En unos días se estará celebrando en París la 21ª Conferencia de las Partes de la Convención de Cambio Climático de Naciones Unidas (COP 21). El acuerdo que allí se espera alcanzar abre las puertas a un nuevo mundo, desconocido para la humanidad, un mundo en el que se vive o sobrevive con 3 grados más de temperatura que en la actualidad.
Los países reunidos en la ONU no han logrado en los últimos 20 años ponerse de acuerdo para evitar la mayor crisis ambiental global de toda la historia. Una crisis mayor que la creada por el terrorismo internacional. Porque se trata de la vida de millones de personas puestas en riesgo por el aumento de la temperatura, del nivel del mar y la desertización. Se trata de la escasez previsible de alimentos y de agua. De la pérdida de hábitats y de especies. Y esto no es un alarmismo ecologista. Es lo que predice la ciencia casi unánimemente, con la escasa excepción de algún instituto financiado por la industria petrolera.
Todas las naciones del mundo han preparado sus “Contribuciones nacionales” para limitar el cambio climático, que serán la base del acuerdo de París. Ésta es la manera en que los países han decidido construir el nuevo tratado. En vistas de que no había consenso en poner un límite a las emisiones, resolvieron sumar las contribuciones voluntarias de reducción de emisiones que cada uno está dispuesto a hacer. Sin obligaciones.
La suma de todas estas “contribuciones” muestra que para el año 2030 las emisiones aumentarán a 60.000 millones de toneladas anuales, casi 20.000 millones de toneladas más que lo que debería emitirse, según datos recientes de las propias Naciones Unidas.1
De acuerdo al mismo informe, este nuevo tratado a ser firmado en diciembre llevaría el aumento de la temperatura media del planeta a un rango entre 3 y 4 grados mayor a la existente al comienzo de la era industrial, con consecuencias devastadoras para la vida tal como la conocemos hoy. Este nuevo atentado de París será llevado a cabo con el aval y la concurrencia de todos los mandatarios del mundo, incluidos Barack Obama, François Hollande, Vladimir Putin y Tabaré Vázquez.
Porque Uruguay hará también su contribución al descalabro. El país, que a la fecha de la firma de la Convención emitía 30 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, se propone superar los 40 millones de toneladas para 2030, de acuerdo al documento elevado días atrás a las Naciones Unidas.
El problema es que nadie está dispuesto a moverse un ápice de la trayectoria del desarrollo proclamada por el presidente Truman al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Allí se dividió el mundo entre países desarrollados y subdesarrollados y desde entonces se fijó una senda que obliga a todos los países al crecimiento económico, al aumento de la producción y al uso creciente de la energía, bajo la consigna de erradicar la pobreza y fomentar el progreso.
Hoy, a más de 60 años de aquel memorable discurso del 20 de enero de 1949, el mundo sigue tozudamente aquella consigna, a pesar de toda la evidencia que demuestra que la pobreza no se ha erradicado y que los impactos ambientales de este desarrollo perjudican sobre todo a los pobres. Las consecuencias actuales del cambio climático (inundaciones, sequías, huracanes, etcétera) son la prueba más contundente de ello.
El resultado de París, como ocurre siempre después de cada COP, será presentado como un gran avance en la lucha contra el cambio climático. Así ocurrió, por ejemplo, tras el Protocolo de Kioto en 1997, celebrado con bombos y gongs, tras el cual las emisiones mundiales aumentaron 40% y todo hace prever que continuarán aumentando.
No se deje engañar. No habrá nada para festejar. Será sólo un nuevo atentado con sistema de retardo, cuyas víctimas iremos contabilizando acumulativamente año tras año.
- The Emissions Gap Report 2015. UNEP.