Un tribunal presidido por el inmunólogo Guillermo Dighiero e integrado por 20 académicos y artistas resolvió otorgar el Gran Premio a la Labor Intelectual del MEC al físico Rodolfo Gambini (Montevideo, 1949) y al poeta Washington Benavides (Tacuarembó, 1930). De algún modo, al distinguir a un representante de las ciencias duras y a otro de las letras, el jurado intervino salomónicamente en el actual debate sobre la utilidad de las humanidades y las ciencias.
“Para Uruguay es un progreso, porque hasta ahora la labor intelectual estaba identificada con las letras, que tienen una tradición muy buena en nuestro país, pero se desconocía el avance que en los últimos 25 años hubo en el campo científico. En 1985 había una veintena de científicos en el país; hoy son más de 1.500. Eso explica la capacidad del país para responder a los cambios que tiene enfrente”, opina Gambini, que fue uno de los responsables del proceso que describe: en ese lapso presidió alternativamente el Conicyt y el Pedeciba, y es director del Instituto de Física de la Facultad de Ingeniería de la Udelar: “Mi trabajo está alejado de la aplicación inmediata, se trata de ciencia pura, y de alguna manera sentí la necesidad de vincularme al país a través del impulso y la gestión de la ciencia”.
Los campos de estudio a los que se refiere son la relatividad general y la teoría de la gravedad cuántica (una aproximación a la labor de Gambini se puede leer en suplemento Aleph del 25/03/2011, disponible en http://ladiaria.com.uy/suplemento/-cultura-cientifica-1/2011/3/25/). “Al dedicarme a la física fundamental estoy vinculado a las formas de la tradición intelectual de nuestro país. Me gustaría que también hubiera premios a la labor intelectual para científicos abocados a la ciencia experimental, que tendrían que ser reconocidos”, comentó.
Gambini ya compartió homenajes con poetas: en 2010 la Udelar le concedió el Doctorado Honoris Causa junto a Ida Vitale: “En esa ocasión me referí a las vinculaciones que tiene mi trabajo con los temas filosóficos. Ahora me gustaría hacer énfasis en lo estrictamente científico”.
A Benavides le parece “formidable” compartir el premio con un físico: “Pensé inmediatamente en los presocráticos, que para fijar sus definiciones científicas recurrían al verso”. El debate reciente sobre ciencia y humanidades le recuerda a las divisiones entre música y poesía: “En realidad nacieron juntas, luego hubo un divorcio y ahora se recompuso el matrimonio gracias a varios cantautores que son verdaderos poetas”.
El poeta, que se apresta a presentar un nuevo libro bajo su heterónimo John Filiberto, cree que el premio que acaba de recibir es “toda una alegoría”: “Que alguien a quien cuando siendo un adolescente profesor de historia del arte le prendieron fuego en la plaza pública su primer libro publicado [ver http://ladiaria.com.uy/articulo/2012/4/pero-mas-sabe-por-viejo/ ] reciba 60 años después el premio más importante del país me parece una señal de que no hay que aflojar. Es un mensaje a todos esos artistas jóvenes que están en un pueblo del interior y sienten que no hay salida. Hay salida: trabajar, agachar la cabeza. Ya vendrá quien diga que lo que hacemos sí vale”.
La entrega del Gran Premio a la Labor Intelectual se interrumpió durante la dictadura y reapareció brevemente tras la reanudación democrática. En 2009 fue retomada y recayó en el historiador José Pedro Barrán. Hoy el premio reparte 400.000 pesos y la ceremonia será el 1º de noviembre en el Teatro Solís.