¿Cómo sería el Uruguay sin lingüistas? Básicamente, igual a como es. Cualquier persona sin ser lingüista reconoce si el otro hace un uso natural del lenguaje, es capaz de distinguir entre el español y otras lenguas, sabe si quien habla es o no uruguayo o, en caso de serlo, de qué parte del país proviene.

Los lingüistas -especie tardía en la evolución intelectual- tienen como labor hacer opacas, para estudiarlas, estas cuestiones que los hablantes viven como transparentes. Se ocupan de entender qué es el lenguaje, cómo funciona y por qué las lenguas naturales son de una manera y no de cualquier otra. Se ocupan también de saber cómo el lenguaje se relaciona con la cultura, con la sociedad, en fin, con los humanos agrupados y con su identidad.

En nuestro país los estudios sobre el lenguaje y sobre las lenguas se han realizado en diferentes ámbitos formales como el Instituto de Profesores Artigas o el Instituto de Estudios Superiores, en la Academia Nacional de Letras y también fuera de ellos. Pero el aporte del ahora Instituto de Lingüística de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) en su ya más de medio siglo ha sido fundamental. Gracias a los estudiosos que allí han trabajado, sabemos algunas cuestiones sobre el lenguaje y muchas sobre las lenguas que se han empleado en esta zona, sobre su historia, sobre sus contactos o sobre su presente.

Comenzando por las primeras lenguas habladas en el ahora Uruguay, sabemos cómo y por qué se perdieron los idiomas de las poblaciones indígenas y sabemos que muy poco se sabe sobre ellos. Curiosamente, nada conservamos del charrúa o del chaná, pero mucho hemos incorporado a nuestro vocabulario del guaraní, que nos legó buena parte de la toponimia y el che; o del quechua: los fines de semana vamos a la cancha con el mate y comemos achuras, o zapallo si queremos ser más sanitos. Sabemos cómo fueron los procesos de adopción de lenguas europeas de las poblaciones africanas esclavizadas y que heredamos de ellas palabras como marimba, canyengue o mucama. Tenemos respuestas a cuestiones menos predecibles en esta cuestión del contacto entre lenguas: los lingüistas nos han explicado por qué el enorme contingente proveniente de la Península Itálica no consiguió que sus modalidades lingüísticas perduraran más de allá de una generación y por qué muchos de ellos conservaron por siempre un habla que popularmente se denomina cocoliche, estereotipado en expresiones como lo primero trabaco que tuvimo fue molto malo.

Los trabajos realizados en y sobre la frontera Uruguay-Brasil han colaborado, con sus descripciones sobre el contacto y con sus explicaciones sobre las raíces históricas de este contacto, a la “desculpabilización” de los hablantes fronterizos y a que deje de verse su habla como “el problema idiomático fronterizo”. De hecho, se reclama hoy el reconocimiento de su modalidad lingüística como patrimonio de la humanidad. Llamadas popularmente portuñol o bayano y fronterizo, DPU o portugués de última frontera por la academia, las hablas de las zonas con presencia del portugués han sido registradas -no sólo estas hablas sino todas las presentes en el país- en los años 90. Investigadores uruguayos y alemanes recorrieron el país realizando registros que están permitiendo dibujar un Atlas lingüístico del Uruguay. Estos estudios abarcan diversos planos de la lengua: el fónico (cómo suenan las palabras), el morfológico (cómo se arman internamente), el léxico (qué palabras usamos y qué significan) y el sintáctico (cómo se combinan las palabras).

Las investigaciones realizadas en el Instituto de Lingüística de la FHCE han permitido trazar la historia del español en Uruguay. Gracias a ellas conocemos bastante cómo hablamos en la actualidad, por qué hablamos como hablamos y qué actitudes tenemos hacia nuestra lengua. Muchos de los análisis realizados sobre cuestiones gramaticales propias de nuestra modalidad (uso de tiempos verbales, formas de construir oraciones, la manera de usar el vos y el ) y también cuestiones del español en general aparecen reflejadas en las últimas obras de referencia del español, como la Nueva gramática de la lengua española (2009) de la Asociación de Academias de la Lengua Española y la Real Academia Española. Por medio de esta actividad sistemática de descripción y explicación de diversos aspectos relacionados con el español y las expresiones lingüísticas que se dan en Uruguay, lentamente, se va cambiando la idea de que los uruguayos hablamos mal y tenemos una variedad deformada de algo que existe perfectamente en algún otro lugar (¿España, quizá?). Seguramente, la mejor expresión de esto sea la reciente Gramática del español para maestros y profesores del Uruguay (2011), una de cuyas autoras es docente de la FHCE.

Gracias a la existencia del Instituto de Lingüística se ha combatido el mito de que los sordos no tienen lengua, especialmente cruel para la vida cotidiana de los hablantes de lengua de señas, o el mito de que la lengua de señas no es una lengua sino un conjunto de mímicas.

Pero quienes se han formado en Lingüística no se limitan a investigar y a escribir. Varios espacios de formación profesional se nutren de lingüistas: las carreras universitarias en Fonoaudiología, en Corrección de Estilo, en Comunicación y en Traductorado o el Programa de Lectura y Escritura en español de la Administración Nacional de Educación Pública. También los requieren los profesorados en Español y en Literatura, los estudios sobre procesamiento de lenguaje natural que se desarrollan en la Facultad de Ingeniería, el equipo de lexicógrafos de la Academia Nacional de Letras y muchas de las instituciones de enseñanza de español a extranjeros.

En fin, Uruguay sin lingüistas sería como es, pero se conocería un poco menos a sí mismo, nadie se ocuparía de dar cuenta de sus características lingüísticas y habría gente que viviría un poco peor. La cultura y el saber no dan (quizá) de comer, pero sí hacen la vida más amable.

La autora

Virginia Bertolotti es licenciada en Lingüística por la Universidad de la República, diplomada en Enseñanza del Español como Lengua Extranjera y Lengua Segunda por la Universidad de Buenos Aires y doctora en Humanidades y Artes, opción Lingüística, por la Universidad de Rosario (Argentina). Ha publicado libros y artículos en sus áreas de especialidad: historia del español en el Río de la Plata, gramática y enseñanza del español. Coordina y dirige proyectos de investigación nacionales e internacionales. Actualmente, es profesora titular del Departamento de Medios y Lenguajes del Instituto de Comunicación y profesora adjunta del Departamento de Teoría del Lenguaje y Lingüística General del Instituto de Lingüística. Es investigadora nivel II del Sistema Nacional de Investigadores y miembro de número de la Academia Nacional de Letras.