Como en estos tiempos cualquier frase que incluya algún concepto general sobre la vida suele ser considerada filosófica, corresponde advertir que la del título no se la debemos a José Ortega y Gasset sino a Ramón Bautista Ortega Saavedra, más conocido como Palito; está en la letra de la canción "Convivir", con la que ganó el Festival de la Canción de Piriápolis en 1966.

Es difícil, dice la misma canción, "mantener día tras día ese calor / de los comienzos tan hermosos de un amor", como si aludiera a las dificultades del Frente Amplio (FA) para conservar altos niveles de aprobación y de intención de voto en las encuestas. "Lo cotidiano puso a prueba nuestro amor", señala, como si hablara de la diferencia entre las aspiraciones programáticas y los desafíos de la gestión". "Sólo hay reproches, / no hay caricias como ayer", lamenta, como si evaluara las relaciones entre el oficialismo y la oposición durante 2012. "Hemos perdido el interés de conversar sobre los dos", "vivimos juntos por costumbre nada más, / no es por amor", constata con tristeza, como si se refiriera a la situación interna de los partidos.

Consciente de tales dificultades y de muchas otras, el Poder Ejecutivo dio a conocer el 20 de junio un documento titulado "Estrategia por la vida y la convivencia", en el cual situó la cuestión de "la violencia" como un resultado "de largos procesos acumulados de exclusión", añadiendo que en realidad "el problema no es sólo el delito, sino también la cultura de intolerancia, crispación y violencia cotidiana que ha construido la sociedad uruguaya en los últimos años".

Esto, según los autores del documento, "se expresa de muy variadas maneras, algunas públicas, otras más privadas", entre ellas "la violencia en los espectáculos deportivos y la participación masiva de personas en grescas callejeras"; "la violencia sistemática hacia los espacios públicos"; "el fuerte aumento de la violencia contra las personas en robos y asaltos"; "la violencia entre alumnos y entre alumnos y profesores en escuelas y liceos"; "la violencia silenciosa en el hogar y contra las mujeres, los niños y la tercera edad"; "los accidentes de tránsito, en particular con las motos y la falta de prevención así como las nuevas maneras de circular como las picadas u otros juegos similares"; y "los sucesos ocurridos, aunque aislados ellos, en el sistema de salud". Con esto último se aludía al caso de "los enfermeros asesinos" que causó alarma nacional e internacional en marzo de este año, aunque meses después parece probable que los dos trabajadores de la salud procesados no hayan cometido ni cerca de la cantidad de homicidios de los que se declararon culpables.

Virajes

Ante semejante problemática, y convencido de que revela "pérdida de respeto por la vida humana y a la convivencia ciudadana", así como una devaluación de los "logros educativos y culturales", el Ejecutivo planteó la mentada estrategia, apostando a "la convivencia como solución" y con el "objetivo principal" de "vencer el miedo en la sociedad a partir de garantizar los derechos humanos y la seguridad de sus habitantes". Todo desembocó en el anuncio de 15 medidas, varias de las cuales se habían discutido previamente entre muy pocos. Como era esperable, en algunos casos aún están en discusión, sin que se sepa cuál será su forma definitiva en caso de que adopten alguna.

Fue vasto el territorio abarcado, desde la cuestión de las penas para "los menores infractores" (que, a juzgar por la creciente severidad con que algunos quieren tratarlos, parecen ser considerados los mayores infractores de todos los tiempos) hasta la idea de construir "plazas de convivencia" en algunos barrios, pasando por la actualización de criterios para la difusión de contenidos violentos en la televisión abierta y por una extraña combinación de normas relacionadas con las drogas ilegales: por un lado, la posibilidad de "internación compulsiva" de sus consumidores; por otro, la regulación estatal de la producción y venta de marihuana (pero hace pocos días el presidente de la República dijo, con un llamativo enfoque de su papel como jefe político y de la división de poderes del Estado, que había "frenado" el trámite parlamentario del proyecto sobre cannabis porque, a su entender, aún "no está madura" la aceptación de esa iniciativa "en la calle"). De todos modos, bajo un título tan general cabrían muchos capítulos más, ya que la sociedad entera no es otra cosa que el resultado de la convivencia entre seres humanos. La vida mostró, por ejemplo, que no habrían estado de más algunas referencias a la violencia vinculada con el racismo, o a la que implican los vínculos de dominación feudal sufridos todavía por las domésticas inmigrantes o por los trabajadores rurales que ejercen sus derechos.

Quizá debería haber llamado más la atención que este gobierno encabezado por un ex guerrillero, partiendo de una idea semejante a las que predominaban en la izquierda cuando José Mujica era joven, llegara a una conclusión bastante distinta de la que condujo hace medio siglo a comenzar el proceso fundacional del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.

A comienzos de los años 60 también se postulaba que la violencia era una consecuencia de las injusticias sociales, por culpa de los gobiernos pero también, y en el fondo, "del sistema". Eso llevó en muchos casos a considerarla un aspecto inevitable y en cierta medida legítimo de la convivencia social. Hoy el FA está muy lejos de sostener que haya cambiado "el sistema" (con optimismo, el ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, sólo ha llegado a plantear que se está construyendo un "protosocialismo"), pero sin duda considera que sus gobiernos son cualitativamente muy distintos de los anteriores, y por lo tanto asume que ya no se trata de organizar un sujeto social revolucionario capaz de lidiar con la violencia, sino de procesar reformas normativas y cultivar valores que, gradualmente, mejoren la calidad de nuestra interacción social y hagan retroceder a la violencia, ahora señalada como algo ajeno y contrario a la convivencia que nos merecemos.

Ayer, en su audición radial, Mujica sostuvo que "hemos llegado objetivamente a un nivel de recuperación que nos coloca en [una] frontera similar a [la de] aquellos años venturosos donde se consideraba a nuestro país la Suiza de América". Es casi decir que se ha cerrado un paréntesis durante el cual la violencia fue irremediable. Cuánto puede tener que ver esto con el impacto del terrorismo de Estado es un interesante tema para los analistas sociales.

Riñas y disputas

Sucede que mientras el FA -y en él los ex guerrilleros- proclaman ese nuevo enfoque de la realidad social, sus adversarios políticos también han recorrido un largo camino, en bajada, y están en otra. Ahora son ellos los que atribuyen la violencia y “la inseguridad” a una mezcla de acciones y omisiones en las políticas gubernamentales (debilidad y condescendencia ante el delito y los “desbordes” en general, políticas sociales erradas que consolidan la ajenidad al mundo del trabajo, desprecio y hostilidad hacia la propiedad privada y el mundo empresarial, etcétera). Es la política, estúpido: resulta muy improbable que blancos y colorados acepten que ahora es tiempo de convivencia pacífica.

El horizonte idílico propuesto por Mujica al comienzo de su mandato implicaba la construcción de políticas de Estado entre muchas otras reconciliaciones, incluyendo la de las Fuerzas Armadas con el resto de la sociedad. A medida que se acerca la fecha de las próximas elecciones, casi todo eso se disuelve en el aire sin haber llegado a ser sólido (al igual que la mejora de relaciones con el gobierno argentino). La oposición partidaria y social busca flancos débiles o trata de construirlos, a menudo en un golpeteo sin ton ni son, y el oficialismo tampoco apela a los métodos de Gandhi.

En la lógica de la disputa electoral, todo se amplifica hasta el aturdimiento y luego se reduce a 140 caracteres sin gramática ni fundamento. Lo mucho que hay de criticable acerca de la crisis de Pluna y el manejo de sus consecuencias por parte del Poder Ejecutivo se presenta como un abismo insondable de incompetencia y corrupción. Moderados intentos de introducir un poco de racionalidad y algún criterio de utilidad pública en el negocio de los grandes medios de comunicación, que el oficialismo ni siquiera impulsa en forma coherente, son denunciados como una aberrante arremetida totalitaria. Contra el gobierno departamental de Montevideo, que por cierto tiene muchas tareas pendientes, el ensañamiento es aun mayor: la estatua surcoreana emplazada cerca de la rambla es descrita como una abominación gigantesca; se arma un escándalo sobre la presunta compra de un sillón para el despacho de la intendenta sin que ningún periodista se moleste en ir a ver que no es uno sino un juego, igual al que se había deteriorado y relativamente barato; el funcionamiento del corredor Garzón requiere ajustes, pero se habla de él como si presentara problemas insalvables y el sistema previsto del que forma parte fuera un incomprensible disparate. Del lado oficialista, quizá porque en la oposición no abundan las propuestas, los intentos de descalificación se siguen centrando en las gestiones del pasado y se dirigen en forma creciente hacia las personas. No es mejor, por supuesto.

En esta anuaria de 28 de diciembre, y en una época en que la inocencia escasea, les deseamos de todo corazón que en 2013 la convivencia nos valga.