Ya pasaron casi tres años desde que se firmó el convenio entre Antel y la Facultad de Ingeniería (Fing) de la Universidad de la República, por el que, el 24 de agosto de 2011, ambas instituciones pactaron la creación del satélite, cuyo primer objetivo era “generar conocimiento”. Juan Pechiar, de la Fing, contó al programa LQQD, de Televisión Nacional Uruguay, que primero se hicieron cuatro prototipos del satélite, que fueron lanzados en “globos de tipo meteorológico”, que ascienden a una altura que es “tres veces la que alcanza un avión, unos 30.000 metros” por encima del nivel del mar. Los Globo-Sat -como se llamó a estos primeros intentos- “fueron un buen antecedente” que “permitió empezar a proyectar el satélite, un proyecto bastante más ambicioso”, dijo a ese programa el gerente de transmisión de Antel, Enrique Maciel. Para el ingeniero, “lanzar el primer satélite enteramente uruguayo” puede implicar para Uruguay “el principio de la carrera espacial”.

El Antel-Sat es un satélite experimental cuya vida útil se calcula en “unos seis meses”, dijo Pechiar. Si bien su tamaño es reducido, posee muchos subsistemas que funcionan de manera independiente, para que pueda sobrevivir a defectos puntuales producto de las condiciones ambientales adversas en el espacio, por ejemplo, “estrés térmico, radiación cósmica, viaje en cohete, distancia, y necesidad de funcionamiento autónomo”.

Según informó Antel, el proyecto constituye “un hito para el país, un aporte a la industria nacional, a la generación de nuevo conocimiento y a la investigación científica en las empresas públicas”. También se hizo referencia a la “posibilidad” que esta iniciativa genera de “crear nuevas industrias en el país y fortalecer las empresas que ya existieran en el área de las tecnologías de la comunicación y de la información”.

El emprendimiento fue financiado por el ente público que aportó 695.000 dólares para las etapas de diseño, construcción y operación, ya que “al tratarse de una empresa de alta tecnología, puede influir y aportar a la construcción de la sociedad de conocimiento”, valoró la presidenta del ente, Carolina Cosse, en ocasión de la firma del convenio. “Se trata de un emprendimiento científico y académico que permitirá el desarrollo de nuevas capacidades tecnológicas que beneficiarán a la industria local y a la sociedad en su conjunto”, sostuvo.

En ese entonces, el decano de la Fing, Héctor Cancela, se refirió al “componente estratégico” del proyecto, en el sentido de “juntar los recursos humanos provenientes de la academia y recursos provenientes de la industria, esos conocimientos distintos y complementarios”. Pechiar también se refirió a la complementariedad académica: “Ya el Explorer 1 [el segundo satélite], lanzado [al espacio en 1958] por los norteamericanos, tenía un gran componente hecho por universidades. Éstas siempre estuvieron asociadas al proceso de hacer satélites, como forma de impulsar nuevas áreas de conocimiento y de resolver problemas nuevos”, lo que “implica que los profesionales estén mejor preparados”, sostuvo.

En órbita

Hoy a las 18.06 -26 horas después de su lanzamiento- se liberará el satélite del cohete, para que empiece a orbitar en el espacio. Según Pechiar, “hay 1.000 cosas que pueden fallar; por eso, el momento más emocionante será cuando podamos comprobar que esto funcionó, que el satélite pudo abrir las antenas, que está vivo”.

Una vez en órbita, el artefacto será capaz de enviar información y fotografías del país que servirán de insumo a Antel para desarrollar programas científicos vinculados al agro y la meteorología, y proyectos de telecomunicaciones y aeroespaciales. Desde el Instituto de Ingeniería Eléctrica de la Fing estiman que el sábado se realizará el primer contacto con la Tierra. El instituto publica las novedades vía Twitter, en la cuenta @CX1SAT.