-¿De qué se trata el espectáculo que vas a presentar en La Trastienda?

-Se trata de volver a hacer un espectáculo que hice hace un par de años en su versión revisada y mejorada, esta vez con músicos. Fue algo armado para el CCE [Centro Cultural de España]; me ofrecieron una fecha y con esa excusa me puse a armar algo. Estuve ocho meses armándolo; ocho meses, diez horas por día armando animaciones, videos, arreglando canciones para hacer con los videos...

-Hacías algunos duetos virtuales.

-Sí, hay diálogos con la pantalla, de repente hay músicos que son animaciones que me acompañan. A veces canta el de la pantalla y yo toco nada más, paso a un segundo plano. Y también hay algunas cosas de antes.

-Jorge Lazaroff hizo algo parecido.

-El Choncho tiene un recital que se llamó Dos y que estaba hecho en 16 mm. Algo muy analógico. Yo había hecho algo así en VHS, cuando salió Farmacia, que fue mi primer casete, en 1995. Pero con otros medios que eran re difíciles de editar y mantener en sincro. Ahora con las computadoras es más fácil, bueno, no sé si es más fácil porque te perdés en la cantidad de posibilidades que tiene. Y aunque tengas la última computadora, siempre la llevás al límite y estás al borde del estrés del “¿qué pasa si se cuelga?”. Pero bueno, lo hice para el CCE y quedó medio armado. Después me llamó Leo Maslíah para hacer un show en Guambia y le comenté a Antonio [Dabezies, dueño de Espacio Guambia] que tenía ese espectáculo armado y lo enchulé un poco, y lo hice con mínima publicidad. Este año no pensaba hacer nada, pero me llamaron de La Trastienda para preguntarme si quería hacer una fecha...

-Es que a pesar de ser un espacio chico, los shows de Guambia tuvieron bastante trascendencia.

-No fue mucha gente, te digo.

-Bueno, la gente que fue se quedó 
hablando...

-Se vendieron 50 entradas en cada una de las funciones... Acá me interesó la parte de que La Trastienda tiene su aparato publicitario propio y sus bocas de salida, así que dije: “Aprovechemos esto como una campaña publicitaria de algo y después vemos qué pasa”.

-Es un lugar mucho más grande.

-No sé, nunca fui. Toqué una vez, cuando tocó el Cuarteto con Maslíah... Una fiesta de Ayuí... no me acuerdo de lo que era.

-Relacionado con eso, me llamó la atención en una entrevista que te hicieron hace poco que decías que no escuchás música...

-No escucho. Digo, no escucho música intencionalmente; no voy a buscar un disco y me siento a escucharlo como cuando era joven. No tengo paciencia. Tengo el trabajo de la radio donde tengo que pasar música y bajo música que me interesa, pero voy descubriendo cosas que escucho en la misma radio, a medida que las paso. Las comento y si me aburren las saco.

-Pero nunca te alejaste de la parte infraestructural de la música, de seguir informado acerca de tecnologías y recursos.

-Sí, todo lo que sea producción de arte me lleva un gran porcentaje de mi día. Al menos en mis pensamientos. Tampoco me gusta ir al cine, a veces veo alguna película que me bajo, pero no soporto el aliento a cine, el aliento a pop.

-Me acuerdo de una serie de videoclips conceptuales que hacías en tu casa y que estaban bárbaros pero no te los pasaban en ninguna parte porque eran demasiado raros.

-Me sigue pasando lo mismo. Es el problema que tengo; ahora tengo una entrevista en la tele y me preguntan: “¿Y no tenés un videoclip?”. Y de hecho tengo, pero no se pueden pasar en la tele. Tampoco puedo ir a tocar a un canal de televisión; no puedo ir a Omar Gutiérrez y tocar solo porque me tiran con latas... La mayoría de las canciones dejan de serlo y pasan a ser la banda de sonido de las imágenes, así que tendría que montar todo el espectáculo en el canal de televisión para hacer una nota de prensa... Sería ridículo.

-Eso, lo de las canciones, es muy de tu trabajo solista. En el Cuarteto hacías más canciones, pero tu trabajo solista siempre tiene algo de paisaje sonoro.

-Sí, tengo un estilo de hacer las cosas que es medio caótico, esquizofrénico... desordenado. No puedo escribir la letra en un papel, después ponerle música, después el arreglo, después producirlo, después el demo... No, yo hago todo a la vez. Lo último que hago es poner la voz, así que lo único que invento es la letra. Voy haciendo melodía y letra a medida que voy grabando, no lo escribo en un papel. Si no me gusta, borro; si me gusta, queda. Y la letra va tomando vida propia, va formando un collage de ideas que van pasando por el cerebro y que las sigo o si no va para otro lado y termina siendo instrumental.

-Tenés la concepción del estudio como instrumento de composición...

-¿Viste esos documentales de cómo graban discos los famosos? “Alquilamos un estudio cinco años y no surgía nada”. Cinco años en un estudio haciéndole gastar la plata a un sello, tratando de componer. “Creo que tenemos algo”, decía el productor y se llevaba la cinta abajo del brazo para mostrársela a los capitalistas...

-Siendo alguien tan colgado en lo tecnológico, nunca diste una imagen particularmente modernosa o de vanguardia...

-No, porque no lo soy. Uso la electrónica y la tecnología como un instrumento para hacer una música que no tiene por qué ser nueva. Si te fijás en mis canciones, son todas milongas o alguna cumbia ridícula estilo uruguaya de los años 70. Con letras extrañas, pero casi no tengo rocanroles en mi repertorio...

-Me acuerdo de tocar juntos que le encontrabas un lado de milonga a todas las canciones.

-Y me sigue saliendo así..., y quiero huir de esto. Grabo mucho folclore como técnico de grabación y me fascina ese mundo. Es como otro mundo en el que se manejan otros códigos. Hay cosas que son como re obvias para ellos y se ríen porque fulano metió la tercera cuando tenía que ir no sé qué... Me llama mucho esa música, tiene una cadencia que lleva al twist. Una batería de twist entra perfecto en una milonga. Pero más que los estilos en la música me interesan las sensaciones que te causa. Mismo las letras; no me interesa hablar de nada, no quiero decirle nada a nadie. Odio que las canciones te expliquen cómo vivir. Me gusta la sensación que te puede dar una frase o una letra aunque no la entiendas. Es lo que me pasa cuando escucho música en inglés, que no entiendo mucho pero agarro una frase y me imagino terrible viaje mío que no tiene nada que ver con lo que dijo el tipo. O incluso una canción brasileña que entendés bastante, pero que de pronto está hablando de otra cosa por los modismos. Me gusta que la música genere sensaciones en el espectador como un cuadro abstracto.

-En relación con tu trabajo con el Cuarteto de Nos, tengo la impresión de que lo de la banda tenía más que ver con el humor, mientras que lo tuyo se maneja más por lo simplemente absurdo, ¿es así?

-En una época el Cuarteto venía de humor absurdo; eso se fue perdiendo junto con otras cosas.

-Mi letra favorita del Cuarteto, aunque la canta Roberto, es tuya, la de “El guardián del zoo”.

-Es letra mía y música de él. Me acuerdo de que estaba en el comedor de donde vivíamos escuchando Clarín, y había un tipo hablando que se refería a alguien como “ese camionero con voz de soprano”. Me dio toda la primera frase, pero me pasaba mucho en esa época, que tenía una gran primera frase y después era todo una porquería de relleno. “El guardian del zoo”... es una milonga también. “Soy un capón” es un calipso... Nunca tuve un rock.

-¿Cómo trabajaban con tu hermano? ¿En conjunto o individualmente?

-Totalmente individual. Cada uno llevaba las canciones armadas y creo que sigue siendo igual hasta el día de hoy. Yo veía cómo cambiaban las canciones desde la casa de uno al arreglo final de una forma a veces un poco artificial, en la época que arrancábamos -bah, a los 20 años de estar tocando-, y me parecía que antes de empezar a ensayar tocábamos cosas que sonaban mucho mejor que los arreglos con los que terminábamos de arreglar las canciones. Me acuerdo de haber dicho una vez: “Che, ¿por qué no tocamos algo hasta que suene bien? Como el proceso que hago yo; grabamos y nos llevamos algo, le escribimos una parte de la letra y hacemos un proceso de ida y vuelta”. Pero en su momento no les interesó. Hicimos un intento a las cansadas que no duró más de cinco minutos. Fue “ta, no sale nada”, no le dimos una buena oportunidad. Fue una forma de trabajo en la que yo como compositor no podía encajar porque mis temas no iban a poder ser arreglados tan fácilmente para que cuadraran en la estética de la banda. Igual no me importaba porque yo no me siento tan cómodo cantando ni haciendo temas, prefiero tocar guitarra acompañando a alguien. Pero hubiera sido interesante darle una oportunidad a componer en grupo en la banda ésa.

-Siempre tuve la idea de que eras un guitarrista muy subvalorado. ¿Pensás que eso puede ser por no hacer solos? Porque te he visto tocar cosas realmente muy complejas.

-Puede ser. Durante las partes de canto suelo estar tocando cosas muy complicadas que posiblemente sólo yo las puedo tocar. No porque no se puedan tocar sino porque son cosas que se me ocurren en un estilo muy mío para acompañar... La otra vez escuchaba a [Fernando] Cabrera tocando un tema de Zitarrosa y pensaba: “Pero está enfermo, ¿cómo puede acompañarse así? ¿Cómo puede llegar a eso?”. Me parece bárbaro, me sorprende cómo puede llegar a algo así. Y a mí me pasa algo parecido pero en otro estilo. Hubo un disco en el que hice un solo como chiste, a lo Europe, con notas largas estirando las cuerdas, que lo puede tocar un niño de 15 años en segundo mes de guitarra -con un distorsionador y buen sonido-, y me sacaron una nota en la que decía: “Por fin Riki Musso muestra sus dotes de guitarrista”, y era un solo completamente choto.

-Hablando de música compleja, ¿cómo es trabajar con Leo Maslíah? Ustedes parecen tener mucha afinidad conceptual.

-En realidad somos amigos y me llevo muy bien con él, pero yo estoy a un nivel mucho más bajo. Yo no lo puedo seguir y él me puede seguir perfecto. Tenemos dos formas de trabajo completamente distintas. Yo no lo puedo seguir a él en sus canciones, son muy complicadas, no les encuentro la lógica y no soy un instrumentista erudito. Él generalmente se acompaña por guitarristas de jazz que puedan leer partituras, mientras que yo apenas lo sigo de atrás...

-Siempre tuve la sensación de que vos y Mandrake Wolf son de los pocos músicos que son como un puente entre la generación rockera de 1986 y la anterior, la de Lazaroff, Maslíah, Cabrera... No sé si tienen más que ver con ellos incluso.

-Sí, por la edad, sí. Y porque en una época estábamos en esa rosca de Los que iban cantando, estudiábamos con ellos, y compartimos sello discográfico. Porque en ese tiempo no había rock, a lo sumo había una cosa medio progresiva...

-Cuando ves la proyección actual del Cuarteto sin vos, la repercusión que han tenido en México, ¿es algo que te hubiera gustado hacer?

-Es lo que me hubiera gustado más hacer en mi vida, viajar con la banda... Imaginate lo que habrá sido dejar eso. Pero era insostenible porque no era una retribución económica que yo pudiera decir: “Me voy tres semanas, dejo mis otros laburos y vuelvo forrado de guita”. Ahora capaz que están sacando más guita, no sé...

-Porfiado es el primer disco del Cuarteto que no tiene ningún tema tuyo...

-Yo me fui hace tres años ya. En Bipolar todavía grabé y hay un tema mío, y llegué a tocar en vivo presentándolo una vez, en el Durazno Rock. Dije: “Esto es espantoso. No quiero más esto para mi vida”. Me aburrí, como dije en otra nota, de no tomar más las decisiones estéticas, que me pongan cosas de arriba no sólo en la música sino en todo. Que la tapa tiene que ser así, que las letras tienen que ser así. Bo, antes decidíamos hasta qué lechuga les poníamos a las jirafas, verdes o moradas. Discutimos horas entre nosotros sobre eso. Y ahora es “que otros piensen por nosotros”. Es muy aburrido, está bien si estás haciendo embutidos, pero no arte.

-Vos también cumplías antes el rol de productor, y recuerdo que estabas muy obsesionado con detalles como las tapas, tuviste un problema con la tapa de Cortamambo...

-Me fui del grupo una vez por eso, por una tapa. Dije: “Esta tapa oficializa la etapa berreta de la banda que estamos tratando de dejar”. Después volvimos, pero por eso la banda no tocó durante un año.

-Las veces que has tocado con otras formaciones fuera del Cuarteto -Exilio Psíquico, La Hermana Menor- siempre han sido bandas tirando a lo heterodoxo...

-Y ahora voy a tocar con Pecho E’ Fierro, voy a tocar tres temas con ellos y es...

-Milonga...

-Eso, milonga-metal. Es para mí.

-¿Y qué es ese proyecto medio pedófilo que tenés de hacer una banda con dos integrantes de menos de 17?

-Por ser el Año del Dragón, mi año, y por ser mi último Año del Dragón -no porque tenga una enfermedad terminal que yo sepa, pero para el próximo voy a ser demasiado viejo para encarar un proyecto serio y seguramente apenas pueda limitarme a dar lástima en el escenario como los Rolling Stones- dije: “Bueno, ya que tengo un proyecto y -como la mitad de las veces en que tenés un proyecto muere a mitad de camino- voy a tener tres a ver si alguno llega”. Tengo la banda de los viejos con los que voy a tocar en La Trastienda y, para contrarrestar, me voy a armar una banda con pendejos. Me inventé un facebook para que me mandaran videos haciendo lo que querían, y entre lo que recibí elegí a un par de niños de 17 que me mandaron videos tocando como si estuvieran en una banda y no haciendo un solo de bajo de 12 cuerdas. Ya ensayamos un par de veces.

-¿Y qué piensan hacer con eso?

-Mirá, en el primer ensayo estuvimos sacando temas míos, pero ellos ya tenían una banda en la que hacían temas del Cuarteto. Tocamos algún tema mío pero me aburrió de la misma manera en que me aburría antes -yo en los últimos tiempos no hacía temas míos con el Cuarteto, hacer mis temas ya no me entretiene-, y en el segundo ensayo tocamos algo nuevo y ya me lo llevé a casa y salió un tema. Hacía años que no componía tan rápido un tema. Es más o menos lo que quería hacer con el Cuarteto, eso de ida y vuelta, con la ventaja de que ahora podés hacer arreglitos con la computadora y pensar las estructuras. No sé si ellos se dan cuenta, pero en dos ensayos adelantamos mucho.

-¿Cómo se va a llamar, va a tener nombre o va a ser “Riki Musso y los enanos”?

-No, va a tener nombre de banda. Me gustaría que yo no cantara, por ejemplo. Me gustaría que cantara otro. Pero bueno, ya veremos. Por lo pronto, somos un power trio, así que somos menos para repartir la plata.

-Por último, recuerdo que hace unos años estabas obsesionado con dominar los sueños lúcidos (en los que uno es plenamente consciente de que está soñando), ¿lo conseguiste?

-Es verdad. Lo conseguí. Me puse a estudiar a raíz de las pesadillas y de los sueños lúcidos no voluntarios, que me asustaban mucho. Ahora ya no. En un sueño lúcido podés volar en el aire o entrar al vestuario de las chicas del Carrasco Lawn Tennis. Es un sueño, ¿no? Pero tuve sueños lúcidos en los que me asustaba mucho, decía: “Ay, estoy soñando, salgamos volando a buscar a alguien con quien hablar” -porque siempre en los sueños estoy solo y no pasa nada, y volar es más rápido que caminar porque en los sueños los pies pesan mucho-, y me iba para arriba, para arriba y paf, despertaba gritando. En un momento murió mi viejo mientras dormía, estaba bien y murió. Yo pensé: “¿Él no estaría soñando que se iba para arriba?”, y me cagué hasta las patas y me puse a estudiar. Di con el doctor Laverge, que estudiaba eso y tenía unas técnicas para combatirlo. ¿Viste eso de cuando te despertás y no podés moverte? Tu cerebro se despierta pero tu cuerpo no, me pasa eso. Puedo hablar apenas con la lengua trabada y mi mujer me escucha y le digo: “Despertame....”. Laverge estudia el poder convertir la parálisis del sueño en algo divertido; resulta, pero tenés que estar conectado con todo.

-¿Pudiste meterte en el vestuario de las chicas del Lawn?

-No, nunca pude controlar los sueños.