No hubo un día en particular. En todo caso, fue durante su infancia. Haber jugado en un entorno natural. Colectar peces, caracoles y una gran variedad de animales; prestar atención a sus características más sobresalientes y observar sus ciclos de vida. Corretear con amigos y crecer entre pájaros y senderos naturales. Recordar esas andanzas de la niñez fue para el biólogo Emanuel Machín el puntapié inicial para comprender su honda preocupación sobre las alteraciones que sufre la naturaleza y lo inasible que esto resulta para grandes y pequeños hoy en día.

Las personas adultas ya tienen sus mañas e incomprensiones sobre la importancia de conservar el medio ambiente, posturas casi imposibles de reconstruir. Por eso, este joven científico decidió apostar a las nuevas generaciones por medio de la ecoeducación: una búsqueda de “conexión emocional” con la naturaleza, porque, como sostiene el especialista en educación ambiental David Sobel en su texto Más alla de la ecofobia: poniendo el corazón en la educación natural: “Si el amor viene primero, el conocimiento viene después”. “Nuestro problema es que tratamos de invocar el conocimiento y la responsabilidad, antes de permitir que una relación amorosa florezca”, señala el educador de origen estadounidense.

Con el propósito de recuperar y conservar una zona natural en torno al arroyo Canelón Chico, ubicada a diez kilómetros de la planta potabilizadora de Aguas Corrientes, los impulsores del proyecto François Margat delimitaron 400 hectáreas de área protegida.

El agua de dicho arroyo está amenazada, ya que en 2012 se registraron concentraciones de nitrógeno y fósforo muy por encima de los valores máximos permitidos por la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) en el agua para potabilizar. No obstante, el sitio presenta diferentes ambientes naturales (pastizales, pajonales, pequeños humedales y un bosque ribereño), una treintena de especies de arbustos y árboles nativos, y es el hábitat de una decena de especies de anfibios y más de un centenar de especies de aves. Este “parche natural”, a menos de dos kilómetros de la ciudad de Canelones, se presta como un sitio idóneo para desarrollar prácticas educativas sobre la naturaleza.

Para contemplar el vergel

El proyecto de área protegida, ubicada en la zona oeste del departamento de Canelones -entre la capital y la estación de tren Margat-, fue bautizada como François Margat, primogénito del naturalista Pedro Margat, quien introdujo al país las camelias, magnolias y araucarias, además de perales, ciruelos, durazneros, nísperos, damascos y manzanos. Las crónicas hacia fines del siglo XIX señalaban que “el incipiente ferrocarril enlentecía su marcha” cuando atravesaba los campos de Margat para deleitarse “contemplando el vergel que había hecho brotar de la naturaleza”.

El equipo que lleva adelante este proyecto, cuya “eventual incorporación” es evaluada en la Intendencia de Canelones en el marco del Sistema Departamental de Áreas Protegidas, presentará la idea hoy a las 14.00 en la sala Lumière, en Canelones. Esta instancia es considerada “clave” por Machín para poder pautar el proceso de conservación del patrimonio natural del sitio, tareas para las que ya se planificaron estrategias de restauración, como la eliminación de especies invasoras y el plantado de árboles nativos.

Con el avance de la producción agroganadera, y en especial con los agroquímicos que allí se aplican, la mejor opción sería que el Estado expropiara esas tierras, indicó el biólogo. De no lograr esto, “los productores locales ya están al tanto del proyecto de área protegida y están afines a repensar su producción en forma sustentable y mantener zonas sin laboreo de tierra para establecer corredores biológicos”, explicó Machín.

“El Uruguay natural estuvo ‘conservado’ todo este tiempo no porque existieran políticas públicas al respecto, sino porque muchos sitios se mantenían al margen del trabajo agrícola intensivo. Sin embargo, la demanda de alimento a nivel mundial ha determinado que en los últimos años el país tome otro rumbo. La función de filtro natural que tiene el terreno para amortiguar la erosión del suelo y la calidad de agua de las diferentes cuencas se vio afectada”, añadió.

“Otra de las razones por las que se propone el área protegida es por el alto crecimiento demográfico que sufre la ciudad canaria, lo cual produjo un incremento en la tala del bosque nativo, la desecación del bañado, la alteración en la calidad del agua, sumado a la llegada de nuevas especies invasoras, con consecuentes cambios a nivel de paisaje y en la estructura del ambiente. Afortunadamente, es posible recuperar con relativa facilidad las características del ambiente original”, destacan los autores en el proyecto de área protegida, apoyado por instituciones como Vida Silvestre, Averaves, Aves Uruguay, Caubá-Flora Nativa, Centro de Investigación y Conservación Marina, el Programa para la Conservación de los Murciélagos de Uruguay del Museo Nacional de Historia Natural, e InvBiota (grupo de investigación sobre fauna de invertebrados de Uruguay).

“El bosque nativo forma parte del patrimonio natural de un lugar y juega un rol fundamental en el mantenimiento del cauce de los cursos de agua, evitando también la erosión de la tierra”, explicó Machín.

La expectativa es conseguir apoyo del gobierno departamental y nacional, así como de instituciones estatales o privadas, además de ratificar el apoyo tanto de los productores locales como de las escuelas y liceos -cuyas maestras y docentes ya se manifestaron afines a participar en talleres de ecoeducación que se llevarían adelante en parte del área protegida- para conservar la biodiversidad de la cuenca del río Santa Lucía y que los más pequeños puedan conectarse con la naturaleza que los rodea, estudiar los organismos “en vivo” y “descubrir lugares ocultos” en esa zona que décadas atrás “le enseñó” a Machín “las características principales del funcionamiento de los ecosistemas”.

Diez medidas en veremos

Posteriormente al envío de la propuesta de la creación del área protegida a la Intendencia de Canelones, en febrero de 2013, ocurrió una floración de cianobacterias que produjo mal olor y sabor en el agua potable, hecho que fue denunciado por investigadores de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República en marzo de 2013. En mayo del año pasado, el gobierno reconoció que había contaminación en la cuenca del río Santa Lucía y planteó varias medidas para disminuir la carga de contaminantes. Entre esas medidas se destacan la creación de zonas sin laboreo de tierra ni uso de agroquímicos, el fomento de la conservación y la restitución del monte ribereño para restablecer la condición hidromorfológica de la cuenca.

Asimismo, la Dinama aseguró tolerancia cero al incumplimiento de las normas ambientales sobre las industrias que operan en la zona de influencia y vierten residuos a los cursos de agua de la cuenca.

Además de propiciar la conservación de la biodiversidad y mejorar la calidad del agua, la propuesta del área protegida François Margat plantea implementar dentro del área un parque natural con senderos y un centro de interpretación para la educación y la recreación, la creación de un vivero para llevar adelante ensayos de germinación de las especies nativas para restaurar el bosque ribereño, y un centro de investigación sobre la flora y la fauna de estos ambientes tan vulnerables. Si bien estas tierras son privadas, la mayor parte de los propietarios fueron consultados y se mostraron muy optimistas respecto de la instauración del área protegida y con ganas de trabajar juntos.