Fueron unas 1.000 personas las que en el centro de Río de Janeiro cortaron una avenida en protesta por los gastos del Mundial. Los grupos contrarios a la copa los consideran excesivos y aseguran que para cubrirlos se retiró presupuesto de áreas importantes -y deficientes- en Brasil, como la educación y la salud. Por su parte, el gobierno sostiene que no se han quitado recursos a otras áreas para cubrir los gastos del Mundial y que no se trata de costos sino de una inversión que, después de la celebración más importante del fútbol mundial, quedará en manos del pueblo brasileño.

Quienes protestan no conforman un grupo homogéneo, con reivindicaciones compartidas, sino un cúmulo de movimientos de distintas características, cuyo punto en común es la oposición a la Copa. En Río, por ejemplo, comenzaron la protesta unas 100 personas que pertenecían a seis movimientos sociales distintos. Los medios locales informaron que muchos de ellos asistieron vestidos de rosado y en un clima carnavalesco. Se los denomina Pink Bloc y portaban una pancarta que decía: “Más brillantina y menos violencia”. A su lado iban los Black Bloc, vestidos de negro y con máscaras antigás, pero también un grupo de profesores y otro con tambores e instrumentos de viento que tocaba funk carioca.

En un cartel se leía “FIFA go home”. Distintos dirigentes de esa autoridad futbolística, incluido su presidente, Joseph Blatter, han pedido a los manifestantes que hagan una “tregua” durante el Mundial. El pedido cayó mal en los distintos movimientos, algunos de los cuales también protestan por la injerencia de ese organismo en Brasil.

Esta queja se basa, por ejemplo, en que el país tuvo que hacer una modificación legislativa para permitir la venta de cerveza en los estadios -que estaba prohibida- a raíz del reclamo que presentó ante la FIFA uno de los auspiciantes del Mundial, Budweiser.

En San Pablo había más manifestantes de los Black Bloc que de otros movimientos. Utilizaron la explanada de la sede del sindicato del metro, donde había muchos trabajadores porque sólo horas antes éstos habían anunciado que por el momento no harían movilizaciones.

Los Black Bloc le lanzaron proyectiles a la Policía y recibieron un ultimátum para abandonar la explanada del sindicato y una estación de metro cercana que habían ocupado. La Policía lanzó gases lacrimógenos y avanzó sobre los Black Bloc, pero se evitaron enfrentamientos mayores porque intervinieron los trabajadores del metro, para facilitar la salida de la gente que estaba en el local sindical, unas 500 personas.

Luego volvieron los enfrentamientos hasta que se desalojó a los Black Bloc. Hubo más de una docena de heridos, entre ellos varios periodistas. Los medios brasileños informaron que otras movilizaciones fueron suspendidas por la presencia policial y por la violencia de los disturbios en San Pablo.

Otra de las organizaciones que amenazaba con manifestaciones era el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo, pero el martes anunció que había logrado que el gobierno atendiera algunos de sus reclamos y que no haría manifestaciones durante el Mundial, en parte porque eso era atentar contra los beneficios y las ganancias que podría generar el evento.

El clima de protestas llevó a que la presidenta Dilma Rousseff cancelara su oratoria en la ceremonia inaugural. Seguramente tuviera fresco el recuerdo de los silbidos que recibió cuando inauguró la Copa de las Confederaciones, también con protestas rodeando los estadios.