El encuentro consistió en reflexiones teóricas y talleres sobre distintos aspectos que hacen a la educación artística, en particular en el nivel de Educación Primaria. A continuación se realiza un recorrido por algunos de los aspectos planteados.
¿Qué es el arte?
Emilio Nisivoccia (arquitecto, docente de la Facultad de Arquitectura, Udelar) partió de obras del artista de vanguardia Marcel Duchamp (por ejemplo, su celebrada “Fuente”, firmada por Richard Mutt, en el Salón de Artistas Independientes de Nueva York). “Más allá de lo anecdótico, esta situación permite reflexionar sobre la concepción de arte y de artista: tiene que haber un cierto escándalo detrás, la crítica lo avala, otros artistas admiten que forma parte de su comunidad y alguien paga por ello”, afirmó Nisivoccia. “Para Duchamp el arte funciona como institución y no interesan los objetos sino la construcción intelectual”.
Para Nisivoccia, el arte contemporáneo acciona en el campo del lenguaje y del conocimiento (y no en el ideal de lo bello ni en la construcción de objetos), por eso es un campo abierto a la discusión. Para el formalismo ruso, como otra vertiente a considerar, “el arte se relaciona con la función poética. Su sentido consiste en detener la atención sobre las cosas y en eso radica su función y su validez”.
El investigador puso como ejemplo: “Si yo digo que la Tierra es cuadrada en un congreso de físicos, me dirán que soy ignorante, un burro; si lo digo en algún otro ámbito van a decir que estoy loco; si lo digo en un congreso de arte, soy un poeta”.
Según Nisivoccia es más interesante la pregunta que la propia respuesta: “No tengo el medidor de qué es más arte o qué es menos arte. Sí puedo decir que, de alguna manera, el arte se inscribe en ciertas condiciones de libertad, lo que significa acostumbrarse a que exista un territorio en que uno se hace cargo de cómo son las cosas y las puede poner como más le guste y como le parezca que tienen más sentido, movido por su deseo o su raciocinio. En el fondo, es ese terreno de liberación, de subirse a una aventura que no está escrita”.
La experiencia estética
Para Fernando Miranda, docente del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes, “lo estético termina estando más en el espectador que en el producto como condición intrínseca o valor de la obra en sí”. En el plano de la educación artística, Miranda enfatizó que la experiencia estética “debe ser independiente del museo, del libro de arte. Es mucho más cotidiana, me compromete más vitalmente. Tiene que ver con las propias decisiones, con nuestras propias posibilidades de decidir sobre la imagen: desde cómo nos vestimos, qué combina con qué…”.
“La diversidad desafía a crear posibilidades educativas para hacer real la crítica acerca de cómo las imágenes tienen que ver con las experiencias cotidianas, su comprensión y su significación y, por consiguiente, permitir la propia producción imaginaria”, sostuvo Miranda.
“No creo que exista una persona que no sepa dibujar”
Alejandra Caunegre, maestra y tallerista de plástica, planteó que “no hay tanta diferencia entre ser maestro y educar en arte, si lo que se busca es que el niño descubra estrategias y caminos propios para llegar a un conocimiento que tenga sentido”.
Sobre si hay que ser artista para enseñar plástica, Caunegre afirmó: “Depende de lo que vos consideres que es ser artista: de la misma manera que para ser maestra tenés que ser una persona creativa. Cuando sentís que te estás aburriendo, algo está mal. Y ser creativo implica tener una mirada más amplia. No pensar tanto en estructuras, siempre tentar un poco más allá de lo que se supone que es el límite, saber escuchar…”.
Respecto del lugar de lo estético, Caunegre explicó: “Tiene que ver con los valores, que no son iguales para todos. Tiene que ver con lo bello. Está bueno que el niño perciba que hay cosas hermosas de ver, pero lo estético tiene un estatus que no debería […] Pasa más por el placer que uno siente; eso cambia de una cultura a la otra, de un momento histórico al otro… Los valores son relativos”.
“No creo que la finalidad de la educación artística en la escuela sea sacar artistas; sí es habilitar al niño a tomar opciones creativas en su vida, tener una mirada que permita poder percibir y decir: ‘Yo tengo esto para decir, para opinar’; no ser un mero espectador”, sostuvo Caunegre.
“Abrir la puerta para ir a jugar”
Ernesto Alves, clown y profesor de filosofía, explicó su modalidad de trabajo en un taller de clown: “El objetivo es acercar la vivencia del estado del clown. Ese estado implica juego, presencia y sensibilidad. La función clásica del clown es aliviar tensiones y la forma en que lo hace es poniéndose en problemas; eso lo conecta con el fracaso. Siempre son problemas propios, subjetivos, no del mundo. Como Chaplin en Tiempos modernos. Todo esto lleva al terreno de lo imprevisto: cuando el clown se enfrenta con las cosas, ya cambian de sentido; los objetos se transforman”.
Acerca de la formación, Alves explicó: “El taller es un trabajo de escena, de formación escénica en clown. Para llegar al estado del clown uno tiene que hacer un trabajo que conecta con lo personal. Para eso se trabaja con juego e improvisación, implicando a los participantes desde lo subjetivo y compartiendo eso en escena. En los talleres iniciales se trabaja desde la conexión con el estado del clown hacia la técnica. Siempre se dividen en dos partes, la primera, de trabajo físico, con juegos grupales y, la segunda, de improvisaciones en escena, de unas cinco personas como máximo. El coordinador interviene y se discute sobre cómo amplificar el gesto, la proyección, cuál es la mejor forma de transmitir, cuándo mirar al público -porque el clown trabaja mucho con la mirada del público-, cuándo hacer un stop para que el público registre…”.
“El equilibrio entre la técnica y lo vivencial es una pregunta que tenemos en los talleres, que queda abierta. Si hubiera que elegir, la elección es clara: se trabajaría sobre lo estético y la formación disciplinar”. El docente puso como ejemplo la experiencia del clown de hospital: “Nosotros vamos al hospital y estamos con los pacientes, jugamos con ellos. No son propiamente funciones, en un sentido tradicional. Pero tenemos que tener claro que el objetivo es hacer un trabajo artístico en el hospital, en el que el trabajo de salud es la consecuencia, no el objetivo”.
Alves está trabajando en el cruce entre la educación formal y los talleres de clown; en este sentido, ha avanzado en la vinculación con la filosofía, sobre todo a partir de la idea de suspensión del juicio, de los escépticos.
Integración a partir de la danza
“Danceability es una metodología de danza integradora, que surge hace unos 30 años en Estados Unidos con Alito Alessi. Integra personas con y sin discapacidad, con un trabajo que trata de no segregar”, explicó Valentina Kaplan, bailarina y docente de Danceability.
Para Kaplan: “En la sociedad, generalmente, las personas con discapacidad quedan aisladas. La filosofía de Danceability es la de la integración con trabajos de improvisación como técnica. Los talleres parten del mínimo común denominador del movimiento de todos los alumnos del grupo. Por ejemplo, si hay una persona que no ve, se trabaja sobre ese mínimo. Hay un ejercicio que se llama acción y respuesta, en el que una persona hace una acción (un movimiento) y cuando termina la otra persona le responde. Ese ejercicio no puede plantearse así con una persona que no ve. En ese caso, transformaríamos el ejercicio: una persona hace una acción y también un sonido mientras dura la acción”. Kaplan destacó que se trabaja el movimiento “a partir de la sensación del movimiento y no de las formas. De ese trabajo, con la improvisación, la relación con los demás, el tiempo y el espacio, surge un resultado con una función estética”.
“Danceability es una formación específica. No se precisa bailar antes. Se han formado psicólogos, personas con discapacidad, bailarines, fisioterapeutas… La fortaleza de la metodología es la diversidad, el poder trabajar integrando personas con y sin discapacidad”, destacó Kaplan. Actualmente hay varias experiencias de Danceability: en el Inju, a través del programa La Caja, que es para adolescentes y jóvenes; en la Escuela Nº 200 y en la Escuela Roosevelt.
Arte y programación
Pedro Díaz, licenciado en Ciencias de la Comunicación que se ha especializado en tecnologías, contó: “La idea es presentar como una llave. Una computadora no es solamente un ordenador para organizar tu vida o para administrar. También puede ser un taller donde generar producciones con orientación estética. Por ejemplo: un navegador web puede considerarse un lienzo en blanco y se puede crear sobre él, a partir de ciertos lenguajes, de marcado del producto y de scripting, un objeto estético. Para eso sólo se necesita un navegador y un procesador de texto, dos cosas de uso cotidiano”.
“Hay muchas corrientes de arte y tecnologías: net.art, pixel art, arte ascii…”, explicó Díaz. Además, precisó: “Yo no soy artista, no vengo de la formación del arte, simplemente trabajo sobre lo que no es utilitario, sólo para generar algo con una cierta orientación estética. No es un enfoque hacia el hecho estético en sí sino hacia las tecnologías, como posibilitadoras de ese hecho”.