“Busco cuestionar la forma en que el tema de la forestación fue construido y agendado en Uruguay”. Pierre Gautreau explica de esta forma el motivo de una investigación que llevó años y se materializó en los últimos días en un libro editado por Trilce, denominado Forestación, territorio y ambiente. 25 años de silvicultura transnacional en Uruguay, Brasil y Argentina. Gautreau nació en Francia, estudió profesorado de Geografía en la Universidad París 1 y se doctoró en 2006 en la Université des Sciences et Technologies de Lille. Vivió diez años en Uruguay. Actualmente investiga sobre políticas ambientales y acceso a la información ambiental.
El libro, en el caso de Uruguay, se basa en recopilación bibliográfica y trabajo de campo, fundamentalmente en Tacuarembó y Rivera.
En primer lugar, sistematiza cifras que, por ejemplo, arrojan que cuatro empresas concentran 31% de las plantaciones del país y que la forestación tiene influencia directa en casi 40% del territorio en Uruguay. Pero también formula conclusiones en términos de políticas públicas; sostiene que los gobiernos de izquierda no cambiaron las políticas forestales de corte “neoliberal” impulsadas desde 1987. “Estamos mucho más en presencia de la implementación de estrategias de transnacionales que poco tienen que ver con metas de desarrollo, y no en presencia de convergencias con políticas nacionales”, evalúa Gautreau en el libro. El académico entiende que no ha habido cambios ni en las prácticas de regulación ambiental ni en los aspectos redistributivos de la actividad. En cuanto a los estudios de impacto ambiental, considera que se trata más de una voluntad de las autoridades de dar un “sello verde” a las empresas que de controlarlas.
“Comparada con la agricultura y la ganadería, [la forestación] se trata de la actividad que menos comparte localmente las rentas que genera, sea por arrendamientos o por articulaciones con otras ramas de la producción”, indica Gautreau en el libro. En entrevista con la diaria, el académico señaló que dentro de la zona franca de Fray Bentos se produce 70% del valor del conjunto del sector forestal, y que Uruguay renunció a cobrar impuestos a esas exportaciones. “Sin embargo, se queda con la contaminación, con los efectos ambientales de millones de hectáreas plantadas que sustentan ese modelo”, afirmó.
Gautreau indicó que el sistema forestal celulósico genera en Uruguay 20.000 empleos, lo que representa 8% de la mano de obra agropecuaria. “El tema es que este sector tiene nexos con el resto de la economía que son muy débiles, simplemente porque son empresas muy integradas verticalmente, que tienen sus campos, sus plantaciones. Y la gente que trabaja con ellos es especializada en el rubro forestal, que trabaja entre sí y que derrama poco”, agregó. A esto se suma que los insumos con los que trabajan estas empresas son “muy especializados”, lo que las lleva a buscar proveedores externos, y a que la mano de obra uruguaya no esté, en general, calificada para las tareas requeridas.
“La silvicultura no es un sector que ofrezca trabajo a gente del campo. Potencia la emigración desde las zonas rurales aisladas, pero refuerza la formación de pueblitos y ciudades pequeñas en el interior. Hay gente que dice que eso es positivo, porque al urbanizarse, la población rural accede a servicios, accede a educación. Uno también podría preguntarse si está bien que el campo esté vacío de gente”, reflexionó Gautreau.