-Estuviste 12 años sin hacer radio. ¿Por qué tanto tiempo?

-Eso hay que preguntárselo a los dueños de los medios de comunicación, porque como yo no tengo una radio... No tengo una respuesta para eso. No quiero ser petulante, pero cuando uno ve -y estoy sorprendido absolutamente- la repercusión que en la gente ha generado el regreso, menos me explico. Yo no lo sabía, ni tampoco creo que esto sea infernal, ni que se paralice Uruguay porque vuelva a la radio. De todas maneras, ha habido un movimiento muy, muy grande. 12 años es mucho tiempo: han pasado muchas cosas en mi vida y en la de la gente. Con el diario del lunes aumenta el interrogante: si este regreso era relativamente importante y hace feliz a tanta gente, ¿por qué eso no lo captaron los dueños de los medios? Es una pregunta más vigente ahora, porque la respuesta me parece más inexplicable; sea cual sea.

-Por parte de tus colegas también hubo bastante repercusión en las redes...

-Eso es una sana alegría. Los colegas no son los que contratan. Siempre me sentí acompañado de muchísimos colegas, porque estoy en esta profesión desde 1977, y después seguí escribiendo libros y en Montevideo Portal. En realidad, no abandoné el ejercicio del periodismo -que es de lo que estamos hablando, después vemos en qué plataforma- y seguí en contacto con colegas. Por suerte, siempre tuve buena relación con la inmensa mayoría de los colegas.

-Arrancaste en 1977, muy joven...

-Absolutamente: tenía 14 años. A los 11 años ya tenía claro que eso era lo que me gustaba, y chau. Hace unos días levanté en Facebook un artículo de un muestreo que se hizo en todo el continente: los uruguayos somos los que más escuchamos radio: tenemos un promedio de casi cinco horas de escucha diaria. Somos muy de la radio. Mi abuela escuchaba radios argentinas, mi vieja escuchaba Montecarlo, mi viejo, Clarín, y yo zapeaba. A los 14 años vi un aviso en un diario de que necesitaban locutores, que puso José Víctor Corradi, quien fue el primer tipo que me abrió las puertas de la radio, en CX 46 radio América. En realidad, tenías que llevar un aviso y te dejaban decirlo. Llevé uno de mi padrastro, que tenía un taller mecánico, y el desenfado que tenía con 14 años, un botija pintado de la nada, hizo que los locos me dieran cada vez mayor protagonismo en el programa. Entonces, ya me metí en la radio. Aprendí a ser operador. Le tengo que agradecer a Óscar Fernández, quien fue un conductor y locutor muy importante acá, en Uruguay: él y su padre me enseñaron a ser operador de mesa. A El Dorado entré como conductor y operador. Enseguida entré en ese mundo, y después pasé a ser operador de Germán Araújo, en la 30. De ahí pasé al SODRE; no sin pequeños problemas, como haber pasado “La marcha de la bronca” y que me hicieran un apercibimiento.

-Hace pocos días, el semanario El Bocón, que sabemos que es sensacionalista, decía en su versión digital que volvías luego de 12 años “silenciado”. ¿Es así?

-Vuelvo a lo mismo: si tanta gente como la que aparentemente se alegra, sintoniza, me saluda en la calle y nos manda mensajes... Efectivamente, no tuve lugar donde hablar; me hicieron muy pocas notas. Le agradezco mucho a Andrés Heguaburu, de radio Nacional [La taberna], que cuando nadie me daba aire, el tipo me llamaba para hablar de temas. Después, Carlitos Peláez en una comunitaria. Pero, la verdad es que no me dieron aire. Hay que preguntarle a los dueños de las radios por qué no me lo dieron.

-En alguna oportunidad manifestaste que era por tu independencia política a la hora de hacer periodismo...

-¿Cuál es el objetivo de un programa de radio? Que sea escuchado. Bueno, todos los programas de radio que hice hasta ahora -y espero que éste no sea la excepción- fueron medidos como programas número uno en su segmento, ya sean los periodísticos o los musicales. Entonces, si vos tenés buena audiencia y avisadores, ¿cuál es el problema por el que no estás al aire? Tiene que haber un interés supra de todos ésos, y no se me ocurre otro que la política. Porque si yo me dedico a hacer análisis político y no estoy al aire, es señal de que lo que digo, que lo digo con absoluta independencia, porque no pertenezco a ningún partido -además, todo el mundo sabe que fui votante del Frente Amplio y abjuré de eso ya hace años-, tiene que haber un tema político detrás. Y no es ningún secreto; no debería serlo, porque si uno estudia la historia del periodismo en Uruguay, ve que ha estado intrínsecamente relacionado con la política. De hecho, los primeros medios, desde el Estrella del Sur de los ingleses hasta el resto de las publicaciones, como El Día con el Partido Colorado, siempre han obedecido a una facción político-partidaria. Es una deducción. ¿Podría comprobarlo? No, porque si lo hicieron nadie va a confesar. Ningún medio te va a decir: “Realmente no quería que el tipo hablara más”. Bueno, lo cierto es que no hablé por radio; tuve otras vías de comunicación con la gente, como internet. Específicamente, en AM Libre fui sacado del aire: no me pagaban y me levantaron el programa; nunca visto. No te pagan y encima te levantan el programa; fantástico. Yo le hice un juicio a [Federico] Fasano y se lo gané. Tuvo que pagarme.

-¿Te pagó?

-Sí, no pasó como con la UTE. Pero, claro, mi factura era más chica...

-¿Por qué no votaste más al Frente Amplio?

-Porque se separó de los principios de 1971. Para decirlo sintéticamente.

-¿Te seguís considerando un tipo de izquierda?

-Sí, claro; yo sí, creo que el Frente Amplio no es de izquierda. Me atrevo a decir más: no reconozco a la izquierda en el Frente Amplio.

-¿Por qué?

-Básicamente, porque tener políticas económicas neoliberales, [George] Soros y Estados Unidos estaban en la lista negra del Frente Amplio. No lo digo yo, vayan a la historia, a los discursos de los dirigentes frenteamplistas. El problema no lo tengo yo, sino los dirigentes que han dicho ciertas cosas a lo largo de la historia, desde su fundación hasta hace poco tiempo, de las que hoy reniegan. Muchas veces, justifican esto como un acto de actualización de la política internacional. Vos podés actualizar cosas, pero hay cosas de las cuales o estás a favor o en contra, de principio, porque son lo que se llaman “principios”. La definición mundial de izquierda es inobjetable: anticapitalista, antiimperialista y humanista. La izquierda uruguaya no es anticapitalista: la política económica es la misma que seguían blancos y colorados, y la que siguen todos en el mundo: capitalista; no es antiimperialista, ya sabemos las relaciones, el asado de [George] Bush y todo lo demás, que es sólo una muestra de las verdaderas buenas relaciones que tenemos con Estados Unidos; y no es humanista, porque, por ejemplo, tuvo las mayorías parlamentarias para anular la Ley de Caducidad, que es el gran tema humanístico que hay en este país, y no lo hizo, siendo que, además, ésa fue siempre su bandera. No soy lapidario, las conductas del Frente Amplio han sido lapidarias para sí mismo.

-Hace exactamente diez años incursionaste en televisión con Ciudad oculta, en Canal 12. En ese programa le realizaste una entrevista a Luis Alberto Lacalle que generó bastante revuelo; de hecho, está disponible íntegramente en YouTube. Durante la entrevista, Lacalle te dice que fue una tarde “muy desagradable” y un momento “poco grato”. ¿Qué pasó detrás de cámaras al terminar el programa?

-Pretendió irse sin saludar. Vio la lucecita roja de la cámara, y se ve que recapacitó y pensó: “Pah, capaz que están filmando y quedo como que me voy”, ¿no?; se acercó, me dio los deditos, yo le puse el dedito como E.T., él me agarró con los dos deditos, y así se fue. Ésa fue nuestra despedida. Después le cayó malamente a una productora, la relajó toda. Muy poco caballeroso. Si vas a insultar, insultame a mí, no a una dama. Fue muy malo lo que hizo. Después llamó al canal -lo dijo él, no lo digo yo- para hacer lobby para que no saliera la nota. Además, fue ridículo, dijo que él pensaba que era un programa de verano. Parece que los políticos están preparados cuando ellos quieren, cuando no quieren, no, y cuelgan el traje de político y no podés preguntarles nada de política. Fueron muy tristes las explicaciones que dio Lacalle; hay que preguntarle a él, porqué las dio.

-¿Esa entrevista te generó algún problema en el canal?

-Por supuesto. Como él llama al canal, a mí me empiezan a preguntar el tema de la nota. Me dijeron que fue maltratado y les dije que de ninguna manera. Lo que él entiende por maltrato es que no pienso igual que él y que no soy un periodista complaciente. Le pregunté por los aspectos más ríspidos de sus hechos políticos, de su historia, que él escribió y realizó, no inventos míos.

-Le hiciste un repaso de sus greatest hits...

-Exacto, y no le gustó, porque estaba preparado para una nota de verano, de chancletas, y de que le habláramos de culos de Punta del Este; no sé qué quería. Lamentable. También estaban invitados [Julio María] Sanguinetti y [Jorge] Batlle, que no quisieron ir, y Tabaré [Vázquez], que me dijo “ni” y después le terminó dando una nota de 20 minutos a [Jorge] Lanata. Una nota bien forra, porque no hablaron nada. Conmigo iba a hablar de otras cosas. El canal encontró el sistema, que después lo aplicó con Lanata, que era emitir el programa pero no promocionarlo durante la semana. Para mí el objetivo principal era que saliera la nota. De todas maneras, pienso que eso perjudicó: hubiésemos tenido mucho mayor audiencia si esa nota hubiese sido promocionada. Hubiésemos logrado un hito en la historia de la televisión uruguaya, porque ese programa medía 8 puntos, algo que ahora ya no mide. Más de 100.000 personas nos veían mecánicamente todas las semanas. De todas maneras, no han quedado rencillas, la nota salió. Otras cosas me llamaron más la atención que eso, porque entendí que Lacalle colocó al canal entre la espada y la pared. Me molestó más que pasara esto conmigo y que la Asociación de la Prensa Uruguaya [APU] ni se tocara, y que después, como a Lanata le hicieron lo mismo, y algunos se ve que los alertaron, me metieron en el paquete de Lanata, pero lo mío ya había pasado. Como Lanata era Lanata y yo un don nadie, y él dio una conferencia de prensa en APU, se vieron obligados a incluirme también, porque habían hecho lo mismo conmigo. Me salvaron después de que ya estaba ahogado. Me sacaron muerto de la playa; pero, bueno, nadaron...

-¿Te echaron del canal o te fuiste vos?

-Yo ya sabía que el ciclo estaba terminado después de esa nota. No había opción. ¿Cuál era la opción? ¿Que me bajara por las mías y dijera: “Bueno, está bien, hagámosle caso a Lacalle, que no salga la nota”? No, un periodista no se puede plantear esa opción, si realmente quiere ejercer el periodismo en forma independiente, madura y responsable. No tengo rencores hacia eso, la nota salió y hoy está en YouTube. Todo el mundo la ve y sigue hablando. No creo que tenga otro punto más alto que ése en mi carrera. Fue lo más importante que hice.

-Hablemos de música: vos fuiste el primero que pasó a Los Estómagos por la radio, en mayo de 1983. ¿Cómo ves la movida actual del rock nacional?

-Te traigo algunas palabras del libro de Buitres. Está mucho mejor que antes, porque hay mayores recursos, pero, dice [Gustavo] Parodi, y hay que prestar atención: no hay gente joven, y lo dice él que tiene 50 años. Él dice que cuando estaban con Los Estómagos tenían 18, 20 años, y había un montón de botijas de esa edad que tenían banda. Hoy no, los tipos que tienen bandas ya consagradas, que están en el ajo, tienen 30, 40. Y tiene razón. En realidad, no he escuchado a la mayoría de las bandas emergentes como en otra época; me encantaría, pero no tengo tiempo. También es cierto que hay mucho joven que está muy metido en la música por internet, y vos no lo ves y no lo conocés. Cuando empezamos con toda esa movida en El Templo del Gato, estaba sólo eso. Entonces, más o menos todo pasaba por ahí y era una red a la cual todo el mundo acudía. Ahora, capaz que hay muchos lugares donde tocar, sitios de internet donde colgar cositas, y eso disgrega, separa. Hay más, pero están desconociéndose unos de otros.

-En esa época no se pasaba mucho rock en español por la radio.

-El gran cambio fue la guerra de las Malvinas, porque -mirá qué increíble, un aspecto positivo de algo súper negativo- al vedar la escucha de música en inglés, los sellos argentinos tuvieron que salir desesperados a grabar a todos los grupos argentinos que había. Eso tuvo un efecto dominó absoluto, primero en Argentina y rápidamente en Uruguay.

-Te escuché decir en alguna entrevista que no te gusta levantarte temprano...

-No me gustaba... Aunque aparente lo contrario, soy responsable de mis laburos y mis cosas. La verdad es que soy un tipo noctámbulo. Toda mi vida fui de acostarme tarde. Cuando te gusta leer, agarrás un libro y estás hasta que se te cierran los ojos. Entonces, la recorrida de Twitter o Facebook de la noche con el celular la hacías con un libro; y muchas veces, como en las películas, te tapabas y ponías una linterna para no joder al que estuviera al lado. De noche siempre terminaba con un libro. Mi vieja me dejaba, era muy libertaria. Claro, qué le iba a molestar si veía que estaba leyendo libros.

-Capaz que no sabía lo que leías...

-Si supiera... Las primeras lecturas mías.... Cuando nos mudamos con mi vieja a Jacinto Vera había un galpón en el fondo -era una casa alquilada- y había libros -era como un tesoro-: Decamerón, de [Giovanni] Boccaccio, Henry Miller... Leí a Miller cuando aprendí a leer, rápidamente, un libro que se llamaba El culto al falo. También Las mil y unas noches. Todos esos libros fueron mis primeras lecturas; las peores y las mejores, porque Henry Miller era un crack; fue muy revulsivo y seguramente determinante para mí. Me dejó ese gusto que me permitió disfrutar a Bukowski y a todos los que vinieron después que él, en ese estilo de realismo sucio, que yo suscribo plenamente; es lo que más me gusta.

-¿En la música qué fue lo primero que te rompió la cabeza?

-Tengo un hermano mayor que me legó todos sus discos. Entonces, tenía discos de Días de Blues, El Kinto, Tótem, etcétera. Tuve esa suerte: tener un hermano con una diferencia de edad que legara todas esas cosas, que si no lo hubiese tenido, esos discos no los tenía. Me acuerdo de estar en el barrio Palermo, ya a los diez años, con Led Zeppelin III, Burn, de Deep Purple, y Cosmo’s Factory, de Creedence, abajo del brazo. Esos tres discos siempre los llevaba para todos lados; y algún disco de The Beatles. Pero ya te digo, escuchaba música uruguaya, que eso también era buenísimo. Después empezó la dictadura, y si no hubiera sido por esos discos, no tenía forma de escucharlos, porque no se pasaban.

-Rompkbzas era el nombre del programa que tenías antes, también en El Espectador. ¿Qué tiene de igual el actual?

-Parte del equipo, pero es el programa que hacemos en 2015. La relación es el nombre y el conductor. Sería anacrónico ponerme a hacer el Rompkbzas que hacía hace 15 años. Yo me fui de acá con problemas. A nosotros nos iba muy bien, y lo digo porque no es una opinión, sino información: en los últimos 20 años de la historia de El Espectador, el mejor momento de la radio -esto está medido- fue de 1995 al 2000, cuando estuvo Rompkbzas formando parte de la programación. Después sí, la radio fue escuchada, pero no tanto.

-¿Por qué te fuiste de El Espectador en el año 2000?

-Porque había gente de acá [El Espectador] que hizo un imposible para que yo me fuera, que ahora no está. Hoy no están, entonces, acá estoy yo.