-¿Dónde naciste?

-En Montevideo, estuve unos años viviendo en Cerro Largo… [se interrumpe] Uh... ¿me iban a hacer fotos? Yo ni siquiera me afeité, vine así nomás.

-¿Y cuál es el problema?

-Tengo un contrato que me exige hacer fotos de determinada manera, hay una cláusula de imagen que dice que debo aparecer afeitado, de lentes negros y con campera de cuero o traje. Son requerimientos del sello argentino Constitution Music, que plantea trabajar de cierta forma para conseguir grandes logros. Me plantearon hacer determinadas cosas para poder ser un cantante internacional y poder vivir de lo que quiero. Yo, la verdad, les tengo mucho miedo a las penurias económicas, ni siquiera doy clases de canto, vivo solo de ejecutar el canto y me he planteado logros. Hasta cierto punto comprendo y avalo, porque nuestra forma de trabajar a veces -me incluyo- es más descuidada. Por ejemplo, llegamos a la prueba de sonido sobre la hora, con el cable de la guitarra quebrado. Me pasó en Europa que llegué diez minutos tarde a una prueba de sonido y casi me quedo sin tocar. Lo que este sello argentino plantea es hacer una carrera que permita tocar en Europa todos los años, ir de un país al otro, algo grande de verdad. Entonces cuidan todos los detalles. A mí me parecían cosas raras al principio, después fui entendiendo que ellos saben. Son los del grupo Tanghetto, están constantemente de gira. Yo antes cantaba de traje, corbata y con estos lentes (señala sus lentes de aumento), hasta que me dijeron que me vistiera de tal manera. Quizá lo fingido fuera el traje y la corbata. Aquí cuando empecé con eso me puse a todo el mundo en contra… estuve cuatro años con todos los tangueros en contra.

-¿A partir de ese contrato?

-Más bien a partir de empezar a tratar de trabajar separado de la cuestión del tango clásico, inmaculado y de museo, que no quiere decir que yo no lo sienta. Adoro el tango viejo y creo que así lo ayudo más que lo que le puedo hacer en contra. Si me pongo una moñita y me engomino el pelo, a la juventud le echo flit; en cambio, si grabo un tango electrónico, me visto de otra manera y meto otras cosas, lo escucha un pibe de 25, le agarra el gusto al fuelle y va a escuchar a Troilo. Entonces le estoy haciendo bien al tango.

-La Orquesta Fernández Fierro se abrió camino así, yendo en contra de determinados preceptos tangueros pero manteniendo otros a sol y sombra.

-Cuando llegué de París el año pasado, acá no me daba laburo nadie: “¿Quién se cree que es éste que se pone esos lentes y esa campera?”… Y yo no me creo nada, sólo intento hacer las cosas bien. Es que los tangueros no han entendido -me refiero al ambiente de tango más hermético- que cerrar las puertas le hace mal al tango. Acá hay que arrimar gente y no sacarla. Si vas a una milonga y no entendés los códigos no salís a bailar. Me ha pasado, he ido con amigas y no me animo porque están todos pendientes: le tenés que hacer la guiñada, bajar la cabeza para que la mina salga. La mina, a su vez, tiene que esperar que el tipo llegue a buscarla a la mesa… Pará, paremos un poco, porque vamos a quedar cinco. Lo mismo sucede en los shows; cuando canto una canción de Darnauchans casi no aplauden porque no es tango. Pero seguiré cantándolo lo más que pueda. Siempre voy a meter algo del Darno entre medio. De a poco lo van aceptando pero la sufrí, ya grabé “Los reflejos” y ahora en vez de meter una milonga de puñaladas estoy cantando “El nudo desatado”. Les pedí a los muchachos del sello que me dejen poner una canción del Darno por disco y aceptaron; el contrato es por tres discos. Siento una gran deuda con Darnauchans por lo que su obra significó para mí. Su poesía me atrae mucho.

-¿Cómo llegás al tango? Supongo que arrancaste por el rock, como cualquier persona que transita los 30. O mejor aun: ¿cómo llegás a la música?

-La banda de mi corazón son los Beatles. A escuchar arranqué a los nueve años, con los discos de vinilo de mi viejo: Creedence, Beatles, Carpenters, Tabaré Etcheverry, Serrat, Los Olimareños. Mi viejo murió cuando yo tenía cuatro años; él tenía 28, en dictadura. Me quedaron muchos discos de él, sobre todo en español. De todas formas, si hay un momento clave es cuando escuché “Al botón de la botonera” en vivo por Canciones para no dormir la siesta; ése fue el momento de cambiar los espacios de juego por la música. A los 14 años ya tenía una bandita en la que cantaba y tratábamos de escribir canciones.

-¿Y el tango?

-A los 16 años escuché “Vieja recova” en Radio Clarín y a partir de ahí mucho Gardel. Después, Magaldi, Corsini, Troilo, Pugliese…

-¿Te metiste solo?

-Mi abuela y mi tía escuchaban tango, pero a mí nunca me llamó la atención hasta ese día en que apareció Gardel con “Vieja recova” en el silencio de la noche y en la radio del cuarto. Me sorprendió esa voz con tanta oscuridad, el sonido y la letra, a tal punto que al otro día ya estaba buscando las horas "pares” para escuchar a Gardel, y lo hice durante un tiempo de forma sistemática. Incluso empecé a escuchar a Gardel como folclorista: nunca se lo nombra como folclorista y fue el primer grande en ese género, porque si es el mejor cantante de tangos seguramente también lo sea de folclore. Me hizo sentir un criollismo impresionante, a tal punto que me compré un caballo y me iba en él a lo de una tía, a 30 kilómetros de Montevideo. Consumí mucho folclore; de hecho, una de las tareas de vida que tengo -al menos en mis espectáculos- es unir al tango y el folclore, que en algún momento de la historia se separaron y no entiendo por qué. Me parece que es malo para ambos tener dos quioscos chicos en vez de un gran almacén. Es mi humilde opinión; aunque puede parecer atrevido, se supone que recién empiezo y tengo un disco recién editado cuya segunda canción es, justamente, “Mañanita de sol”, un malambo; no es casualidad.

-A través de la radio nace el amor por Gardel. ¿Lo estudiaste a fondo?

-Soy fanático de Gardel y de los cantores de esa época. Para mí Gardel es incomparable. Soy de los que piensan que cada día canta mejor. Me resulta inalcanzable, su obra es perfecta. Además, fue un embajador de nuestra tierra, que en su momento tenía detractores que lo llamaban "extranjerizante" porque hacía las cosas afuera, y no se ponían a pensar que el tipo estaba expandiendo nuestra cultura en el mundo entero. No creo que hoy haya un artista que se pueda reunir con empresarios de cine norteamericanos para plantearles que va a hacer películas en español, con argumentos rioplatenses, criollos, y que los tipos le digan: “Cinco películas, amigo”. ¡Gardel lo hizo! Para mí es una figura como del modernismo porque registró su voz, su imagen y murió en el medio de transporte más avanzado que hay hasta el día de hoy. Una gira en avión en 1935, ¡una cosa de locos! Y todo fue por su voz.

-¿Cuándo te diste cuenta de que querías cantar como él?

-Yo seguí con el rock en paralelo a Gardel. No lo compartía mucho por el prejuicio de “está escuchando música de viejos”. Empecé haciendo repertorio de Gardel no por quererlo imitar sino porque es el que más me gusta. Sé que hay muchos tangos hermosos, pero cada vez que me dan ganas de cantar uno, es de Gardel. Es cierto que fui estigmatizado con el rótulo de imitador, y soy el primero en decir que no puedo hacerlo, pero mi maestro de canto es Gardel. Más allá de que haya estudiado canto con varias personas, Gardel es una escuela. Pero Corsini, Magaldi, Rosita Quiroga y Azucena Maizani también lo son y me gustan mucho. Hay una diferencia grande entre querer imitar y seguir una escuela. Ahora muchos cantan fraseando a lo Goyeneche, y no he visto que les digan imitadores; es otra escuela. Quiero lograr un canto descollante, por eso sigo estudiando. No sólo Gardel entra en mi canto, también Robert Johnson y el propio Paul McCartney. Arranqué con esto en 2007-2008, ha corrido agua bajo el puente y digo “bien” porque fue en ese momento que empecé a ir a Buenos Aires asiduamente. Al principio iba solo a la puerta de los teatros a repartir un demo, después aparecieron Gustavo Colman y la gente de Tanghetto. Iba todos los meses, siempre a pérdida.