Productividad heterogénea por sectores y mejoras en la cobertura de seguridad social y bajo desempleo son los principales ítems del trabajo. El concepto de trabajo decente surge en la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y desde este enfoque se busca fomentar la generación de “oportunidades para que los hombres y las mujeres puedan conseguir un trabajo decente y productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana”. El concepto engloba seis aspectos claves: oportunidades de empleo, trabajo productivo, libertad, equidad, seguridad y dignidad.
Según el trabajo, entre 2006 y 2012 se observa una evolución favorable de los indicadores del empleo decente en la mayoría de las dimensiones consideradas. El resultado debe analizarse en un contexto de crecimiento sostenido del PIB, que según el trabajo influyó positivamente. De todas formas, el documento destaca que “no es el único factor” explicativo y menciona las políticas sociales y de empleo como elementos de incidencia positiva en los resultados alcanzados. Pero se recuerda que, “tal como ocurrió en la década del 90”, los buenos resultados macroeconómicos no son suficientes por sí solos para mejorar los indicadores sociales y de empleo. De todas formas, destacan que “el modelo de crecimiento” vigente tiene “características muy distintas” al modelo económico de la década del 90.
La relación virtuosa
En materia de oportunidades de empleo, existen avances importantes y destacan las altas tasas de empleo y el bajo desempleo registrado, y que, una vez que se alcanzó el mínimo histórico de 6% de desempleo en 2011, se ha mantenido en ese entorno.
A nivel de productividad e ingresos, se observa una tendencia creciente de la primera y también de los salarios reales. El trabajo aclara que los ingresos de los trabajadores han crecido, pero ajustándose “a los niveles de crecimiento del producto”, y en este sentido estiman que lo anterior estaría indicando “la consistencia de las políticas macroeconómicas para lograr que los salarios reales evolucionen de forma similar al producto”.
Para medir la productividad “aparente” por trabajador ocupado, se utilizó el cociente entre el PIB del sector y su número de ocupados. Se observa que la productividad entre sectores no es similar, pues coexisten sectores de baja productividad con otros de alta productividad. El sector “Construcción”, seguido de “Industria manufacturera, electricidad, gas y agua” y de “Transporte y Comunicaciones”, es el que presenta mayor índice de productividad, por encima del promedio. En el extremo inferior, nuevamente “Servicios en hogares” destaca por su bajo nivel de productividad, “que resulta consistente con el bajo nivel de remuneración”.
De esta forma, se confirma la importante heterogeneidad existente a nivel sectorial en nuestro país.
En cuanto a la seguridad y la dignidad en la actividad laboral, el documento resalta el aumento del empleo formal y la consecuente caída en la proporción de trabajadores sin cobertura de seguridad social, lo que se verifica esencialmente en los últimos tres años.
Entre 2006 y 2012, los trabajadores que cotizan aumentaron 34,5%, cifra superior al crecimiento del empleo (15,3%), por lo que se concluye que en el período considerado se creó empleo, pero principalmente empleo formal.
Asimismo, se observa un aumento en la estabilidad laboral, así como de la cantidad de trabajadores sindicalizados. En este aspecto, se pondera la importancia de la política de negociación colectiva que permite a los trabajadores “ser parte de las decisiones tomadas que afectarán su entorno de trabajo”. Sin embargo, en materia de calidad del empleo, si bien el documento destaca mejoras en el período 2006-2012, se observan heterogeneidades por grupos poblacionales, regiones y sectores de actividad, lo que estaría indicando que las mayores dificultades tienen que ver con la equidad en el ámbito laboral.
En lo que respecta a la informalidad del empleo, el documento encontró resultados diferentes para las jóvenes, la población afro y quienes viven en algunos departamentos fronterizos con Brasil.
Mientras que la proporción de trabajadores menores de 25 años que no están cubiertos por la seguridad social fue de 36%, la de mayores de 25 fue de 25%. Algo similar sucede para la población afro, en la que la proporción de trabajadores no cubiertos por la seguridad social es de 37,6%, mientras que en el promedio de la población trabajadora es de 25%. En Colonia, Maldonado y Montevideo, la proporción de trabajadores no cubiertos por la seguridad social es inferior a 25%, mientras que los departamentos con mayor proporción de trabajadores no cubiertos por la seguridad social se concentran en el noreste del país, y son limítrofes con Brasil; se destacan Cerro Largo y Rivera (45,1%), Artigas (42%) y Treinta y Tres (37,8%).
También se observan diferencias significativas en los indicadores de trabajo decente por sector de actividad. El sector “Servicios de hogares” -el de las trabajadoras domésticas- es uno de los más afectados por la informalidad y además presenta niveles de ingreso muy inferiores al promedio del resto de los sectores. El salario promedio de este sector es 56% inferior al de la media de los trabajadores. Al tratarse de un sector altamente feminizado, incide fuertemente en la desigualdad general de género.
Asimismo, el documento del MTSS destaca que las diferencias personales y sectoriales en materia de trabajo decente “deben tenerse en cuenta al momento de diseñar políticas que busquen generar condiciones de trabajo decente, si lo que se quiere es que éstas alcancen por igual a toda la población del país”.