Pablo, ¿cómo conocés a Jorge Nasser?

Pablo Faragó: -Nos conocimos por el año 83 en Buenos Aires, por intermedio de un amigo en común, Jorge Garacotche, de la banda Canturbe, con quien yo tocaba; incluso Jorge participó en algunos shows como bajista. A Garacotche le gustaba mucho la onda del rock fusionado con música rioplatense y estaba al tanto de la movida de la música uruguaya en Buenos Aires, en la que Jorge participaba como solista. Nos hicimos amigos y Jorge me invitó como guitarrista de su proyecto solista, con el que grabamos un demo en Buenos Aires que después se transformó en el disco Era el mismo, grabado aquí en Sondor con la producción de Jaime Roos.

Después del proyecto solista vendrían Níquel y el primer viraje musical de Nasser, de candombe a new wave. ¿Es correcto hablar de new wave?

Jorge Nasser: -Sí, mucho The Police. Recuerdo que un poco la química del sonido que intentamos hacer -no sé si lo logramos- tenía que ver con los arreglos que intentamos para la banda Canturbe. Un poco en ese clima fue que empezamos a imaginarnos que podíamos hacer algo juntos. Después yo de alguna forma asumí que como solista y con esa propuesta no iba a llegar a mucho, además de que había un montón de gente haciéndolo igual o mejor que yo. En definitiva, una cosa trae la otra y armamos Níquel. PF: -Pero para contestar tu pregunta acerca del estilo, lo que pasó fue que en ese momento se dio a conocer una nueva generación de rock que traía aparejado un montón de cambios tecnológicos y de nuevos aportes. Los instrumentos digitales, ciertas cuestiones de procesamiento de los sonidos de los instrumentos tradicionales. Tocar con una guitarra eléctrica directamente enchufada al equipo era algo obsoleto, había que usar determinados tipos de pedales para estar al grito de la moda o acompasado. Y yo de alguna manera me fui armando para poder estar al ritmo de los tiempos en ese estilo, del que me gustaba mucho Andy Summers. Además de la cuestión generacional, claro.

Es curioso que estando ya instalados en Buenos Aires decidan venir a Uruguay.

JN: -Estaba el fenómeno Jaime Roos aquí eclosionando y empezamos a tomar contacto con la música progresiva latinoamericana: Lo Borges, Milton Nascimento, Roos… Era otra movida nueva, y una vez que conocés algo ya no podés ser inocente. Además, sentíamos una gran admiración por lo que sucedía acá: Darnauchans, Mateo, etcétera. Estábamos al tanto de lo que estaba pasando y muchas veces cuando nos poníamos al lado de cierto rock argentino, como el de Raúl Porchetto, nos parecía bastante banal y pasatista. Entendíamos que acá estaba pasando algo más trascendente. La murga y la cosa popular... Había gran admiración, de hecho, como hay ahora de Argentina hacia Uruguay a nivel cultural. Al principio íbamos y veníamos, pero yo soy uruguay y ya tenía el disco solista editado aquí. De todos modos, mantuvimos la base en Buenos Aires hasta 1987.

Hasta que se publica el primer disco de Níquel.

JN: -Gusano loco. El primer disco lo grabamos en los estudios Panda de Buenos Aires… tal vez cuando Jaime Roos nos invitó a tocar en su banda. En realidad nunca lo decidimos: en una de las venidas, nos quedamos.

PF: -En realidad, en el 86 grabamos 7 y 3 con Jaime Roos, el 87 lo pasamos en Buenos Aires y en el 88 volvimos a formar parte de la banda de Roos para tocar en vivo y grabamos Gusano loco.

Supongo que a vos te habrá costado más radicarte aquí siendo argentino.

PF: -No, qué me va a costar. Yo quería salir de Buenos Aires. Para mí fue una experiencia liberadora, tenía menos de 20 años. Imaginate irte a otro país a tocar rocanrol, además, con un tipo como Jaime Roos. Tal vez lo hice un poco apurado, porque uno saca conclusiones con los años, además de un montón de factores personales que incidieron en ese momento.

Pato, en la entrevista que aparece en el DVD que están promocionando decís que te seducía la seriedad con la que trabajaban Nasser y Faragó y por eso pasaste a formar parte de la banda.

PD: -¿La primera vez que tocamos juntos fue en el boliche Laskina?

JN: -Sí, y está en el DVD también, en el que aparecés junto a Caio Martínez y Juan Casanova.

PD: -Después de esa invitación yo, que todavía tocaba en Los Traidores, pasé a ser un invitado formal y tocaba dos o tres canciones en los shows. Un día me dijeron que querían agrandar la banda y necesitaban un bajista para que Nasser pasara a la guitarra, y me quedé en Níquel. En ese momento con Traidores tenía una situación del tipo "los huevos llenos", porque yo sentía que estaba bárbaro salir a calentarle la cabeza a la gente, salir a decir "Buenos días, presidente" y la concha de la madre. Salíamos a despotricar, pero veía que la solución no aparecía, no éramos una banda propositiva y las mecánicas de trabajo eran muy jodidas, porque había que esperar que alguien nos viniera a salvar la vida… el gran mecenas. Era el espíritu de ellos y yo sentía que no era así, había que laburar un montón y nunca sos lo suficientemente grande. Entonces cuando me invitaron de Níquel fue una transición natural decir que sí. Y quiero dejar esto claro porque en algún momento algún acólito de Traidores me criticó la decisión diciendo: “Vos sí que sos vivo, te pasaste a Níquel por la guita y el éxito fácil”. No, no, no, porque cuando me pasé de Traidores a Níquel fue como si me hubiera ido de Peñarol a Deportivo 4 Corazones, porque Traidores ya tenía un nombre, una posición y Níquel estaba haciendo fuerza; pero Traidores en ese momento era más a nivel de medios, presencia o como le quieran llamar. En realidad, yo me fui al equipo chico donde se trabajaba bien, donde el técnico era coherente, donde los compañeros iban a la práctica y colaboraban, donde la táctica sí se aplicaba. Quise seguir al cuadro que jugaba como a mí me parece que tiene que jugar un cuadro.

De todas maneras, volviste a tocar con Traidores.

PD: -Fue algo puntual. Yo entré a Níquel en el 89 y con Traidores nos volvimos a juntar para el acústico en el 2000. Hicimos algunos shows acústicos, vino bien, salió lindo hasta que… lo mismo de siempre.

Pablo, en esa misma entrevista decías: “Estamos tratando de hacerlo bien”. ¿Qué salió mal?

PF: -Bueno, en 25 años de laburo y en las condiciones en que laburábamos había cosas que salieron fenomenal, otras más o menos y otras que salieron mal.

PD: -Pero el espíritu era hacer las cosas bien. Nos matábamos laburando, siempre tratando de buscar la excelencia; ésa es la verdad. ¡Metíamos un montón de horas!

JN: -Ésa fue una característica de siempre, la pasión y la focalización en tratar de sonar bien. Estábamos apasionados y estuvo buenísimo haberlo hecho porque dio resultado; escuchás la música hoy y se sostiene. Creo que en parte es así porque ensayábamos bastante.

PF: -Sí, y otro factor fue que metimos mucho trabajo en la producción de la banda. En el trabajo en estudio, es decir, el desarrollo de un determinado sonido, que a medida que fueron pasando los años fue mejorando, junto con las prestaciones de los estudios de grabación, porque al comienzo eran bastante limitadas las cosas que podías hacer. Podías traer tus equipos a grabar y esperar que lo que grabaste quedara bien. No había una fase ulterior de trabajo, por lo menos no demasiado sofisticada. Tuvimos que desarrollar nosotros mismos los métodos para que la música sonara bien mediante ensayo y error. Me acuerdo de haber llevado a cortar los discos a Buenos Aires para hacer la matriz desde donde se harían las copias. De la cinta con la que terminabas de mezclar todos los temas se hacía lo que se llamaba "corte". O sea, pasar el sonido de la cinta a una aguja que va creando un surco en un disco de acetato. Eso se miraba con microscopio para ver el surco que se iba creando; cuando el técnico empieza a mirar me dice: “Mirá, flaco, el disco está pasado de volumen y en otros lugares está muy bajo, o sea que tenés un rango dinámico muy amplio y no da porque el surco se rompe, así que vayan, mézclenlo de nuevo, suerte en pila, después volvés y no hay problema”. Era el disco Gargoland I: lo tuvimos que hacer de nuevo y aprender a usar los compresores o limitadores de frecuencias. Muchas cosas aprendimos a los golpes. Acordate de que la información en aquella época viajaba a través de revistas o de algún rumor.

PD: -Nos pasábamos escuchando discos y tratando de descifrar cómo los hacían.

PF: -Después íbamos y lo conversábamos con algún técnico. Con Luis Mazzoni…

PD: -Es verdad. También empezó a aparecer gente interesada en lo que estábamos haciendo, gente interesada en la producción que te decía: "Yo escuché o fui a un estudio donde se hacía así”. Era todo de oídas, un rumor que tratabas de confirmar.

JN: -Después de Luis Mazzoni apareció Walter Linaz, un tipo que tal vez no tenía los conocimientos de Luis o la capacidad para registrar, porque hay canciones que sobresalen en Gargoland, como “El solitario” o “Candombe de la Aduana” -bueno, las que grabó Mazzoni-, y que realmente son tomas bastante imbatibles, pero Linaz, que fue quien terminó de grabar el disco, tenía ese espíritu de "capaz que yo no lo sé, pero sé que lo que ustedes están queriendo hacer es lo mismo que yo estoy queriendo hacer". Después Carlos Gringuelli también. Me acuerdo de que cuando decidimos grabar un coro nadie tenía ni idea de cómo hacerlo. Todo era una suerte de ensayo y error que generaba mucha adrenalina y linda curiosidad, pero también mucha ansiedad y desgaste. Te diría que teníamos que emborracharnos para asumirlo.

Eso no los frenó y no dejaron de arriesgar.

PD: -No, porque iban apareciendo resultados e íbamos logrando satisfacción interna, a costa de un sacrificio bestial, aparte tocando en vivo, cargando equipos y en camión.

¿Como fue conquistar el interior, llegar con rock en vivo a lugares donde reinaban la discoteca y la música tropical?

PD: -No hay ninguna conquista del interior, era una pasión por el ritual del rocanrol... ¡Vamos a la gira, vamos a la carretera, yeah! Más allá de la posibilidad económica y más allá del interés que empezó a causar la banda en algún lado. Porque al principio no sos nadie hasta que un días suena el teléfono para que vayas a tocar a algún lugar.

JN: -Es de eso que hace 20 años; porque muchos se preguntan 20 años de qué..., 20 años de que empezó a sonar el teléfono y de que lo que nosotros veníamos generando como quien sopla un fueguito un día se encendió. Lo del interior era un poco el sueño de la gira y llevar rocanrol. Después nos empezamos a sorprender, por ejemplo, una vez que fuimos a Durazno a un parque y la gente se perdía a lo lejos. ¡No lo podíamos creer! Pero no hicimos nada en el sentido estricto de conquistar el interior; la música lo hizo.

PD: -Fue una bonita coincidencia que nuestro interés coincidiera con el de la gente.

A mí me tocó vivirlo desde el interior y les diría que hay un antes y un después de “Candombe de la Aduana”. Me refiero a trascender el minúsculo ghetto rockero y llegar al público en general.

PD: -Cierta mecánica ya existía, creo que lo que faltaba era que una banda de rock popular como la nuestra, con amplio espectro, que no le gustara sólo a 20 flacos vestidos de negro. Nosotros les llegábamos a 1.000 personas y eso era bueno.

¿Cuál fue la gran sorpresa en cuanto a convocatoria popular?

JN: -Atlántida; habría 6.000 personas. Además, veníamos precedidos de una mala fama del rock, los comerciantes habían juntado firmas porque si había rock iba a haber quilombo. Encima se nos rompió el camión y llegamos tres horas tarde. Bueno, yo fui con Enrique Pereira en el ómnibus…

PD: -¡Como éramos muchos dijiste: "Ustedes se van en el camión y yo me voy en el ómnibus!”. Había arrancado la etapa de pobres y famosos.

JN: -Ahí va: llegó un momento en que éramos pobres y famosos... La gente nos conocía, conocía al grupo: en realidad, yo viajé en el ómnibus y no me conocía nadie. Ahora lo veo en el DVD y se nos nota en la cara la felicidad que teníamos. Pero ojo, porque he escuchado que nosotros éramos famosos en el interior; sin embargo, primero llevamos a la gente para todos lados acá.

PF: -Otro factor es que en ese momento la información viajaba.

PD: -¡En un camión lleno de equipos!

PF: Claro, la difusión de la música de Níquel la hizo la banda tocando en vivo, había muy poquita maquinaria, no tiene punto de comparación con lo que es hoy. Acá estaba la FM El Dorado que te podía difundir, y muy poco más. Hacías 50 kilómetros y ya no llegaban los discos, era como que llevábamos la música personalmente. Mucha gente le encargaba los discos o casetes a alguien que viniera a Montevideo.

JN: -Los discos de Níquel se vendían en las disquerías de importados… pegábamos los sobres y los llevábamos personalmente. Llevábamos diez a la mañana y pasábamos a la tarde a ver qué tal, y a veces el vendedor te decía: "Loco, haceme más", y nos veníamos a pegar más sobres. Recuerdo que una vez me encontré con alguien de Todomúsica que me contó que estaban organizando el certamen Band Explosion y me dijo: “Estaría bárbaro que se presentaran con esa canción, 'Candombe de la Aduana'”, a lo que le contesté: "Ya está editado". Y él: “¿Por quién?”. "Por Gargoland, nuestro sello". “¿Quién?Eso nadie lo sabe, mandá esos 20 discos para atrás y seguramente ganen". Pero para nosotros era importante, ya estaba editado, habíamos pagado la edición en AGADU y estábamos orgullosos de ser independientes.

¿Cómo fue lidiar con el éxito?

JN: -Una vez nos pusimos a conversar con Pato para decidir si teníamos que firmar autógrafos porque nos empezaron a pedir. Era utópico y si decidíamos no hacerlo no lo hubiéramos hecho. En ese sentido la llegada de Pato para Pablo y para mí fue un impulso porque veníamos de otro ambiente, fue como un aire fresco para hacer cosas que de repente no hubiéramos hecho. Él daba coraje para ir hacia el pop o firmar autógrafos, porque había vivido por dentro eso del gueto. Él siempre estaba a favor de que la banda fuera a más, por ejemplo presentarnos en televisión en el programa de Omar Gutiérrez. Él venía de una banda a la que le costaban ese tipo de decisiones, entonces arengaba para que si se abría una puerta en la televisión para cantar "Candombe de la Aduana" lo hiciéramos. Hay una anécdota muy buena de Pato, el día en que arrojó la púa al público y al final vino un tipo y le dijo: “Che, tomá, se te cayó esto”.

PD: -Ahí hay otro tema que es una extensión ante la clásica pregunta “¿No se aburren de tocar siempre 'Candombe de la Aduana?'”. No, todo lo contrario, porque vos como banda hablás en chino y de repente la gente un día descifra el chino, o a la inversa, la gente habla en chino y vos por fin hiciste una canción en chino. ¡Un día que vos cerrás el lazo de la comunicación vas a ser tan imbécil de cortar la piola! ¿Qué banda viste que reniegue de su éxito? Es parte del ritual del pop y del rock rendir culto a tu éxito.

JN: -Aparte, nos dimos cuenta de que al programa de Omar Gutiérrez iban un montón, lo que pasa es que no quedaban en la oreja de la gente. Creo que lo que nos abría las puertas era el glamour que nosotros teníamos. Esa onda del american rock, teníamos el look de los tipos que mirábamos en las fotos de las revistas. Níquel fue una anécdota permanente, era un happening en el cual la música y el show eran una parte. Pero si había que armar el escenario lo hacíamos; hay unas imágenes en las que Pato está serruchando madera para armar no sé qué escenario. Eso tiene un romanticismo y un valor hoy día. Parte del “porqué” hacemos la muestra es porque simplemente queremos comentar y transmitir que lo hicimos así. Es así como se hacen las cosas en la música, haciéndolas, poniendo lo que hay que poner. Como bien dijo Pablo: “Tratando de hacerlo bien”. Nosotros sabemos que dimos el máximo e incluso más, y creo que ahí está la clave para ver por qué algunas cosas no salieron bien. Seguramente deben de haber sido aquellas en las que quisimos dar más de lo que realmente podíamos dar. Nunca fue por dar menos, esconder o preservarnos. Fueron un montón de puertas que se fueron abriendo un poco a rock'n' roll style, de esa forma un poco violenta y, bueno, lo sobrevivimos; eso también es lo que festejamos. Muchos han quedado por el camino porque el rocanrol cobra víctimas y no es un camino de rosas.

¿Qué les faltó? ¿Cuál fue la meta que no alcanzaron?

PF: -Lograr una proyección internacional sólida, más allá de haber tocado en Argentina o en Paraguay.

PD: -Hoy el rock uruguayo tiene otra credibilidad, antes era un país importador de rock y nada más. Sacar un producto de Uruguay era impensable.

JN: -Si algo no hicimos bien fue ser optimistas. Confundir que teníamos algo bueno musicalmente y como grupo humano con que por eso nos iban a venir a buscar. Nos creímos lo de “Amo este lugar”. En un momento nos ofrecieron ser teloneros de Jaf en Argentina y dijimos: “¿Vos estás loco? Nos tiene que atar los zapatos; por más blues que tenga, es un baladista”. Después entramos, como bien define Fernando Peláez -el curador de la muestra- en la etapa de “limbo rock” a partir de que firmamos con el sello BMG, donde la gente te dice lo que querés escuchar y estás como en un pedo. PD: -Con el trabajo que dio lograr algo aquí, no sé cómo podríamos haber logrado algo afuera.

¿Sienten que hoy las cosas les hubieran sido más fáciles?

PF: -Bueno, los medios están más aceitados y la industria más ágil, pero es difícil de pensar, sería hacer futurología.

JN: -Creo que nosotros fuimos la base o el pavimento para que esto pudiera correr. En lo bueno y en lo malo, es decir, lo que se debe hacer y lo que no. Hay un montón de cosas que no se deben hacer y los grupos de hoy no las hacen, mientras que nosotros sí las hicimos. Se ve que dijeron: “Éstos estaban bien pero ahí le erraron". Por ejemplo, ir a Buenos Aires constantemente a pérdida para generar un mercado, qué sé yo… Me acuerdo de que una vez hice un berrinche porque estábamos en un hotel cuatro estrellas y debíamos estar en uno de cinco… creo que nos mudaron.

PD: -Sí, ¡a uno de tres!

JN: -Me parece que debíamos haber sido más humildes, agachar la cabeza y darte cuenta. En definitiva, creo que fue eso, sumado a un poco de inocencia de que a Uruguay nos iban a venir a buscar. De hecho, una vez vinieron de MTV, vieron cómo era esto y no volvieron más, y no fue un tema con Níquel.

Entonces, ahora que la cosa se encarrilló, ¿no es tentador poner a Níquel sobre los escenarios?

JN: -En forma permanente no.

PD: -Lo dijiste bien: es tentador, debería llevar un análisis bastante interesante. Pero, si sucediera, lo primero que yo no haría es ir a tapar los baches que dejé en el pasado. Tenés que ver otras alternativas. Ya todos tenemos ese bagaje de mierda y de cosas increíbles, la sonrisa más grande y todos los llantos del mundo; de eso estoy hecho. De ahora en más puedo hacer algo, pero sobre la base de decir: “A ver si ahora lo hacemos bien”.

JN: -Sería no ser fieles a lo que fuimos. Creo que una cosa que está buena de esta muestra es que estamos aprendiendo a vernos y a aceptarnos. Porque durante un tiempo fue todo un tema. Si tuviéramos algo nuevo para hacer y ganas de hacerlo, puede ser, pero no porque sea tentador.

PD: -Juntarnos y tocar puede ser divertidísimo, más con la experiencia que hemos acumulada. Me gustaría verlo, pero de ahí a replantear el proyecto, creo que no. No sé qué cosas tendrían que pasar.

JN: -Ya estamos grandes. Tenés que tener unos temazos y una terrible coartada personal, grupal y espiritual que amerite hacerlo. Cada uno en su medio y a su forma ha logrado continuar con su vida y con su carrera profesional. Desarmar eso o integrarlo es difícil. Nosotros nos entregábamos de pies y manos a la banda. Estamos viendo qué pasa, nosotros en la cola para entrar a la exposición tenemos los primeros números, va a salir un disco y un DVD, nos vamos a encontrar con los otros compañeros de la banda, que son una docena. Queremos ver cómo se ve la historia de Níquel en un espacio y por una gente que la armó con mucho cariño y arte.