-¿Cómo estás?

-Estoy muy bien aunque cansada de las giras. Además estoy en piyama y tomando mate, cosas de las que soy fan.

-Y de las películas de terror, como el Polaco.

-Mirá, me acabo de comprar tres anteayer y además me puse un canal para poder ver películas de terror. Son mi locura, y el Polaco era igual.

-Dicen que incluso se pasaban piques.

-Sí, sí. Es muy gracioso, sobre todo cuando me decía que con chicos no le pase.

-Has dicho que así como el Polaco te develó el tango, Jaime Roos te develó Uruguay, la murga y el candombe.

-Toda la cultura uruguaya me la fumé -en el buen sentido de la palabra- por intermedio de Jaime, si bien de chica escuchaba a Mateo -además de Sui Generis-, cuando mi hermano trajo Mateo solo bien se lame, y ahí dije: “Opa, ¿qué es esto?”. En ese momento lo que más escuchaba era Luis Alberto [Spinetta], Sui Generis y Mateo. Pero después pasó mucho tiempo y Jaime fue como el Polaco en Uruguay.

-Incluso en tu discografía incluiste “Ayer te vi”, “Milonga de pelo largo”, “La hermana de la Coneja”, “Milonga del Guruyú” y “La canilla”.

-Sí, incluso “La canilla” la compusieron para mí Raúl [Castro] y Jaime, y de “La hermana de la Coneja” me dijo Raúl: “Tenés que cantarla como un tango”. Algo que siempre cuento es que cuando hice el primer Challiot [un teatro importante] en París, uno de los diarios más importantes escribió una nota sobre el espectáculo diciendo cosas muy buenas y hablando especialmente de “La canilla”, al lado de un tema de [Enrique] Cadícamo.

-Llegaste a decir que en Montevideo se huele más el tango que en Buenos Aires...

-Sí, porque Buenos Aires es una urbe muy grande, mientras que Montevideo es más pequeña y se escucha más a sí misma. Se puede ver con mayor facilidad el valor de tangueros jóvenes. Por ejemplo, yo soy la madrina del Cuarteto Ricacosa; conocerse es más fácil. En Buenos Aires también me llegan cosas, pero se vuelve más difícil.

-Es inevitable preguntarte cómo recordás tu vínculo con el Polaco.

-Se ha mantenido inalterable, tengo miles de anécdotas, y todos los sentimientos. Hay momentos en los que evoco al Polaco en el escenario y siento que está. Luisa, su mujer, siempre me dice: “Él está con vos”. Y bueno, también es un deseo de ella. Pero de verdad, cuando me emociono con algo siento que hay algo más vinculado a lo energético, algo que no puedo explicar. Él me pasó la posta y me adoptó en la cocina de su casa, regalándome un anillo de él. Lo recuerdo con mucha alegría, y en otros momentos lo extraño muchísimo.

-¿Qué implicó para vos ser su elegida? Además de que en en el gesto hay algo de transgresión al machismo de su parte.

-Sí, fue: “Mirá cómo elijo a una mujer”. El tipo no tuvo dudas cuando me vio por primera vez. Miró a su mujer y a los hijos y dijo: “Es ella”. Eso fue tremendo porque sentí una mochila muy pesada. Todo lo que me dio el Polaco fue maravilloso y recuerdo cosas muy vitales de él, como cuando me decía: “Vos tenés que cantar tango”. Y bueno, tuve que sentar muchas cosas porque además no voy por la vida pensando en esto. Si no, no podría cantar tangos como lo hago yo. Es más fácil tenerlo vivo y cuidándome que en otro plano y que me traten como “su hija”.

-¿Cómo caíste en el café Homero?

-Porque un amigo me había dicho que tenía que conocer a Néstor Marconi, quien acompañaba al Polaco en la película Sur (de hecho fuimos con Marconi hace poco y recordamos al Polaco en La Trastienda). Fue entonces cuando me dijo que me preparaba un tanguito -aunque yo no cantara-, y el Polaco me terminó escuchando. La historia es muy fuerte y mágica, como una recorrida inevitable del destino. Pero bueno, acá estamos las dos hablando de estas cosas que pasaron y que fueron un sello tan importante. Cuando conocí a los grandes músicos en el Homero no sabía qué estaba haciendo, vivía una pulsión. La verdad es que todos pensaban que me había vuelto loca: no tenía un mango, tenía dos hijos y empezaba a cantar tango.

-¿Qué podés adelantarnos de este nuevo disco que aún no has grabado?

-Va a ser un disco de duetos. Mi hijo, Rafael Varela, además de músico es alguien muy interesado en todo esto, y me dijo que realmente estaba faltando un disco de duetos y de grandes músicos conmigo, en una voz. El tema es elegir los músicos y hacer tango -como nunca hice- en duetos con voz y música, pero variando. Uno será con bandoneón, otro con guitarra, otro con piano. Pero él me decía que precisamente faltaba un disco de duetos, que no lo ha hecho nadie, así que me voy a largar por ese lado. En La Trastienda voy a aprovechar para presentar unos temas nuevos -bah, viejos, pero que yo nunca hice-, a modo de pasar a otros que me pondré a grabar dentro de poco. Y voy a invitar a Francis [Andreu].

-Tu trabajo anterior -Docke (2009)- tenía mucho de conceptual y su nombre evocaba el puerto, un lugar que ha sido muy olvidado, a la vez que está muy vinculado al género.

-Sí, porque es ahí donde se crearon tantos artistas. El Riachuelo es muy simbólico y un lugar muy maltratado. Yo nací muy cerca, por lo que, además de la inspiración, tiene un valor afectivo. Soy más porteña -de puerto- que los porteños. Tengo toda la impronta de Avellaneda, que es muy importante.

-Sos la que tiene más presencia en los escenarios y a la vez sos cuestionada por los tangueros tradicionales, que consideran que hablás en vez de cantar.

-Ni lo recuerdo. Lo cierto es que a mí me junaron y me arroparon los grandes, y tengo una escucha para lo positivo, ni me acuerdo de quién me cuestionó. Tampoco hay que ser una monedita de cobre y gustarle a todo el mundo; despertar pasiones está bueno. Hay un montón de pibes que han escuchado tango por mí, y eso es lo que el Polaco me decía: “Vos vas a conquistar a la gente joven”, porque él también lo había hecho. Eso de alguna manera es mi misión.

-Y en su momento evadiste el estereotipo del tango femenino que surgió en los 60, por ejemplo, con Susana Rinaldi.

-Yo estaba con los Beatles a full en esa época, y empezaba a comprarme todos los simples. Mientras pasaba eso con el tango, sí, es verdad. Pero lo escuchaba mi mamá, yo no.

-Una de las cosas que decís de esa época es que ya en tu adolescencia eras “zurdita” y alguien muy enterada de la conciencia de clase.

-Nací en una casa de buen pasar: mi mamá era docente y mi papá químico industrial y socialista, mi abuelo era veterinario de un frigorífico y estaba muy politizado. Mi madre trabajaba por elección en una escuela del Dock Sud, de villa. Todo esto yo lo viví en mi casa como algo muy normal, sabiendo lo que le pasaba al otro. Era algo cotidiano, nací con esa marca de tener conciencia y mamar conciencia.

-¿Cómo recordás las manifestaciones en la UBA (Universidad de Buenos Aires)?

-Si bien yo iba a la del Salvador, me iba con la UBA a manifestar. Estaba muy movilizada, tengo varios amigos desaparecidos, además de un novio. ¿Cómo lo recuerdo? Como el culo lo recuerdo. Pero también te tengo que decir que era una época con mucho romanticismo. Las causas siempre son muy eróticas. Ahora no estamos viviendo en una sociedad muy erótica en general. Así como había cosas tremendas había cosas rescatables, como mucha lectura, mucho cine, nos pasábamos por abajo de las mesas casetes de música cubana. Y una historia muy fuerte.

-Tal vez todo esto se vincule con que después tu deseo, más que cantar, fuera comunicarte.

-¡Totalmente! Estuvimos callados, o de alguna manera sublimando mucho tiempo. Y en los 90, que fue la época más vacua, se comienza a producir la búsqueda de identidad.

-¿Y cómo ves la situación del país hoy?

-Hay una pulseada importantísima con el tema de los monopolios, ésta es la gran pulseada. Por supuesto que no tengo ningún problema en decir que apoyo a este gobierno y todo lo que tenga que ver con la causa latinoamericana.