Santiago y Mario casi ni se conocen, sin embargo comparten prácticamente una misma sensación y un mismo objetivo: ambos esperan desde hace muchos años la operación de reasignación de sexo en el Hospital de Clínicas.

Mario tiene 46 años, es de Canelones y desde niño sabe que “algo no coincide”. Él nació con órganos sexuales femeninos pero afirma que siempre se sintió hombre. “En la niñez yo pensaba que me iba a crecer el pene. Había algo de chico que no encastraba, es complejo de explicar y vivir”, afirmó. El encuentro con Mario fue en el Hospital de Clínicas, donde esperaba para ser atendido por un psiquiatra. Dar con él no fue sencillo, no sólo porque no había visto su rostro antes, sino porque a diferencia de lo que muchos podrían pensar, su apariencia física era como la de cualquier hombre. No había rastros femeninos en su físico. Su ropa, su pelo, sus manos y su voz eran masculinos. Mario cuenta que recién ahora la sociedad acepta un poco más a la comunidad trans. “Yo, aparte de vivir mal, tenía que sobrevivir y aceptar las reglas del juego; me decían una cosa pero yo sentía otra: a veces pensaba que estaba loco”, reconoció. Mencionó que hizo esfuerzos por mostrarse como la sociedad quería, es decir, con aspecto femenino, e incluso intentó tener parejas hombres, pero para él todo eso “es espantoso”. “Es una situación bastante compleja, porque yo insistía en que tenía que ser así porque otros me decían que tenía que ser así”, relató. Cuando se fueron dando sus cambios superficiales, la gente del barrio no se asombró mucho. “Cambié, pero no fue tanto, yo me vestía así y me seguí vistiendo de la misma forma”, dijo mientras señalaba la ropa que llevaba puesta: una camisa, saco y un jean oscuro. Asegura que donde él ha vivido no sufrió discriminación: “Me han aceptado en el barrio, la ciudad, la gente que me conoce, en mi trabajo; yo también estudio administración”. Hace un mes que Mario tiene oficialmente el cambio de nombre en su cédula de identidad. El trámite demoró cerca de tres años porque lo hizo mediante un abogado de oficio. Le ha tocado vivir momentos incómodos respecto a su nombre anterior, pero dijo que “son situaciones que sabés que tenés que vivirlas y sobrevivir”.

Santiago tiene 43 años y habita en un apartamento en Montevideo. Contó que desde chico usualmente jugaba con varones: “No me lo cuestionaba”. En la actualidad prefiere no expresar su transexualidad en los distintos ambientes donde se mueve, porque las veces que lo hizo generó confusión y sorpresa. Al igual que Mario, su complexión física es masculina. Hace 20 años ingresó al Hospital de Clínicas para realizarse las operaciones y hasta hoy, aguarda la última parte del proceso.

Señaló que no toda la población trans precisa las intervenciones. “Hay gente a la que le alcanza con adecuar su cabeza, pero hay otros que necesitan la operación; no podés vivir siendo una cosa y viendo otra en el espejo, no te reconocés, no es normal y no es algo bueno para la cabeza”, explicó.

La decisión

Mario comentó que pese a tener el apoyo de su madre y su compañera, le costó mucho tomar la decisión de ir al Hospital de Clínicas con el fin de realizarse las operaciones. “Estuve pensándolo cerca de dos años, porque tenía miedo de que no se hiciera nada. Se me cruzaron miles de cosas: que me rechazaran, que no fuera apto, que tuviera algún problema, tenía miedo de que estuviera pensando algo que no era”, reflexionó. Son varias las razones por las que Mario quiere operarse, entre ellas destacó distintas acciones de la vida cotidiana que no puede realizar. “Tengo que salir a la calle con una faja, un buzo y otro buzo arriba. Hace tremendo calor y yo ando abrigado, no puedo ir a la playa, no puedo ir al gimnasio, voy hasta acá de ropa”, dice mientras se señala el cuello. Luego de esperar cerca de una hora en el Clínicas, una señora abre la puerta del consultorio y lo llama. A los 15 minutos sale de la consulta. Su rostro había cambiado, comprobó los rumores que le habían llegado: la policlínica de género que existía allí, por el momento, dejó de funcionar.

En stand by

Desde la dirección del Hospital de Clínicas, Víctor Tonto confirmó a la diaria que al programa de reasignación de sexo “había que hacerle algunos retoques” y que se encuentra “suspendido, lo que no es suprimido”, remarcó. El programa funcionaba con un equipo multidisciplinario que incluía psiquiatras, psicólogos, urólogos, trabajadores sociales y endocrinólogos, entre otros. Tonto advirtió que es un proceso largo, “de ida y sin vuelta, entonces ahora está en etapa de reevaluación y se verá si es necesaria una capacitación al equipo o si están en condiciones de abrirlo nuevamente en los mismos términos”.

El jerarca destacó que la operación de reasignación de sexo no se encuentra dentro del Plan Integral de Asistencia, por lo que no tendrían la obligación de realizarla. Comentó que por tratarse de un hospital universitario asumen el “rol formador de los recursos humanos, por el cual hay que hacer cosas que no están cubiertas. Teóricamente no estamos obligados, pero igual las brindamos por un tema docente asistencial y ético”.

Por su parte, la abogada Michelle Suárez, integrante del colectivo Ovejas Negras, opinó que la situación es paradójica, porque académicamente los manuales de la Universidad que se estudian en psiquiatría y psicología “definen las disforias de género todavía como una enfermedad a ser tratada, e incluso conciben que las reasignaciones son para eliminar el dolor psíquico del paciente pero quitan los fondos para tratar la supuesta enfermedad que ellos diagnostican”.

El director del Hospital de Clínicas expresó que se trata de un procedimiento que “hay que hacer bien y no presionado por contingencias del momento”.

Suárez contó que desde Ovejas Negras estuvieron trabajando en coordinación con el equipo multidisciplinario con el fin de generar un protocolo, porque los pacientes iniciaban el tratamiento en cualquier área y “lo que hacían era ir al tanteo”. En esa lucha pretendían que las personas salieran de la clandestinidad y por tanto dejaran de “ser operados en quirófanos improvisados y murieran con silicona para aviones en su cuerpo”. La abogada mencionó que ahora “no van a tener un lugar donde atenderse” y que eso “está pasando en el Uruguay del matrimonio igualitario”. Sobre el caso de Santiago y otra situación Suárez, informó que se presentaron peticiones calificadas, con el fin de solicitar explicaciones a la dirección del hospital sobre los procedimientos.

Describió la sensación como “si estuviera en el medio del océano Pacífico con tormenta de todos lados”. Le indicaron que por el momento van a continuar con el tratamiento hormonal, que consiste en aplicarse un inyectable cada 28 días. “Si antes me veía mal, ahora me sigo viendo mal porque físicamente no ha cambiado nada, sólo lo que se ve superficialmente, pero yo veo más allá de eso y ahí es donde se me complica”, lamentó.

Contratiempos

Santiago ingresó al Hospital de Clínicas cuando tenía 23 años. La primera operación recién se la hizo cuando tenía 34. “Fui uno de los primeros; no tenían idea, no sabían qué hacer”, dijo entre risas. “Me hicieron todo tipo de estudios, psicológicos y psiquiátricos, hasta que apareció un médico que tenía experiencia en esta operación”, relató.

Informó que es el primer trans masculino operado en el hospital y el único hasta el momento, si bien aún aguarda la última etapa de la operación. A Santiago le realizaron una mastectomía, con la que le retiraron las glándulas mamarias, pero la operación de sus órganos reproductores no ha culminado. Indicó que falta que le coloquen la prótesis eréctil. “La operación se hizo para terminar en eso, si no es una operación estética que no tiene sentido”. Luego de varios inconvenientes con la prótesis, porque según relata Santiago, en un principio se trató de una prótesis, accesible para su bolsillo, pero luego decidieron que se requería otra de mayor costo, por lo que solicitó que el Hospital se hiciera cargo de la compra y así fue. Luego de un año de adquirida la prótesis, se aproximaba el día de la operación. Sin embargo, no sucedió lo esperado: “El día que me van a internar me llaman para decirme que no vaya porque la prótesis era de otro tamaño”, contó. Santiago calificó la situación como “informal” y señaló que “no parece que te estuvieran ayudando, parece que te estuvieran torturando”. Hasta el momento no ha recibido novedades sobre su operación. Además opinó que si bien en Uruguay se está avanzando en materia de derechos civiles, “esto es un retroceso, porque las operaciones en Argentina y Brasil se hacen hasta el final”.

Por su parte, Mario comentó que asiste al hospital desde 2006. Al principio le realizaron varios tests psicológicos. Luego inició un proceso con psiquiatras, cuando “ven que estás apto, empiezan el tratamiento hormonal pero ahí me quedé”, afirmó. “Si bien no estamos para morir, estamos muertos en vida, porque no podés ser vos, necesitás la ayuda de ellos para revertir la situación que te tocó vivir”, estimó.

Ante esta situación y sabiendo que el hospital universitario era el único apto para realizar este tipo de operaciones, las alternativas que quedan para las personas trans son muy pocas. Mario dice que si tuviera medios económicos se la haría en el extranjero. “La mayoría de la población trans somos obreros, es complicada nuestra vida, somos personas que no tenemos poder adquisitivo para hacerlo afuera”.

Santiago comenta sobre la existencia de clínicas privadas que “por plata hacen cualquier cosa” y que conjugado con la desesperación de quien desea ser intervenido, hacen una combinación poco feliz. “Hay un cirujano con el que muchos transexuales masculinos se han ido a operar las mamas”, contó Santiago. Se trata de un procedimiento complejo, sin embargo “hace él solo la operación: te da anestesia, te saca las mamas, te pone unas vendas y te manda para tu casa”, describió.