El fútbol se parece a un cambalache. Las piezas del dominó van cayendo una a una y el desastre se expande. “Esto recién empieza”, sentenció ayer el FBI, y parece que ésa es su voluntad. Ayer la información descendió desde los más grandes hacia los más chicos, y varias asociaciones implicadas salieron a escena reclamando su inocencia, entre ellas la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF). Lo curioso es que, al contrario de como hicieron varias federaciones sudamericanas, la AUF no hizo público ningún documento en el que explicara que no estaba vinculada a hechos de corrupción. Sí existieron declaraciones desde Suiza de Alejandro Balbi, Juan Pedro Damiani, Eduardo Ache y Wilmar Valdez, en donde manifestaron estar a favor de cualquier investigación que se crea necesaria.

Los demás anuncios fueron referidos a la votación de hoy. Luego de que se reunieran todos los delegados de las federaciones de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) para resolver qué postura tomarán a la hora de poner el voto en el sobre, la Conmebol decidió romper el voto unánime de apoyo a Blatter y cada uno elegirá. Uruguay, en palabras del presidente de la AUF, lo primero que hará una vez iniciado el Congreso de FIFA será apoyar o presentar una moción para aplazar las elecciones. Fueron varias las voces internacionales que se pronunciaron en esa dirección. Para que sea realidad la suspensión, se deberá llegar a las tres cuartas partes de los votos, o sea 157 del total de 209, algo bastante improbable. De todas maneras, conviene esperar. Si esto no sucede y la votación se lleva adelante, la AUF decidió que su voto será para el príncipe Alí. “Cada uno tiene la libertad de entender, esto no quiere decir que la Conmebol está dividida”, dijo Valdez al respecto.

Entonces, el circo

La cuestión continúa. Bajar la pelota al piso, parar el juego y tomar acciones (o conciencia) no parecen ser alternativas para nadie. Y de renunciar a los cargos, como hizo Óscar Washington Tabárez cuando el caso Luis Suárez en el Mundial de Brasil 2014, menos que menos. “Los lugares de poder se conservan”, rezan. Pan y circo con leones. Lo cierto es que hoy, allá en Zúrich, donde el mundo ayer poco más que se estremeció, se llevarán adelante las elecciones en la FIFA. Por un lado, el suizo Joseph Blatter, y por el otro el príncipe jordano Alí bin Hussein, único en camino desde que el holandés Michael van Praag, primero, y el portugués Luis Figo, recientemente, bajaron sus candidaturas.

El presidente de la FIFA se elige mediante el voto secreto de las 209 asociaciones o federaciones afiliadas. Para que la elección del presidente sea efectiva hoy, en primera vuelta, se precisa que el ganador obtenga las dos terceras partes de los votos de los miembros con derecho a voto. Para la segunda y las posibles vueltas necesarias, es suficiente la mayoría simple de los votos válidos emitidos, o sea más de 50%. El centro neurálgico de la elección está en cómo se dividen los votos y, ajedrez mediante, cómo se movieron las piezas desde que el FBI yanqui destapó la olla. En los números fríos, África tiene 54 votos (26%), Europa, 53 (25%), Asia, 46 (22%), la Concacaf ,35 (17%), Oceanía 11 (5%), y la Conmebol, 10 (5%).

Según lo que pase hoy, vaya misterio de voto secreto con o sin sobornos, quedará integrado el nuevo Comité Ejecutivo de la FIFA con un presidente, ocho vicepresidentes -sí, ocho- de los cuales uno será de Conmebol, otro de África, uno de Asia, tres de la UEFA, uno de Concacaf y uno de Oceanía, más un secretario general y otros 16 miembros en puestos que no parecen relevantes a simple vista, pero sin dudas son ésos donde se atornilla la gente.

Con las acusaciones de corrupción por parte del Departamento de Justicia estadounidense, el panorama electivo cambió bastante. Eso dijeron varios, al menos, y será bueno corroborarlo en las urnas. El cambio de presidente es impensado, y de existir, no hay muchas razones para avalar que lo que se avecina será mejor que el pasado. Lo que sí es comprobable por todos lados es que al fútbol hoy no le importa el resultado. Cuesta encontrar algo para festejar.