está convencido de sí mismo es muy difícil que pueda hacerlo”. Así las cosas, el problema está en la sobredosis.

“El narcisismo es un fenómeno normal de la constitución del individuo, es un esqueleto del sostén del individuo, por tanto es un fenómeno que hace a la existencia misma del ser humano. El tema está cuando este fenómeno adquiere características anormales, o trastornos de la persona. En especial hay algunos aspectos en los que el individuo toma al otro como pretexto para el beneficio propio. En esa alteración del narcisismo es cuando el vínculo médico-paciente se transforma en una relación con probabilidad de daño hacia el paciente, con posibilidades de generar no solamente daño físico sino también moral”, detalló el autor.

En el texto se explica que la Asociación Americana de Psiquiatría incluyó al “trastorno narcisista de la personalidad” dentro de la clasificación de enfermedades mentales, definiéndola como “un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta”. La clasificación enumera como características del narcisista la arrogancia o soberbia, la envidia, la condición de explotador del otro pretencioso que exige admiración excesiva, que está preocupado por “fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginario” y tiene un grandioso sentido de autoimportancia.

Dice Díaz en el libro: “El trastorno narcisista de la personalidad del médico se traduce en rigidez del médico y en un encierro que impide algunas acciones capitales de su quehacer: no le permite dudar; no le permite equivocarse y aceptar los errores; no le permite aceptar que se analice su conducta por un tercero; no le permite corregir los errores y aprender de ellos; no le permite verse inferior al paciente en ningún momento; no le permite aceptar los deseos del paciente; no le permite percibir o imaginarse lo que siente el enfermo”.

Durante la presentación del libro, Leonel Briozzo, director del Departamento de Programación Estratégica en Salud del Ministerio de Salud Pública, dijo que “estos trastornos narcisistas van en contra de los valores profesionales, que se deben retomar”, entre otros motivos “porque promueven el error médico”. A éstos Briozzo los denominó “antivalores”.

Pero también hay pacientes demasiado im-pacientes. Díaz explicó: “Hoy en día el paciente pretende que fácilmente puede saber lo mismo que el médico y le aconseja al médico qué es lo que tiene que hacer con respecto a sí mismo. Por ejemplo, le dice ‘leí en internet que para el tratamiento de las arrugas usted tiene que darme tal producto’. El médico sabe -porque estudió- que eso no sirve para nada y no hay forma de hacérselo entender al paciente. Y hay una pérdida de confianza mutua. Entre otras cosas, el paciente desconfía del médico, porque, por un lado, se ha comercializado tanto la medicina que lo ve como un comerciante y un interesado en el lucro a través de su habilidad; y, por otro lado, porque ve al médico ejerciendo un poder que en realidad no puede ostentar. Hay una crítica al poder, es una sociedad iconoclasta, destructora de los ídolos fundamentales de la sociedad, esto también genera por el lado del médico un sentimiento de que el paciente no está siendo fiel para con él, y esta postura narcisista del paciente también influye como determinante en la relación”.

Díaz señaló que muchas veces, ante pacientes perspicaces, el médico “teme que si no hace lo que quiere el paciente, éste lo demande, entonces pide más exámenes de los que corresponden”. Ésa es la “medicina a la defensiva”, que también es abordada en el texto. El problema es que esa práctica “es muy costosa y también generadora de daños, porque se somete al paciente a una agresión quirúrgica” y porque el médico “termina insatisfecho con lo que hace”.

Concepción antropológica

En la publicación, Díaz afirma que “es posible que las personalidades con trastornos narcisistas tengan mayor predisposición a elegir la carrera de medicina por la gratificación que pueden obtener, pero con independencia de ello, creemos que las escuelas médicas actuales también colaboran en la formación de espíritus con exacerbación del narcisismo natural”. Y ése es un aspecto fundamental desarrollado por el autor: incrementar la formación humanística.

“La ciencia busca la objetividad, y en ella me baso, pero no pocas veces cuando me baso exclusivamente en la ciencia termino generando una relación de médico con un objeto, no con un ser humano. Médico con un objeto de estudio, donde proyecto experimentos y pierdo esa noción fundamental de la existencia del humano, que va mucho más allá”, dijo Díaz. Y agregó: “Hay una relación alterada, el médico perdió la capacidad de atender pacientes porque lo que yo considero es lo que se llama el ‘modelo antropológico’ de la enfermedad del individuo. El individuo tiene una concepción de lo que le ocurre y de sí mismo que le importa tanto o más de lo que piensa el médico sobre el enfermo. Si uno no se mete en ese mundo y lo comparte con ese individuo, está frito”.

En sus páginas, el autor evoca el libro La misión de la Universidad, de José Ortega y Gasset, escrito en 1930. Díaz dice que el autor utiliza el término “cientificismo” para “referirse despectivamente a las corrientes universitarias que fomentan y privilegian la investigación sin orientación y los ‘descubrientillos’ relegando a una segunda instancia la formación humanitaria integral del profesional”.

En el diálogo, Díaz se extendió sobre la formación integral: “Estamos cada vez más lejos de eso, porque cada vez se deja más de lado lo humano y se extiende más el campo de la ciencia. Sin embargo, cuando se llega al desempeño del ejercicio clínico se encuentra un vacío importantísimo. Estamos para desarrollar la ayuda al otro, y si no nos ponemos en ese lugar vamos a generar técnicos preocupados por ganar para sí mismos”. Y agregó: “De alguna manera la medicina centrada sobre los aspectos científicos tiende a llevar al individuo hacia el trastorno narcisista de la personalidad. De hecho, la formación médica es divergente en el momento actual con la formación humanística y eso hace que la empatía no sea el fenómeno fundamental buscado”.

Consultado sobre cuándo comenzó este desbalance, el autor explicó: “Creo que esto va en paralelo con ‘el desarrollo del posmodernismo’, de los años 60 y 70. No por casualidad, este fenómeno social, esta postura de deshumanización y desconsideración de la existencia del otro es de los 60, 70 para acá”.

Según Díaz, estos planteos no tienen acogida en la Facultad de Medicina, donde es docente, y dijo que hay “poca antropología, prácticamente no hay filosofía, hay poco de ética, poca o ninguna literatura, poca historia en general y poca historia de la medicina. Estas materias, que son el tronco central de las humanidades, no están. Pero es un problema social, de la formación toda, no solamente de la medicina”.