Al hacer un balance de la VII Cumbre de las Américas, el presidente panameño, Juan Carlos Varela, destacó que su país, como anfitrión, facilitó “un diálogo franco y respetuoso” entre los jefes de Estado del continente americano, sin pretender “unanimidades”. La cumbre terminó sin una declaración oficial, algo que ya estaba previsto, precisamente como una forma de evitar que las diferencias entre los jefes de Estado marcaran el final del encuentro.

Todo se perfilaba para que fuera una cumbre de encuentro, hasta que a comienzos de marzo el Departamento de Estado estadounidense redactó un decreto en el que sancionaba a siete funcionarios venezolanos y declaraba a Venezuela una “amenaza extraordinaria e inusual”. El presidente Barack Obama firmó ese decreto, la tensión preexistente con el gobierno venezolano aumentó y el oficialismo en Venezuela lanzó una campaña nacional e internacional para exigir la derogación de esa norma. En los días previos al comienzo de la cumbre, Estados Unidos dio varios pasos para bajar la tensión con Venezuela, cuyo presidente, Nicolás Maduro, finalmente no llevó a Panamá los diez millones de firmas que planeaba entregar a Obama para mostrar el apoyo a su reclamo de que se derogara el decreto.

Estos últimos eventos permitieron que se llegara a la cumbre con cierta calma, aunque varios gobernantes latinoamericanos criticaron el decreto estadounidense. Además de los presidentes de Bolivia y Ecuador, se pronunció en este sentido la brasileña Dilma Rousseff: “El buen momento de las relaciones hemisféricas ya no admite medidas unilaterales y políticas de aislamiento. Son contraproducentes e ineficaces. Por eso rechazamos la adopción de sanciones contra Venezuela”, aseguró. Por su parte, la argentina Cristina Fernández calificó el decreto de “inverosímil” y “rayano en lo ridículo”, y agregó: “Decía el líder que fundó mi movimiento, el general [Juan Domingo] Perón, que se vuelve de cualquier cosa, menos del ridículo”.

Con las horas se confirmó que Estados Unidos haría todo lo posible para evitar que la retórica antiestadounidense dominara el encuentro, y Obama se dedicó a hacer declaraciones pacificadoras. “Los días en que nuestra agenda en este hemisferio a menudo suponía que Estados Unidos podía interferir con impunidad pasaron”, dijo, antes del comienzo del encuentro. “No estamos en el negocio de cambiar regímenes”, agregó más tarde.

La del sábado fue una jornada marcada por encuentros trascendentales: Obama se reunió primero con el presidente cubano, Raúl Castro, y después, casualmente, con Maduro. Desde 1958 no había habido un encuentro entre presidentes de Cuba y de Estados Unidos; en ese entonces los protagonistas fueron Dwight Eisenhower y el dictador Fulgencio Batista.

Tanto el encuentro entre Obama y Castro como el que mantuvieron los cancilleres de ambos países, John Kerry y Bruno Rodríguez, fueron calificados como constructivos, y, se dijo, permitieron “avanzar” en el restablecimiento de relaciones entre ambos países. Obama manifestó que el próximo paso es la apertura de embajadas en ambos países, aunque para esto es necesario que antes se excluya a Cuba de la lista estadounidense de países que financian el terrorismo. Ya se dio el primer paso en este sentido: el Departamento de Estado recomendó a la Casa Blanca que la isla sea excluida, ahora resta la consulta con otros organismos.

“Que esto quede bien claro: Cuba no es una amenaza para Estados Unidos”, aseguró Obama tras el encuentro, y horas después, en el pleno de la cumbre, agregó: “No estoy interesado en tener batallas que empezaron antes de que yo naciera”. Por su parte, Castro dijo: “No hay que hacerse ilusiones, tenemos muchas diferencias”. Agregó: “Le reitero al presidente Barack Obama la disposición al diálogo respetuoso y a la convivencia civilizada entre ambos estados, dentro de nuestras profundas diferencias”.

Además, el presidente cubano le pidió “disculpas” al estadounidense. Lo hizo después de un encendido repaso de la injerencia política y militar que Estados Unidos ha ejercido sobre Cuba: “Le pido disculpas porque el presidente Obama no tiene ninguna responsabilidad en nada de esto. La pasión se me sale por los poros cuando de la revolución se trata”. Poco después concluyó: “Obama es un hombre honesto al que admiro”.

También hubo un tono distinto en el intercambio entre Estados Unidos y Venezuela. Después de criticar el decreto de Obama, Maduro dijo que está preparado para “una nueva era de relaciones” con Washington. “Venimos constructivos, para hacer historia mediante el respeto. No es tiempo de imperialismo sino de paz”, agregó.

Obama y Maduro se cruzaron por casualidad y mantuvieron una reunión informal de unos diez minutos, informaron fuentes de ambas delegaciones a las agencias internacionales de noticias. Maduro dijo que ambos se dijeron “la verdad” de forma “hasta cordial”, y que le aclaró a Obama que él y sus seguidores no son enemigos de Estados Unidos sino “revolucionarios apasionados” que buscan “construir la paz”. El venezolano no descartó que “pudiera abrirse en los próximos días la posibilidad de ir a un proceso de conversaciones”.

Fuentes estadounidenses informaron a la agencia Efe que Obama le dijo a Maduro que su país desea “un diálogo pacífico entre las diferentes facciones políticas” venezolanas y que “no tiene interés en amenazar a Venezuela y sí en apoyar su democracia, estabilidad y prosperidad”.