Obreros, palas y maderas pueden verse en la fachada desde mediados de enero. Según indicó Scheps, la obra llevará hasta 60 días calendario, lo que se traduce a tres meses aproximadamente. La decisión de construir una rampa apunta a suplantar el sistema mecánico con el que se contaba hasta ahora -un elevador para usuarios de sillas de ruedas-, de modo de independizarse de los problemas técnicos que este tipo de artefactos pueden presentar. Más aun, dado que el concepto de accesibilidad es más amplio y trasciende a las personas con discapacidad o dificultades motrices, la rampa es la acción que contempla muchos otros casos para los cuales es conveniente o necesario un diseño inclusivo, tal como las personas con convalecencias temporales, con coches de bebé, adultos mayores o incluso para evitar los peligros de una escalera resbaladiza en un día de lluvia.

En lo que respecta al diseño de la rampa, tendrá un desarrollo a lo largo del perfil del terreno, hacia el lado final del edificio, según explicó el decano de la Facultad de Arquitectura, quien diseñó el proyecto. Dado que debe contener una pendiente suave, el recorrido estará compuesto por tres tramos de distintos largos, lo que describió como “momentos diferentes”. A ello agregó que el trazado ha sido cuidadosamente pensado para que el recorrido sea agradable al campo visual y “que el diseño afecte lo menos posible al talud”. En este sentido, describió la rampa como “discreta y funcional”, pero que no sólo soluciona el problema de la accesibilidad; “no es sólo un aporte en reflexión sino en diseño”, ya que “nada es solamente utilitario”, aseguró.

Es así que el diseño de la intervención fue especialmente tomado en cuenta, respondiendo no sólo a los requerimientos técnicos establecidos por las normas UNIT, sino también a las limitaciones que pueda establecer la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, ya que se trata de un edificio declarado Monumento Histórico Nacional en el año 2000, con más de 60 años de historia desde su inauguración en 1946.

Si bien dentro del edificio hay ascensor y servicios higiénicos adaptados, aún hay espacios -como los institutos o la terraza de la cantina- a los cuales se puede acceder pero de manera asistida. De hecho, Scheps explicó que las carencias en la accesibilidad fue una de las observaciones que se le realizó a la institución para lograr la acreditación académica a nivel del Mercosur. Sin embargo, en tan sólo unos meses el acceso al edificio estará asegurado, y no por la puerta de “atrás” o de “servicio”, sino que todas las personas -con o sin sillas de ruedas, con o sin muletas, con mayores o con menos dificultades en su movilidad- podrán ir a estudiar, trabajar o conocer el histórico edificio sin distinción y de manera autónoma. Justamente, de eso se trata cuando se habla de garantizar el derecho de todas las personas a hacer uso de los espacios públicos.

En formación

Otro de los recientes avances implementados en la facultad en materia de accesibilidad consistió en que se dictó el primer curso opcional de Accesibilidad al Medio Físico. Se desarrolló de setiembre a diciembre del año pasado y estuvo a cargo de los arquitectos Graciela Mussio y Nicolás Li Calzi.

La actividad académica pudo realizarse con el apoyo de la Secretaría de Gestión Social para la Discapacidad de la Intendencia de Montevideo, que destinó 80.000 pesos en el marco de lo que fue el Compromiso de Accesibilidad 2011, de modo que efectivamente pudiera dictarse el curso en el que un año antes se habían inscriptos tan sólo cuatro estudiantes, por lo que no pudo llevarse a cabo. “Al haber logrado financiación externa, esta vez el curso se iba a hacer sí o sí”, explicó a la diaria el docente Li Calzi, cuando relató algunos detalles de esta primera experiencia. Para concretar la realización fijaron un horario más conveniente y atractivo, lo que hizo que esta vez la inscripción pasara de cuatro estudiantes a casi 50. Finalmente, 35 fueron quienes cursaron esta materia opcional que entre sus principales objetivos se plantea “fomentar la responsabilidad social del futuro arquitecto a la hora de proyectar en su vida profesional desde los distintos ámbitos en los cuales le tocará actuar”.

Según Li Calzi, varios de los estudiantes manifestaron en la primera clase del curso que se inscribieron “porque el tema es interesante y no se habla de esto en facultad”; mientras que alguno rozó el tema de la discapacidad por tener algún familiar cercano. Tampoco dejaron de aparecer quienes respondieron “porque me sirve el horario y los créditos”, pero el docente destaca lo positivo de esos casos ya que “donde le saquemos jugo [a ese tipo de casos] está genial”.

Durante el desarrollo del curso se aplicaron distintas metodologías, combinando lo teórico con lo práctico y vivencial. Para el espacio testimonial se contó con la presencia de la presidenta de la Fundación Braille, Antonia Irazábal, que es ciega; el doctor Gustavo Pini, quien se desempeña como juez letrado de la Suprema Corte de Justicia y tiene discapacidad de movilidad desde su nacimiento; el vocalista de la banda rockera Guatusi, Raúl González, a quien le amputaron una pierna a los once años; y Mariana Rebollo, integrante del grupo Danceability, que utiliza bastones. Según Li Calzi la elección no fue aleatoria; “a Mariana la invitamos porque tiene la misma edad que los estudiantes e igual que ellos estudia, trabaja, tiene novio, vive”. Asimismo evitaron invitar a usuarios de sillas de ruedas ya que es la imagen que suele tenerse arraigada cuando se habla de rampa o accesibilidad. Además el juez letrado Gustavo Pini estuvo a cargo del espacio del curso dedicado a la normativa y al marco legal en torno a la accesibilidad al medio físico.

Respecto de la experiencia práctica se implementaron salidas de campo en recorridos cercanos a la facultad, espacios en los que los estudiantes tuvieron que identificar las barreras arquitectónicas. Li Calzi destacó la iniciativa de los estudiantes en dichas prácticas: “Un grupo decidió experimentar directamente con una silla de ruedas que consiguió, otro consiguió un bastón y lo experimentaron desde el lugar de los ciegos”. A ello se le sumaron recorridas virtuales a obras famosas en todo el mundo a través de la herramienta “street view” de Google Earth y el trabajo final en el que los estudiantes debieron trabajar sobre cuatro espacios del Municipio G escogidos por la Intendencia de Montevideo. En este último caso, hicieron los relevamientos necesarios para llegar a las propuestas de adecuación y además realizar un proyecto -lo que significa proponer obras desde cero-, de modo que el equipo docente pudiera evaluar finalmente si se logró una comprensión de los requerimientos espaciales de un entorno accesible.

A modo de balance, Li Calzi aseguró que “se logró un flash crítico y positivo, un momento, un impacto”, así como una correcta utilización del lenguaje en los estudiantes, sustituyendo los términos como “minusválido” o “lisiado” por “persona con discapacidad”. Sin embargo, agregó que no es suficiente un curso de dos meses y medio en una carrera de más de seis años y que “es un tema que debería estar en la currícula de manera obligatoria”. En este sentido, tanto Li Calzi como Scheps concuerdan en que la formación en accesibilidad debería ser transversal a la carrera y no una especificidad; igualmente reconocen que esto es un avance.

Pensando en una nueva posibilidad de apertura del curso, Li Calzi expresó: “La meta para este año es abrir el curso a estudiantes, por ejemplo, de ingeniería civil o de humanidades que puedan aportar distintas visiones”.

Es ley

De la puerta hacia adentro y hacia fuera surgen cambios en torno a la accesibilidad. En este caso, las modificaciones se concretan en una casa de estudios que, según Li Calzi, debe ser “el principal motor”, pero también en otros edificios que de a poco pueden verse adaptados. La ley 18.651 aprobada en febrero de 2010 establece que en un plazo de ocho años todos los edificios de uso público y el espacio urbano deberán contar con accesibilidad universal, tomando los criterios del Instituto Uruguayo de Normas Técnicas. Según Li Calzi, dado que la ley no se encuentra reglamentada aún “será como tantos de los artículos de la leyes que no se cumplen, y como no hay una sanción, no pasa nada”. A ello agregó la falta de fiscalización visible en obras nuevas que no cumplen con la normativa.

Consultado acerca del carácter patrimonial de los edificios y las limitaciones para sus intervenciones, Li Calzi lo calificó como “la gran trancadera de toda la vida en este país”, ya que defender los valores patrimoniales muchas veces implica intervenir lo menos posible dependiendo el grado de protección que tenga la obra. El problema, según el arquitecto, se presenta cuando prima el patrimonio por sobre la accesibilidad. “¿De qué me sirve tener algo de patrimonio si lo tengo que mirar desde la vereda? Si no, digamos que el patrimonio no es de todos, es de los que pueden entrar”.