Faltaban pocos minutos para que empezara el acto. A pocos metros del muro blanco en el que se colocó la placa para homenajear a Aldo Perrini, estaban dos de sus tres hijos, que recién habían llegado desde Carmelo.

-Dino Perrini (DP): Nunca había estado acá, la verdad es nunca había podido mirar para adentro. Te da mucha tristeza estar en el lugar en el que mataron a tu viejo. Pero también son lágrimas...

-Piero Perrini (PP): Hay una mezcla de sensaciones.

-DP: Sí, porque también hay una satisfacción por toda la gente que nos sigue acompañando en esta causa para que, de una vez por todas, se haga justicia. No logramos entender, porque está todo en el expediente, está todo comprobado, pero los torturadores y los asesinos que mataron a papá siguen estando libres.

Ustedes eran muy chicos cuando lo asesinaron. ¿Cómo empezaron a enterarse de qué fue lo que pasó?

-DP: Yo me enteré cuando tenía 16 años, porque nuestra vieja nos había dicho que papá había muerto por un ataque al corazón, cuando venía viajando desde Colonia. Imaginate que, después, enterarnos de lo que había pasado nos cambió la vida. En aquel momento nos cambió la vida para mal; ahora nos está cambiando para bien, porque estamos logrando cosas. Nos equivocamos, hicimos cosas que no debíamos.

-PP: Éramos muy rebeldes, teníamos mucha rabia, pero ahora estamos tratando de hacer las cosas de otra manera. Ahora, lo que necesitamos es que alguien se dé cuenta de lo que está pasando, que los ministros de la Suprema Corte de Justicia reaccionen y que haya justicia, porque la verdad ya está. Sin justicia no se puede cerrar esta historia, es la única manera de poder mirar algún día al cielo y pensar que nuestro padre está descansando realmente en paz. En algún punto, la herida va a quedar siempre abierta, pero lo que falta, antes que nada, es justicia.