“Usos y sentidos de la democracia en la transición” fue el tema que puso detrás de una misma mesa al ex presidente de la República Julio María Sanguinetti, al historiador Gerardo Caetano, al periodista de esta casa Marcelo Pereira y al politólogo Luis Eduardo González, todos convocados por la Universidad de la República para el seminario “1985: expectativas y disputas en torno a la nueva democracia”. Según González, el tipo de democracia que construyó Uruguay desde ese año fue “una muy razonable democracia representativa”, porque para el politólogo satisface “requisitos básicos”, como la rotación de los partidos políticos en el gobierno, elecciones “genuinamente competitivas” y la existencia efectiva de un Estado de derecho, algo que, según consideró, no ocurre en Venezuela.
En su análisis sobre lo ocurrido por aquellos años, aseguró que los hechos demostraron que “quienes se levantaron en armas en los años 60 estaban equivocados” pese a que “tampoco eran Satanás”, y se desmarcó de la “teoría de los dos demonios” porque aseguró que tampoco los militares fueron demonios. Según González, las fuerzas armadas eran “brutas”, pero reaccionaron contra lo que creían que podía llevar a la sociedad uruguaya a una situación similar a la cubana, y resolvieron el tema “a su modo”, porque “en esa época los militares no hacían cursos de derechos humanos en Naciones Unidas”.
Pereira matizó la definición de González y consideró que la democracia “no es un conjunto de reglas acordado y absoluto”. Acerca de la transición, consideró que hubo aspectos de ese período histórico que incidieron en los 30 años posteriores, pero que tampoco todo lo ocurrido en ese período puede explicarse a partir de la transición democrática. El periodista destacó que el wilsonismo nunca haya ganado una elección desde la vuelta de la democracia, y señaló que “fue un golpe” apelar a lo “racional” y lo “conveniente” para impedir que Wilson Ferreira se presentara como candidato en 1984, contra “la impronta al fervor y al corazón” que representaba. Además, nombró particularmente la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado como un ejemplo de que “lo político prevaleció sobre lo jurídico”, algo que definió como “una señal embromada” y “profundamente antidemocrática”.
Charla pendiente
Pero el cierre de la actividad estuvo marcado por un debate entre Sanguinetti y Caetano. El historiador estuvo de acuerdo con la definición de Pereira sobre la ley de caducidad y recordó que pese a que en un principio la Suprema Corte de Justicia tenía resuelto por tres votos a dos declararla inconstitucional, el fallo terminó siendo otro “por presiones políticas”. Además, consideró que a diferencia de lo que pasaba en otros siglos, cuando el término se podía usar en forma peyorativa, actualmente “la democracia se quedó sin enemigos” porque ya no tiene quienes se opongan a ella, pero advirtió que bajo ese rótulo se presentan “ideas antidemocráticas”. Pese a que aseguró que hay diferencias sobre el contenido, Caetano afirmó que en Uruguay no hay discrepancias “sobre el régimen”, al tiempo que puntualizó que durante el período de transición hubo “una pugna” de los modelos de democracia que se pretendía implementar.
Si bien consideró que la ley de caducidad no estuvo entre los temas que se discutieron en el Pacto del Club Naval, señaló que con la transición los militares obtuvieron “tiempo que utilizaron a su favor”, además de incidir en el arbitraje electoral de 1984. Caetano cuestionó, además, que durante ese período se planteara que lo que ocurrió “era lo único que podía pasar”.
Entre líneas
Del otro lado, Sanguinetti citó al epistemólogo Karl Popper para definir a la democracia, y dijo que es “la existencia de un método pacífico para sacar al gobierno que a uno no le gusta”. Estuvo de acuerdo en que en los años 60 y 70 hubo una relación “dialéctica” entre revoluciones y golpes de Estado, y agregó que “ni Estados Unidos ni Cuba” son inocentes. El ex mandatario también se refirió a las dificultades económicas del país con las que se encontró cuando gobernó y sostuvo que Uruguay estaba al borde de la desestabilización.
Sanguinetti no hizo mención a la ley de caducidad más que para señalar que en el Pacto del Club Naval no se hizo referencia al tema, porque al estar “convencidos de que habían actuado bajo el código de la guerra y no cometieron delitos”, los militares no la reclamaron. Según Sanguinetti, hay que “festejar” que gracias a la forma en que ocurrió la transición “no hubo caras pintadas ni militares nostálgicos”.
Caetano volvió a tomar la palabra y criticó que en esos años “se intercambiara estabilidad, e incluso paz, por justicia”, cuando “la historia se encargó de desmentir” que era innecesaria. Para retrucar al historiador, Sanguinetti citó el ejemplo de la transición en Brasil, donde “se aceptó la amnistía”, a lo que Caetano respondió: “Mal por Brasil”. Según el historiador, “no se puede hablar de democracia plena cuando se pagó el precio tremendo de la impunidad”, y pese a que admitió que existía cierto riesgo si no se aprobaba la ley de caducidad, aseguró que también lo existía al aprobarla. Para Caetano, una prueba de que fue una mala opción es que después de 30 años se sigue discutiendo sobre el tema, “porque todavía hay familiares que no saben dónde están [los desaparecidos]”. Como respuesta, el ex presidente sostuvo que debe hablarse de la impunidad “en múltiples sentidos” y recordó crímenes de los tupamaros, al tiempo que aseguró que “la paz y la justicia nunca son absolutas”.