La gente observa desde el carrito de chorizos y la parada de ómnibus en sentido contrario. Sus miradas confluyen sin verse en el acceso al edificio de Andes 1342, esquina 18 de Julio, donde una serie de cartulinas convertidas en pancartas y dibujos invitan a conocer “la comunidad Royal”, conformada por peruanos, uruguayos y dominicanos. Ríen y cantan en la puerta y eso es lo que llama la atención, ya que el motivo de encuentro no es festejar, sino reclamar el derecho a la vivienda ante el desalojo que se les viene.

El miércoles 11 el Tribunal de Apelaciones en lo Civil (TAC) de 3er Turno puso fin a la segunda instancia de un proceso judicial que los tiene como objeto de análisis, pero que viene desde mucho antes de que la mayoría de quienes allí viven hubieran llegado al lugar. Y por supuesto que los 50 niños, en su mayoría uruguayos, que allí han construido su identidad no tienen idea de que ese edificio fue comprado con dinero del narcotráfico a fines de los años 80, por un argentino que terminó condenado en Estados Unidos a 505 años de prisión. ( http://ladiaria.com.uy/articulo/2014/6/narco-derrumbe/ )

Los tres integrantes del tribunal de alzada dejaron intacta la sentencia del juez de Concurso de 2º Turno, Álvaro González González, quien había homologado un acuerdo entre el nuevo propietario del inmueble, la firma Ifamar SA, y el abogado de una parte de los propietarios, quien fue denunciado por estafa por sus clientes. Esto significa que deberán abandonar el lugar una vez que González fije una nueva fecha. Perciben que desde el punto de vista jurídico no tendrían fundamentos para sostener una nueva apelación, que llevaría el caso entonces a la Suprema Corte de Justicia (SCJ) y por la vía de los hechos prorrogaría nuevamente el lanzamiento.

Sin embargo, quieren apelar, pero de momento quedaron sin abogados, tras la renuncia de quienes asumieron el patrocinio ante el TAC. Al día siguiente del fallo, Pablo Turban, Ramiro Chimuris y Ana Frontan entregaron a la comunidad Royal un escrito que debía ser colocado “en un lugar visible del edificio”. Éste dice que la sentencia declaró “firme el decreto de desapoderamiento del edificio, esto quiere decir que a la brevedad serán notificados por cedulón del juzgado el día y la hora en que deberán desocupar el edificio”. Y al final se lee: “Se comunica asimismo que a nuestro juicio están agotadas las vías judiciales pertinentes y no tienen los profesionales de este estudio otra actividad procesal que realizar en estos autos”.

Mientras los días corren para que prescriba la posibilidad de recurrir ante la SCJ, los habitantes del edificio, junto con Valeria España (integrante de Cotidiano Mujer que se acercó a la realidad del lugar por su vínculo con el trabajo doméstico), analizan qué pasos dar. Por ejemplo, organizar una nueva movida frente a la Torre Ejecutiva para mostrarse y buscar un contacto con el presidente de la República, José Mujica, a quien ayer iban dirigidos muchos de los mensajes, y a quien definían como “un hombre al que sabemos que le preocupan tanto el tema de la vivienda como el de los inmigrantes”. Han establecido contactos con la Institución Nacional de Derechos Humanos, una de cuyas integrantes, Mariana González Guyer, le dijo a la diaria que la institución está abierta a recibirlos. Hoy se comunicarán con España para coordinar un encuentro.

Apelan

El viernes de tarde, un comunicado de prensa invitaba ayer a las 14.00 a una movida de la comunidad Royal, ésa que miraban desde el carrito de chorizos y la parada de ómnibus. Floribel López es dominicano. Está desde hace diez meses en Uruguay y trabaja para una empresa internacional. Está de paso por Andes, pero quiere marcar huella. De hecho, ya la está dejando grabada en sus pasillos y paredes.

Antes de recalar en Uruguay, previo destino trunco en Chile, Floribel llevó lo que sabe hacer a Haití, tras el terremoto de 2010. Hace terapia lúdica con niños. Ayer todos los gurises del lugar lo seguían y esperaban su señal para poner en escena “Periquito, periquito, se parece a su papá...”, una propuesta musical y corporal del estilo “Chuchuwa”, de Piñón Fijo. Los niños y niñas lo imitan. Flexionan sus rodillas, extienden sus pulgares, sacan las pompis hacia afuera, guiñan un ojo... y de nuevo, “periquito, periquito”. Parecen felices, y lo son. Los padres ríen tanto como los niños. Tras la canción, tras el afloje, tras la risa, el líder plantea: “Ahora vamos a escuchar en boca de ellos por qué estamos acá. Así que... a ver quién quiere empezar....” Carlos es hijo de peruanos, pero nació en Uruguay.

Quiere una casa que le quede cerca de la escuela, como ahora. Brian también es de acá. Tiene 12 años y vio nacer a sus dos hermanas en este lugar. Su dibujo representa una casa con techo de color anaranjado. “Yo me quiero ir, pero no tengo dónde ir”. “Nuestros padres no tienen dinero para alquilar o comprar”. “Con mis dos gatos y mis hermanos, así me gustaría que fuera”, cuenta una niña, mientras señala sus sentimientos hecho dibujos. Y se explaya: “Porque lo que nos preocupa no es que nos desalojen, sino que no tenemos dónde ir”. Otra de las creaciones reza: “Señor Pepe, necesito una casa para vivir”, y una más se pregunta: “¿No tengo derecho a una vivienda?”.