Jordi Adell es doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Valencia, se desempeña como profesor del área de Didáctica y Organización Escolar en el Departamento de Educación de la Universitat Jaume I de Castellón, y es considerado uno de los mayores referentes en España al abordar el vínculo entre tecnología y educación. Participó en una videoconferencia en un seminario sobre la temática que organizaron el Núcleo de Recursos Educativos Abiertos y Accesibles y el Programa de Entornos Virtuales de Aprendizaje (EVA) de la Universidad de la República, y analizó de forma crítica la relación entre pedagogía y tecnología.

Para Adell, la incidencia de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) hace que presenciemos “la nueva pedagogía del siglo XXI”, que, según indicó, “aún no terminó de cuajar” y se encuentra en evolución. Llamó a los docentes a aprovechar las potencialidades comunicativas, colaborativas, infomativas e interactivas de las TIC, en lugar de “insertar” la tecnología a sus prácticas tradicionales. También planteó que en el mundo actual parece ocurrir que todo problema tiene una solución tecnológica y que “vivimos deslumbrados” por la tecnología, pero sostuvo que los docentes deben deslumbrarse “por la buena pedagogía”.

El experto dijo que muchas veces las tecnologías sufren ciclos de “sobreexpectación”, porque cada tanto surge alguna invención que parece que “va a revolucionar todo”, pero luego se comprueba que no. Si bien planteó que las TIC en educación son “potencialmente disruptivas”, señaló que dicho potencial aún no se desarrolló totalmente.

Adell consideró que el fin de la educación no puede ser únicamente la fijación de competencias en los estudiantes, sino que se los debe convertir en “aprendices autorregulados y autodirigidos” para que tengan la capacidad de seguir formándose. Lamentó que mayormente los estudiantes están “acostumbrados” a recibir instrucciones concretas sobre los trabajos que deben hacer y que cuando se les da más libertad en las consignas son ellos mismos quienes reclaman con ansiedad las instrucciones del profesor. “Cuando pongo una consigna, lo primero que hacen es preguntarme por el tipo y el tamaño de letra que deben usar”, dijo, y consideró que es el sistema educativo el que los moldea para eso y que los docentes “definen cada vez menos para qué se educa”.

El docente español definió que la educación incluye la capacitación profesional para algo útil socialmente, la socialización para formar miembros de una comunidad, y también la individuación mediante la cual se saca lo mejor que tiene cada estudiante. Al respecto se preguntó si se están cumpliendo las dos últimas características, y si los economistas “se están comiendo” a los filósofos.

Volviendo a las TIC, dijo que posibilitan “abrir el aula al mundo”; destacó, por ejemplo, el potencial educativo que puede tener Youtube o la posibilidad de trabajar con estudiantes y profesores de otras partes del mundo. También consideró que se debería “hacer cosas” con los productos de los trabajos estudiantiles porque “están hartos” de que les pongan trabajos sólo para evaluación. Para ilustrarlo, puso el caso de dos profesores que “odiaban” la forma en que se enseña poesía tradicionalmente y consideraron que se trata en realidad de “sentimientos que salen de adentro”, por lo que convocaron a los estudiantes a escribir poemas y a compartirlos en videos que se colgaban en un blog. La iniciativa llegó a incluir a 80 escuelas de varios países de Europa.

Resultadismo

Adell consideró que el sistema educativo debería dar “muchas más preguntas que respuestas”. Dijo que “se la pasa dando respuestas para la prueba o para algo que se supone que el joven va a precisar en su vida”, pero no se parte de las preguntas que los propios jóvenes se hacen. También sostuvo que los docentes son “muy conservadores” a la hora de innovar y que muchas veces están condicionados por el propio sistema educativo y sus currículos y evaluaciones. Con respecto a las evaluaciones, consideró que cuanto más cerradas y rígidas sean, habrá “menos riesgo de encontrar algo nuevo y maravilloso”.

El docente también lamentó la excesiva preocupación de mejorar resultados como los de las pruebas PISA, lo que comparó con el deseo de ganar un Mundial de fútbol. Adell dijo que tuvo la sensación de que en los últimos años en España todas las políticas educativas iban dirigidas a mejorar esos resultados. También planteó que le da miedo la idea de que si algo no puede ser medido no es importante. El experto señaló que si cada docente en Uruguay publicara en internet una actividad que haya realizado durante el año, si bien la mayoría “no tendría el menor interés”, habría una parte de experiencias interesantes que otros docentes podrían votar en línea y también ver y replicar en sus cursos. Puso ese ejemplo como una política educativa para fomentar la innovación, y que tendría un costo cero para el Estado.

Parar y pensar

La docente coordinadora del programa EVA de la Udelar, Virginia Rodés, planteó en el seminario que la innovación tecnológica debe ser planificada, pese a que muchas veces se la usa como respuesta a problemas sin pensar hacia dónde ir. Rodés señaló que no se trata de un campo neutro, sino de conflictos, y destacó la dimensión ideológica de la innovación. Para ella debe existir un diálogo entre necesidad, desarrollo e investigación, y sostuvo que “a menudo nos olvidamos de pensar en los impactos” de las políticas.

Rodés marcó a los MOOC (Massive Open Online Course, por su sigla en inglés) como un caso en el que la tecnología se implementó de esa forma, y en el que tiempo después de su surgimiento, las empresas que los desarrollaban comenzaron a cobrar por distintos servicios para acceder a los cursos en línea que se ofrecían. También citó a teóricos como Tony Bates, que sostiene que la tecnología cambia el modo de aprender y, a pesar de sus ventajas, también “puede llevarnos en direcciones equivocadas”.

La docente hizo referencia a una periodista de California, lugar donde suceden buena parte de las innovaciones tecnológicas, quien habla de imperialismo y de que el mundo se está construyendo de acuerdo con lo que considera Silicon Valley. Para Rodés, en este contexto la clave pasa por detenerse a pensar y “conectar con lo que se quiere hacer realmente” y con los impactos de las acciones, sin adoptar tecnologías “porque sí” o “porque están de moda”.