A comienzos de 2010 empezó a circular "Dear god, I hate myself", un videoclip de la siempre extrema banda Xiu Xiu en el que se registra, tal como si fuera una de esas shockeantes performances del movimiento accionista vienés, a Angela Seo (la mujer detrás de los sintes del dúo) metiéndose los dedos en la garganta para inducirse el vómito mientras Jamie Stewart (líder de la formación) tranquilamente come a su lado una barra de chocolate. Lejos de la ya de por sí visceral propuesta, lo que podría augurar meramente la clásica jauría de padres enojados o el reclamo de determinados grupos y organizaciones por la bajada del video de la web, la lectura que la misma Angela Seo hizo del fenómeno logró ser interesantísima y, en cierto modo, terminó de cerrar el concepto del videoclip. En una entrevista, la música (de evidente ascendencia asiática) señalaba que lo que más le sorprendía del fenómeno era la cantidad de críticas y amenazas vertidas hacia Jamie Stewart, la mayoría de ellas alegando un posible forzamiento de su parte a que la tecladista participara en el videoclip, cuando el concepto y puesta en escena había corrido por cuenta de ella. Para rematar, explicó que lo que más le preocupaba no era tanto la indignación de la gente, sino el machismo y racismo subyacentes al identificar, a priori, a una joven mujer asiática como inherente objeto de violencia y dominación masculina. Es así que, de golpe, como si se atravesara un espejo, Angela ponía en evidencia, detrás de la aparente posición moralista y escandalizada del público, una fantasía, un oscuro goce que se agitaba de fondo en la aparente defensa de sus derechos, con sus consecuentes imaginarios culturales y raciales (la asociación no es casual, considerando que las asiáticas suelen ser una fija en la plantilla de actrices a la hora de retratar un sometimiento sumiso).

Con el video, Angela muestra que ante toda reacción instantánea de resistencia hay que pensar cuál es el combustible que la pone en movimiento, incluso pudiendo hacer trascender el video y llevarse el ejemplo hasta la gran cantidad de escándalos vinculados a la violencia y sexualización infantil, cuando por momentos, parecería que lo que más altera a la gente no es tanto la vulnerabilidad de los niños en su exposición como objetos de deseo sino la propia vulnerabilidad de los mayores a la hora de mantener a raya sus propios deseos inconfesables.

Music television?

Este caso sirve como introducción a algo que se ha notado particularmente en los últimos dos años: la creciente violencia manifiesta en los videoclips, pero como algo diferente a la violencia estándar presente en casi la mayor parte de la programación televisiva, algo que, al ir más allá, deja en su espuma algunos elementos que sirven para poner en tela de juicio las fantasías de la sociedad actual.

La primera premisa que cabe señalar respcto de tal fenómeno es el destronamiento radical de MTV como portador de la última palabra a la hora de presentar videoclips. Cualquier persona mayor de 18 años puede recordar, de manera precisa o fugaz, una época lejana en la que dicha señal funcionaba como un canal de música, antes de que aquello metamorfoseara en una colección de realities sobre estrellas de rock devenidas en caricaturas decadentes, niños gordos que quieren ser populares o quinceañeras que preparan quisquillosamente sus fiestas. La primera reacción ante tal disolución fue la de pensar los videoclips como futura arte extinta -sobre todo a proyectarse éstos en una menor difusión que iría generando un abaratamiento de los productos audiovisuales-, pero, casi por el contrario, lo que finalmnte se gestó fue una radicalización de la propuesta (incluso en lo que refiere a presupuestos -y si no creen en esto vean el hiperbólico y, por así decirlo, jacksoniano “Runaway” de Kanye West-) con la consecuente creación de videos que nunca podrían haberse trasmitido en dicho canal -ya sea por la duración, la propuesta, o el contenido-. YouTube y su hermano más profesional, Vimeo, se convirtieron en los nuevos medios mediante los cuales el público podía no sólo elegir qué videos ver -hagamos el ejercicio de recordar cómo era quedarse prendido a MTV esperando que apareciera de una vez “ese” video que tanto queríamos ver- sino producirlos ellos mismos. Es difícil decir algo que ya no se haya dicho respecto a dichas páginas y comunidades de internet, pero un detalle fundamental que cabe mencionar es la manera en la que se eliminaron los escalones intermedios, en la que con un golpe de suerte una coyuntura particular de los hechos o mediante una inventiva o aparato mediático muy bien articulado uno podía pasar de ser un don nadie a, bueno, un don nadie con un video de más con tres millones de vistas. Por tal motivo, es entendible que se haya radicalizado la propuesta, con bandas más pequeñas, muchas de ellas independientes, con la intención de hacerse conocer con videos más jugados o extremos.

La espuma

Uno de los videos más relevantes de los que incluyen violencia gráfica y trasfondo social específico fue el díptico conformado por "Stress", de Justice, y "Born Free", de M.I.A., ambos dirigidos por Romain Gavras. En el primero se muestra a un grupo de adolescentes negros y árabes con camperas de cuero arrasando París, atacando y destruyendo todo lo que se interpone en su camino. Lo que llama la atención no es la violencia en sí -ya se habían visto cosas peores en la televisión- sino una particular sensación de indefensión ante un otro radical al que nada ni nadie puede detener y que parece venir a por el espectador (los jóvenes encuerados no sólo destruyen a patadas una radio que reproduce uno de los hits de la banda francesa sino que atacan a los mismos directores del video). La primera reacción que genera el videoclip es la de miedo, pero la primera lectura es la de estar ante un producto jodido, claramente demonizador de una clase social específica. No obstante, trs verlo varias veces uno percibe que ese exceso, esa obscena radicalidad pone sobre el tapete las fantasías, el desmontamiento del fantasma de la sociedad parisina en tiempos de Sarkozy; en otras palabras, el mismo monstruo que ellos crearon. En el segundo la violencia corre por parte de un aparato policial que se dedica sistemáticamente a apresar y aniquilar a pelirrojos. El ejemplo absurdo de considerra a los pelirrojos como un pueblo en sí también muestra el cuero negro, ahora en los policías, como una continuación de los personajes del videoclip anterior. La violencia fija un continuum entre reprimido y represor.

Varias las listas de los mejores videoclips de 2011 parecen mostrar que un tema fundamental es la espectacularización de la violencia. En tiempos en los que podemos ver el ahorcamiento de Saddam Husein o al menos la reacción de Barack Obama y Hilary Clinton al observar el asesinato de Bin Laden (algo mucho más interesante y que mustra que lo “meta” llegó hasta la política y los medios de televisación) lo que videos como "Is Tropical", de The Greeks, y "The Day I Die", de South Central, señalan es el sedimento, la marca de la ola de toda aquella exposición. El primero muestra a un grupo de niños jugando con armas de juguete, con la particularidad de que éstas (por medio de filtros de animación que pretenden asemejarse más a las de los dibujitos que emular la realidad) disparan balas, atraviesan sus cuerpos y los hacen sangrar. Varios niños involucrados mueren una y otra vez, cmo señalamiento de la eterna circularidad de tales juegos. Uno podría pensar que, en definitiva, no es más que un juego de niños, pero en el exceso (los niños no sólo son disparados, muchas veces son electrocutados o son víctimas de acribillamientos dignos de Scorsese) hay algo que toca un punto en particular y que adquiere completa densidad en el momento en que recrean una de las ejecuciones de soldados norteamericanos por parte de los grupos fundamentalistas árabes. En la escena, los niños portan turbantes y bigotes caseros, y la cámara se acerca temblorosamente como aquellos videos que fueron subidos por Al Jazeera en redes como YouTube. El efecto traumático de ver a niños jugando “juegos” de grandes puede verse en su radical opuesto en "World Class Driver", de Felix Cartal, en e que vemos un entorno sórdido que haría considerar las fotografías de Weegee un picnic de Renoir, en donde un montón de viejos se juntan a bailar y a drogarse con todo (en algunos aspectos, también podría señalarse como el reverso de Y Control, de los Yeah Yeah Yeahs, con un similar estilo sórdido al del director Chris Cunningham).

"The Day I Die", por su parte, se resume, sencillamente, a la mira de un francotirador, disparando a gente al azar en un estacionamiento mientras los integrantes del dúo electrónico caminan parsimoniosamente entre la multitud desesperada. La forma en la que está filmado adquiere otra notoriedad al tener en cuenta que el álbum de los ingleses no lleva otro nombre que The Society of Spectacle (“La sociedad del espectáculo”, en referencia a la obra de Guy Debord). La realidad y la violencia se despojan de nosotros, se convierten en un espectáculo, hasta ocuparse de sentir por nosotros mismos, borrándose la delgada línea que separa un videojuego de la vida. Esta línea también difumina la frontera que separa los videos que estudian la violencia en sí misma, de los que caen en ella sintomáticamente. Un ejemplo de esto podría ser "I Love the Way you Lie", de Eminem y Rihanna, en el que lo que aparentemente es una disección de las relaciones autodestructivas suscita, como plus al goce, no otra cosa que la sensualización de la violencia doméstica (utilizando a nada menos que a Megan Fox para el papel).

Mátame lentamente

La otra línea fundamental que circula es el claroscuro, la superposición de violencia en videos cuya atmósfera puede ser plácida, o viceversa. El ejemplo más sencillo y gracioso puede ser “Deathbound”, de Mastodon, un video en el que nos adentramos en un universo paralelo de títeres del estilo de Fraggle Rocks, que se ofrecen a un festín caníbal totalmente descontrolado. Aun así, los matices suelen ser mayores en la transposición de sensaciones de un video como “Sweetest Kill”, el último corte de Broken Social Scene, en el que una mujer en una cena romántica duerme a su esposo y le corta los miembros. Los realizadores del video no escatiman en detalles, vemos que la mujer alterna entre hachas y sierras para lograr su cometido. Lo que vuelve el video en algo distinto a una mera implementación del cine gore al mundo de los videos es el hecho de que la mujer termina en una especie de éxtasis romántico y sensual mientras entierra los miembros de su pareja en el jardín (escena que cala bien con la placidez de la canción). Por una senda casi contraria circula “Bronx Sniper”, de Mister Heavenly, en el que lo que parece ser una reversión 2011 del clásico de MTV “We’re Not Gonna take it”, de Twisted Sister, comienza siendo una divertidísima celebración de la destrucción de un hogar (en su más dionisíaca y pirotécnica literalidad), terminando con el sacrificio de un niño, en una especie de rito extrañísimo, en el que se le extirpa de su vientre una mano dorada. El recurso apunta a dislocarnos como espectadores, aquello que nos estaba divirtiendo tanto de pronto deja de ser divertido, se vuelve otra cosa, como el desenlace de la violación en Ocurrió cerca de su casa, la película belga de Rémy Belvauz, André Bonzel y Benoît Poelvoorde, que actuaba como una especie de reality show de la vida de un simpático asesino.

Preguntarse por las razones que generan tanta violencia requeriría otra nota aparte, pero algunas líneas se pueden seguir tras “Money and Run”, el último video de UNKLE (cantado por Nick Cave), en el que un ministro más loco que Nicholas Cage en la reversión de Bad Lieutenant hace absolutamente todo lo que quiere, incluso acosar a mujeres desnudo y con la máscara de la reina Isabel. Podría pensarse en la crisis económica mundial, en que lo que en su momento denunciaban los punks en los 70 (acordarse el alfiler en la boca de la reina) ahora lo hacen directores de videos y publicistas. Preguntarse si esto es un avance o un callejón sin salida es menos claro que saber que la violencia sigue siendo la misma, pero empezó a tocar otros medios.