La actividad apícola es sumamente sensible a la sequía, así como al exceso de lluvia. Si bien ahora hay déficit hídrico, la cosecha no está tan comprometida porque las abejas comenzaron tempranamente a producir miel. "Las abejas son sabias, cuando arrancan temprano es presagio de sequía", explicó a la diaria Damián Blanco, apicultor radicado de la zona de San Antonio y presidente de la Sociedad de Fomento Rural Apícola de Canelones. Esto permitió comenzar a cosechar a partir de noviembre, cuando habitualmente lo hacen sobre el 20 de diciembre; sin embargo, Blanco relató que desde mediados de enero no registra ingreso de néctar a las colmenas debido a la escasez de floraciones que le permitan a la abeja recoger néctar y polen.

Mario Mondelli, presidente de la Comisión Honoraria de Desarrollo Apícola, representante del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), realizó una valoración similar. Dijo a la diaria que "la primavera fue relativamente buena, con buena producción de miel, y empezó a tener algunos problemas a fines de diciembre y enero. La seca fue muy puntual en algunas zonas, en otras llovió, es bastante irregular la cosa pero no fue tan generalizada como 2007 y 2008". Por su parte, la Sociedad Apícola Uruguaya (SAU) se reunirá este domingo para evaluar la cosecha 2010-2011.

Coyunturales y estructurales

Mondelli sostuvo que la situación del sector "se viene recomponiendo". Dijo que al momento se han registrado 3.095 productores con 482.875 colmenas, mientras que en 2009 había 3.217 con 497.647; en cuanto a la producción, señaló que en 2009 se exportaron 9.000 toneladas de miel, bastante más que en 2008, cuando fueron 6.000.

Expresó que comparado con un año normal, en el que se producen entre 13.000 y 15.000 toneladas, la situación viene mejorando. Además, se destaca que la miel tiene un buen precio internacional, lo que es fundamental, porque el 95% se exporta.

Pero los números no son tan alentadores si se los compara con 2007, cuando había 4.011 productores y 514.000 colmenas registradas. Blanco sostuvo: "No hemos logrado salir de los efectos de la crisis de la zafra 2007-2008, cuando perdimos más del 20% de los productores". Por su parte, Álvaro Guerrero, apicultor y presidente de la SAU, dijo a este medio que "no se ha salido de la crisis, si bien hay muchas esperanzas" y que "la evolución en kilos de miel no ha sido tan mala, pero el sector atraviesa dos grandes problemas estructurales que no se han resuelto: los problemas climáticos y la extensión de la agricultura".

Una de las soluciones implementadas por los apicultores para combatir el cambio climático -cuyas sequías veraniegas les impiden cosechar en la época que antes era la más fructífera- ha sido la de trashumar las colmenas hacia áreas forestadas, que florecen en otoño, y con eso completan la producción y el abastecimiento de miel de la propia colmena. A diferencia de épocas anteriores, desde hace tres o cuatro años los apicultores deben alimentar artificialmente a sus abejas durante el invierno, con jarabe de azúcar o maíz, porque la producción de miel durante el período cálido es tan baja que les impide hacerse de provisiones suficientes y el invierno se hace largo.

Guerrero destacó que implementaron la trashumancia de colmenas, es decir, el traslado hacia zonas que tengan floraciones -con todos los costos y riesgos que los traslados implican-, y que ahora están a la espera de acciones que frenen la incidencia negativa que ha tenido la expansión agrícola, dijo que la sequía de 2007-2008 fue "la gota que desbordó el vaso".

De fondo

No sólo por la sequía las abejas disponen de menos floraciones. El alto incremento del herbicida glifosato -en las plantaciones de soja y en praderas principalmente- ha determinado la desaparición de flora nativa y silvestre como cardo, rábano, biznaga o chirca blanca y carqueja, que permitían hacer una cosecha tardía, en marzo y abril, precisó Blanco. Guerrero manifestó que la pradera plantada por ganaderos y tamberos ha variado con impacto negativo para la apicultura, porque el sorgo y el maíz, que no producen néctar y polen, sustituyeron a cultivos como alfalfa, raigrás, lotus y trébol blanco, que significaban un importante ingreso alimenticio. Precisó asimismo que el polen extraído del maíz transgénico BT, cuyo número de hectáreas va en ascenso, contiene un principio activo para matar a la lagarta, pero que al ser consumido por la abeja y trasladado a la colmena provoca la muerte de ésta.

Por otra parte, manifestó que el uso masivo de insecticidas es letal, como lo fue el fipronil en 2007 y 2008, cuya aspersión fue restringida posteriormente.

En la Dirección General de Servicios Agrícolas del MGAP comenzó a funcionar hace poco una comisión para estudiar el impacto de los insecticidas; Guerrero dijo que los apicultores solicitan la prohibición de la sustancia Tiametoxam, usada para combatir la chinche de la soja y prohibida en muchos países por el impacto sobre las abejas.

Mondelli reconoció la disminución de la oferta floral a raíz de la expansión de la agricultura y el tipo de manejo. “Son los cambios que vamos a tener que ir afrontando”, dijo y agregó que “el ministerio está tratando de que se cumpla un plan de rotaciones con los monocultivos”. Puntualizó que la trashumancia de colmenas “es una de las formas de trabajo que se va a dar a futuro” y que verán la manera de implementar “otro tipo de soluciones para los productores chicos y medianos que no tienen posibilidades de hacer trashumancia porque implica más costos, más infraestructura”.

Guerrero detalló que los apicultores aspiran a tener a disposición azúcar a precio industrial, es decir, libre de impuestos, al tiempo que se rebaje el Impuesto a la Enajenación de Bienes Agropecuarios (Imeba) para amortiguar el precio de los combustibles. También esperan que a través de la ley de protección de suelos se contemplen “corredores biológicos” en los que no se planten transgénicos, y que funcionen como áreas productivas para la apicultura.

El presidente de la SAU indicó que “por cada dólar que se recibe por exportación de miel se reciben veinte dólares por exportación o consumo de otros productos”. Puso el ejemplo de los frutales y otras plantas que no se autopolinizan, como los zapallos, que requieren de insectos polinizadores, entre los que la abeja tiene un rol protagónico. Mencionó que las producciones de Estados Unidos registran una pérdida de 14.000 millones de dólares anuales cuando no tienen abejas y por eso las compran en el extranjero.

También de fondo asoma el impacto en los pequeños productores, que son los que más han desaparecido, y para los que la apicultura significaba un complemento importante de otras producciones. Guerrero indicó que esto es relevante porque repercute en el mantenimiento de las familias y los jóvenes en el medio rural.