La presentación del libro “Al borde del abismo. Uruguay y la gran crisis del 2002-2003”, de Carlos Steneri, quien se desempeñó como Agente Financiero de Uruguay en Estados Unidos (EEUU) y Canadá, sirvió como reencuentro de buena parte de las autoridades de la administración Batlle, entre ellos los tres ministros de Economía que se desempeñaron en aquel quinquenio: Alberto Bensión, el disertante Atchugarry e Isaac Alfie. También estuvieron otras figuras coloradas, como el ex presidente Julio María Sanguinetti y el líder de Vamos Uruguay, Pedro Bordaberry, así como otras vinculadas al Frente Amplio y al Partido Nacional.

Atchugarry, sucesor de Bensión en julio de 2002, en el momento más complejo de la crisis, comenzó elogiando a Steneri por haber estado “en la trinchera” de negociaciones con EEUU en “ese momento tan aciago”. Recordó que aquel proceso tuvo sus orígenes en la región, impactando primero en Brasil, que devaluó su moneda en 1999, y contagiándose luego a Argentina, una crisis “que de lo económico pasó a lo institucional” con el derrocamiento en Argentina del ex presidente Fernando De la Rúa. En ese sentido, resaltó que Uruguay logró salir de la emergencia resguardando su institucionalidad: “Acá no hubo un presidente que se tuvo que ir sino uno que se quedó y asumió el problema”, contrastó, ponderando luego el hecho de que “el sistema político también respaldó” el camino elegido desde el Poder Ejecutivo, cuando el Parlamento “se reunió un fin de semana y votó lo que tenía que votar”. Destacó la negociación mantenida con EEUU para lograr “la salida a la uruguaya”, que luego de iniciarse “con las manos totalmente vacías” culminó con “un gran gesto” de las autoridades estadounidenses. Advirtió que esa salida fue posible específicamente para las condiciones de Uruguay, y por lo tanto “no necesariamente transferible a otras realidades”. Subrayó que aquellos acontecimientos dejaron “una memoria colectiva que fortalece al Uruguay”. “Lo que estábamos haciendo era por nosotros, pero más que nada por nuestros hijos y nuestros nietos”, agregó.

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El autor del libro contó que para él “fue un honor” servir al país en un momento tan complicado y subrayó la importancia del sistema de partidos. “Es bueno saber en las trincheras que atrás hay una retaguardia”, graficó, jerarquizando luego el hecho de que “Uruguay buscó un camino propio, que estuvo centrado en el cumplimiento de los contratos y en la preservación de las instituciones”, y evaluando “la ineficacia de aplicar recetas”. Sobre esto, analizó que si bien Uruguay es apreciado desde el exterior “como un ejemplo para aplicarse en algunos países de Europa”, el único elemento a replicar de la experiencia local es la relevancia de contar con "liderazgo político" y que "cada país busque su camino específico”.

El “Flaco” cuestionó al FMI por sostener que “Uruguay vivía una ilusión” y debía declarar la cesación de pagos de su deuda (default). Entonces, el gobierno se plantó en la idea de que el activo más valioso "de un país pequeño es su credibilidad y su confianza”. Atchugarry, por su parte, felicitó “el papel de Danilo Astori, que en su momento tuvo que ir en contra de su propio partido”, y también a Batlle, de quien aseguró: “Yo sé que se rompió el alma”.

Gracias a vos

El vicepresidente destacó la relevancia del libro, elemento “fundamental para tener memoria colectiva” de la crisis, pero observó que “no es un libro del pasado” sino que habla “acerca de una potencialidad muy grande del país, y por eso pone énfasis en el futuro”. De ahí la importancia de “ver el contexto” y analizar “las consecuencias de situaciones que se daban día a día”. Y enumeró: “Las angustias, los disgustos, las alegrías, los progresos, las frustraciones, los retrocesos, el creer que habíamos avanzado e ir para atrás de nuevo porque a un señor se le ocurrió decir que no”, evocó.

El ex ministro de Economía de Tabaré Vázquez hizo mención de “todos quienes tomaron decisiones”, pero en particular destacó a Enrique Iglesias en su papel de presidente del Banco Interamericano del Desarrollo (BID) y a John Taylor, subsecretario del Tesoro estadounidense y facilitador del préstamo que permitió al país evitar el colapso. “Un señor al que nunca terminaremos de agradecerle lo que hizo”, agregó.

“Es un libro sobre la controversia entre un país que no huyó de sus responsabilidades y una institucionalidad internacional con un claro desconocimiento de cómo se resuelven las crisis bancarias en economías altamente dolarizadas”, puntualizó Astori, afirmando que hubo “una enorme orfandad conceptual”. Pero no se puede comparar la actitud del FMI, que exigía “una salida a la argentina, con la del Banco Mundial o el BID, porque fue muy diferente, como fue muy diferente el comportamiento del gobierno de EEUU”, que movilizó influencias para socorrer al país. “Ésa fue la discusión y Uruguay logró imponer su camino (…), un camino que garantizara ser un deudor serio”, con lo cual “el país se la jugó, arriesgó y le fue bien”, evaluó. Por último, valoró que aquella crisis dejó al país y al mundo “muchas enseñanzas” sobre economía y finanzas, pero advirtió que “aquella orfandad conceptual sigue vigente” en los días que corren e incluso “está incrementada y acentuada”. “Antes no se sabía qué hacer, pero ahora no se sabe lo que está pasando”, alertó el presidente del Poder Legislativo. “Uruguay no huyó de los problemas y los enfrentó, no siguiendo el camino más fácil sino el más difícil, pero el más coherente con su historia y con su potencialidad”, sintetizó Astori, enfatizando que “si Uruguay está teniendo buenos resultados económicos, en gran parte se debe al camino que se eligió”.

La garra charrúa

Cuando Astori terminó de hablar, Batlle encontró la oportunidad de hacerlo aunque no estaba previsto. El ex presidente se levantó de su asiento en la primera fila, saludó a los tres disertantes y tomó el micrófono argumentando que tenía “una obligación moral”. Resaltó los discursos y elogió al vicepresidente porque “dio una clase brillante, como siempre”, añadiendo respecto de Steneri que su libro “es fantástico, pero lo que sufrí leyéndolo…”, comentó. “Por suerte sabía que el final era feliz”. Sobre el contenido de la obra, apuntó que “lo más importante es el hecho central de que nuestra sociedad tiene la capacidad de remontarse ante la adversidad”. Destacó a los equipos económicos de su gobierno, que padecieron “los ataques reiterados de aquella gente que por tener más dinero del que se puede, sacaron el dinero del país, lo pusieron en las Islas Caimán, y pretenden que el Uruguay se los devuelva. Y eso sí que es inmoral”, disparó Batlle a los hermanos Peirano. Como los otros disertantes destacó positivamente el comportamiento del sistema político, “que respondió de manera formidable” dado que “los blancos apoyaron y ¿qué hicieron los frenteamplistas?: también apoyaron”, celebró. “Es una gran lección que aprendimos”. En este punto, analizó, lo que estuvo en juego “no era una cuestión de dinero sino institucional, de preservación de la democracia, y con la salida acordada se logró salvar al país” de arriesgarla. También criticó al FMI al evocar la llamada telefónica desde el organismo para “pedirme que diera el default”.

Luego, haciendo uso de su capacidad de generar polémica poniendo tópicos en discusión, Batlle declaró que la crisis de 2002 “fue una cosa hermosa”. “Nos hizo mucho bien” porque implicó “poner la moral arriba de la mesa para defender” una idea de país y comprobar que “la palabra empeñada sigue siendo más fuerte que el papel”. Y, viejo navegante al fin, para cerrar le guiñó el ojo a Atchugarry: “(Usted) es un desperdicio, la política lo espera”.