-Si hubiera que explicarle a un uruguayo que nunca te escuchó qué tipo de música hace Lenine, ¿qué habría que decirle?

-Que es MPB, pero no Música Popular Brasileña, sino Música Planetaria Brasileña. Mi trabajo combina raíces y antenas, la tradición y la contemporaneidad: expresiones culturales propias de la mistura brasileña, y expresiones contemporáneas del resto del mundo.

-Ésa es una característica muy marcada en el Nordeste, que históricamente quizás ha estado más abierto a la música de otras partes del mundo que el resto de Brasil. Desde la época en que la bossa nova era lo que internacionalmente se identificaba como brasileño, muchos nordestinos fueron incorporando otros alimentos al menú.

-Es que en el proceso cultural de esa región influyó que hubiera un puerto muy importante para la relación de América con Europa y África. Por eso en el Nordeste hay una complejidad de elementos, de informaciones y razas, que nos llevó a una mezcla muy interesante y particular, que es sólo de allí. Yo viví en el Nordeste hasta los 20 años, que es cuando ocurre la formación de un ser humano, después es como el pulido de una gema. Tengo una carga de nordestinidad que es muy evidente para un brasileño. Por ejemplo, hay una influencia morisca muy grande en melodías populares modales, que viene de la presencia árabe en la península ibérica. Hace años estaba de gira por España y escuché en una feria callejera de Cádiz una melodía así [tararea], que le había oído a mi abuelo, una cosa muy antigua, y que yo había usado en el disco O dia em que faremos contato.

-En Brasil muchos llaman “regional” a la música nordestina, como algo “del interior”, y tiene un vínculo muy rico con el exterior. Pienso en Alceu Valença haciendo reggae mucho antes de que estuviera de moda.

-¡En Maranhão el reggae es secular! Están lo que se llama radiolas, fiestas solamente de reggae. Pasa que Brasil es muy grande, es un continente, y tenemos una gran necesidad de conocernos más. Un brasileño medio, hasta hoy, no sabe mucho en qué consiste nuestra nacionalidad, qué es Brasil. La parte norte del país es prácticamente desconocida para los demás brasileños. No hace mucho tiempo, por ejemplo, que se le presta atención nacional a la fiesta de Boi-Bumbá de Parintins, que se hace en la Amazonia y es tremenda, faraónica. Brasil no se conoce a sí mismo todavía, queda mucho por interiorizar y asimilar acerca de qué somos. Es un proceso.

-Eso también influye, además de la barrera del idioma, para que en el resto de América Latina estemos lejos de conocer la complejidad de Brasil.

-Y en Brasil hay cierto aislamiento. Somos como una isla rodeada del resto del mundo latino. Pero para mí no es una dificultad, me gusta mucho la latinidad y tengo la certeza de que soy mejor comprendido cuando canto en países de América Latina, pero también en España o en Francia, en lugares donde se comparte la descendencia de la lengua latina. Necesitamos profundizar la diseminación, la mezcla y la promiscuidad de la música. Esa intención no sólo es importante para mí, sino también para muchos brasileños y no brasileños. En las giras vamos conociendo a muchas personas que tienen la misma comprensión de la música. Me ha pasado en Uruguay, donde ya estuve varias veces, y desde antes de ir allá conocía a Jorge Drexler, con quien nos habíamos encontrado en varios festivales por el mundo.

-Hablemos de Carbono. Para empezar, seguís organizando tu producción musical a partir de discos, que marcan etapas y centran el material para las giras. El concepto de álbum se pierde en estos tiempos de consumo de música mediante internet.

-Sí, para los más jóvenes puede ser inconcebible, porque consumen música armando colecciones de discos diversos. Para mí, Carbono es la tercera experiencia de un modus operandi que usé antes en Labiata [2008] y Chão [2011]: el proyecto empieza imaginando y definiendo un ambiente sonoro, luego defino el nombre del disco, que es como el título de una novela sonora, y recién después me pongo a buscar las canciones. En este disco las canciones fueron construidas sobre el eje de la palabra “carbono”, que aparece en seis o siete de ellas. Haciendo una analogía con la literatura, antes hacía como una recopilación de cuentos. Tomaba canciones que había compuesto y hacía un disco con ellas y algunas nuevas. Ahora intento construir novelas: es una sola historia narrada por las canciones. Desde las nuevas generaciones puede ser muy difícil pensar en un álbum entero con una estética, como una pieza cerrada o una secuencia de fotos sobre mi trabajo en un período de tiempo. A su vez, la definición de un ambiente sonoro determina el repertorio de la gira: el disco tiene 11 composiciones y el espectáculo, 25. Elegí canciones que se adecuan a ese ambiente sonoro, una o dos de cada disco.

-¿Y de qué trata tu última novela?

-El carbono, además de su importancia central en la cadena de la vida, tiene algunas características muy interesantes: no sólo forma una diversidad de moléculas junto con otros elementos, sino que posee la propiedad llamada alotropía; él mismo se presenta con características distintas, desde el grafitohasta el diamante. Tengo la impresión de que esto tiene que ver con lo que me define como creador; la elección del título Carbono tiene que ver con eso.

-O sea que, en este caso, lo que define la unidad es la capacidad de ser diverso. Esa contradicción aparente es la de un solista que se define en relación con lo colectivo: en la primera canción del disco, “Castanho”, decís: “Soy en par, no llegué solo”.

-Eso mismo. Yo soy una mezcla de informaciones, de deseos y de placeres, y la sumatoria de todo eso es mi trabajo, que en última instancia es colectivo. Sólo es solitario en el momento del inicio, cuando ya descubrí el ambiente sonoro y el título, y voy detrás de las canciones: es una búsqueda muy solitaria. Pero los solitarios son los más solidarios.

-Hablando de solidaridad, tenés desde hace tiempo una preocupación por las cuestiones ambientales, que aparece también en este disco, por ejemplo en la canción “Quede água”.

-Eso tiene que ver con mi comprensión de cuál es la función del artista, que incluye informar a las personas.

-Una función emparentada, entonces, con el periodismo.

-Sí, tiene un poco de crónica, muy autoral. Esa canción tiene que ver con que en Brasil sufrimos una crisis hídrica muy grave, que es casi una herejía, porque la imagen turística del país es el río Amazonas, el San Francisco, las cataratas de Iguazú y toda el agua de las playas; pero la verdad es que estamos sin agua. Hay una crisis tremenda que no es localizada, es de todo Brasil y también del planeta. Todo ocurre dentro del útero en que vivimos, y hay que tomar conciencia de esa condición de nosotros, los terráqueos. Sufrimos las mismas cosas, y sin conciencia planetaria, integral y abarcadora, no hay salida. Vivimos el antropoceno; por primera vez, una única especie ha cambiado las ecuaciones del planeta, pero para la Tierra nada termina. Lo que puede pasar es que el planeta cambie y se acabe el tiempo de los humanos.

-Volviendo al ambiente sonoro de Carbono, es bastante más rockero que el de otros discos tuyos, aunque en tu obra el rock siempre está.

-Siempre está, y en este disco es más pesado. Me crié en los años 70, mis Beatles son una mezcla de Led Zeppelin y The Police.

-¿Y tus referencias brasileñas?

-En gran medida el MAU [Movimiento Artístico Universitario], de donde vienen Ivan Lins, Gonzaguinha, João Bosco... Milton Nascimento fue mi gran universidad de música; Milton y su Clube da Esquina son la gran universidad musical de Brasil. También grandes expresiones solitarias, artistas que no han participado en un movimiento como la bossa nova o el tropicalismo, pero que tienen una importancia fundamental para la comprensión del país. Ahí encajan Jorge Ben, Hermeto Pascoal, Naná Vasconcelos, Raul Seixas y Djavan. Tengo la impresión de que formo parte del grupo de los solitarios.