Como pasa cada año, el jurado del Premio Figari -esta vez integrado por Olga Larnaudie, Lacy Duarte y Enrique Aguerre- justificó su elección al premiar a Margaret Whyte, que recibió el galardón en diciembre: “Whyte trabaja habitualmente con elementos vinculados al arte textil (telas, fibras e hilos), aunque sus experimentaciones han expandido su práctica artística hacia la escultura blanda y las instalaciones, logrando obras de extremada singularidad. Siendo un referente intergeneracional en nuestro medio, Margaret Whyte se ha distinguido por una disposición constante para abordar nuevas propuestas con audacia y singularidad”. Es cierto que las criaturas mórbidas que conforman algunas de las piezas más notables de la artista se alejan rápidas, ya a un primer vistazo, del carácter indistinto de una buena porción del campo escultórico uruguayo: amén de una calibración perfecta de sus elementos tonales y morfológicos que estimulan en el espectador una rara mezcla de rechazo y empatía, especie de juguetes rabiosos. Para probarlo es suficiente subir al flamante primer piso del Museo Figari, que se inauguró con esta muestra y que, a partir de ahora, se anexa de forma permanente a la dinámica del espacio. la diaria preguntó a Whyte sobre su formación, su obra y este acontecimiento.
-¿Cómo empezaste tu carrera artística?
-Se puede decir que mi carrera “visible” comienza con mi paso por el Círculo de Bellas Artes, durante cinco años, donde conviví con grandes maestros: Clarel Neme, Amalia Nieto, Jorge Damiani. Luego estuve en el taller de Hugo Longa -¡maravilla!- y por último en la Fundación de Arte Contemporáneo [FAC], donde en todos los casos traté de metaforizar y plasmar la contemporaneidad mediante el uso de una amplia gama de soportes, técnicas y materiales, concretando así propuestas renovadoras.
Mi motivación inicial se fue desarrollando en forma lenta y casi inconsciente desde mi infancia y así fui descubriendo un lenguaje propio, con muchas posibilidades. La motivación sigue siendo quizás la misma, por la investigación y el trabajo constante; pero el mundo cambia y evoluciona rápidamente. Las ideas surgen, evolucionan y caducan. Tenemos que seguir el ritmo de los acontecimientos y actuar en consecuencia. Así que te diría que no sigue siendo la misma motivación porque los cambios y experiencia de vida no dejan otra alternativa.
-¿Qué selección de obras hicieron en el Museo Figari para representar tu trayectoria?
-El director del Museo, Thiago Rocca, nos dio libertad absoluta, tanto al curador de la muestra, Fernando López Lage -director del FAC, que tiene un gran conocimiento de mi trayectoria y de toda mi obra- como a mí, para elegir lo más destacado. Así es que armamos una antología, distintos períodos en los cuales incursioné, además de un video con una variedad de obras de diferentes épocas.
-Pese a tener una sólida producción de dibujos y cuadros, tu obra se asocia, en primera instancia, a lo textil, y lo textil, a su vez, a algo históricamente conexo al trabajo (y al ocio) de las mujeres. ¿Son asociaciones que reivindicás?
-Siempre fui artista visual y no lo relaciono para nada con el trabajo y el ocio de las mujeres. Realmente fue una circunstancia fortuita la que me hizo investigar este soporte. Siempre fui y seré una outsider en el rubro textil. Incursioné en él sin saber absolutamente nada. Creé un mundo propio, aplicando los conocimientos obtenidos en la plástica en la que simplemente usé diversos materiales, además de lo textil, para expresarme. Pero no, no reivindico para nada esta forma de expresión con el trabajo o el ocio de las mujeres.
-¿Cómo distribuís lo placentero que visual y tácticamente tienen tus esculturas “mullidas” y lo monstruoso que a menudo exhiben?
-Como artista amplifico, exagero y distorsiono; establezco relaciones obligadas entre los objetos, que de otra forma probablemente no estarían relacionados. Trato de crear encadenamientos y contrastes entre materiales capaces de reflejar la complejidad del entorno. Lo sutil y lo grotesco, lo hermoso, lo monstruoso y lo siniestro, como la vida misma.
-¿Cuáles han sido y son tus referentes a nivel nacional e internacional?
-Mis referentes han sido y son muchos y variados en sus formas de expresión. La lista de artistas que admiro es larga, pero soy muy objetiva en mis apreciaciones. Mencionaré solamente a algunos. En el ámbito nacional, siempre Lacy Duarte, Virginia Patrone, Clemente Padín, Ernesto Vila, Fernando López Lage (multifacético). Además hay muchos jóvenes creadores que veo a diario y que admiro: Agustín Sabella, Sebastián Sáez, María Clara Rossi, videístas, fotógrafos, admirables artistas. En realidad la lista sería interminable. A nivel internacional, indicaría a Annette Messager, Sophie Calle, Tracey Emin, Francis Bacon, Edvard Munch, Antoni Tàpies, Antonio Saura y Jackson Pollock, entre otros.
-¿Qué rol tiene hoy el artista en Uruguay?
-El arte nacional vive en una constante evolución que acompaña los movimientos del arte mundial, así que el rol del artista es difundir y metaforizar los temas vigentes, desarrollando conceptos y teniendo muy en cuenta las transformaciones que ocurren a nuestro alrededor.
-¿En qué estado encontrás el arte uruguayo? No hablo sólo de los artistas, sino también de museos, galerías, curadores, críticos...
-Hay muchas facetas del arte que habría que potenciar y hay muchos artistas muy prestigiosos que merecen mayor estímulo. Existen excelentes galerías que se ocupan de sus artistas, pero creo que habría que fomentar los estudios formales de las carreras de curaduría y crítico de arte.
-El Figari es un punto de llegada. ¿Proyectos para el futuro?
-Sí, es realmente un punto de llegada y una gran satisfacción. No digo una culminación ya que mi meta es seguir trabajando en nuevos proyectos. Tengo varios que estoy elaborando. Difícil tarea: es un gran desafío elegir el proyecto más adecuado, el riesgo que significa abrir nuevos caminos. Es un proceso largo con dudas y cuestionamientos, un recorrido intenso y propio hasta el final. La audacia es lo que cuenta… al borde…