La obra literaria de Ibero Gutiérrez se viene construyendo desde su asesinato el 28 de febrero de 1972 a manos de un “Comando Caza Tupamaros”, grupo paramilitar que dejó su cuerpo acribillado por 13 balas en una cuneta en Camino de las Tropas y Camino Melilla. Quienes lo asesinaron y cometieron otros muchos crímenes no fueron encontrados ni juzgados, siguen tal vez caminando libres por ahí. Los primeros en dar a conocer su obra fueron sus compañeros del 26 de Marzo, que poco después de su muerte publicaron una plaquette con una selección de sus poemas. Poco tiempo después apareció el disco 42 poemas de Ibero Gutiérrez (1972), con textos del poeta en las voces de Susana Castro, Diane Denoir, Ernesto Laiño y Walter Reyno. En 1977 Mario Benedetti lo incluyó en la antología Poesía trunca (Casa de las Américas, La Habana, Cuba), que reunía la obra de varios poetas asesinados en circunstancias similares en toda América Latina, y que fue republicada en Madrid en 1979. En Uruguay hubo que esperar al fin de la dictadura para tener una idea más completa de su poesía.

Desde 1987 la construcción de la obra poética de Ibero Gutiérrez está unida a la dupla crítica que conformaron Luis Bravo y Laura Oreggioni. Primero con dos antologías publicadas por Arca: Prójimo-Lejimo y otros poemas, 1966-1970 (1987) y Buceando lo silvestre y otros poemas (1992), y más recientemente con una reedición aumentada titulada Obra junta (2009) con la editorial Estuario. La misma editorial publicó a fines del año pasado este libro, que reúne por primera vez la casi totalidad de los papeles escritos y dibujados por Ibero Gutiérrez en la cárcel durante 1970, entre enero y marzo, en el Penal de Punta Carretas, y entre agosto y setiembre en el Centro General de Instrucción de Oficiales de Reserva (CGIOR). La publicación de estos textos y las muestras organizadas por la Biblioteca Nacional, el Museo de la Memoria y la Facultad de Artes de la Universidad de la República en 2009 empiezan a dejar una obra más “completa” del artista multidisciplinario que fue Ibero Gutiérrez.

La lectura crítica de Luis Bravo, quien desde hace años estudia la poesía uruguaya de la segunda mitad del siglo XX con una concepción abierta, abarcativa, que comprende la poesía en su soporte tradicional: el libro (al menos desde la modernidad), pero también expresiones colectivas como las revistas o el registro fonográfico de distintos poetas. En su Voz y palabra. Historia transversal de la poesía uruguaya (1950-1973), Bravo coloca la obra de Gutiérrez dentro de un conjunto de “poéticas disidentes”, entre las que se encuentran un surrealismo “invisible” en el que se incluye la obra de Marosa Di Giorgio, por ejemplo, el neobarroco de Roberto Echavarren, la poesía de Salvador Puig y las múltiples experimentaciones de Clemente Padín, entre otros. El texto resume hipótesis e interpretaciones que Bravo vuelve a plantear en el estudio introductorio de este libro bajo el título “La contracultura sicodélica en los cuadernos carcelarios de Ibero Gutiérrez”. De hecho, reitera el hallazgo más interesante que describe a “Impronta” como el primer texto “beat” en Uruguay y a Gutiérrez como uno de los de los primeros poetas en América Latina que asimiló “el cruce contracultural que va de los poetas beat de los años 50 a los compositores y performers del rock de los sesenta”.

A los 14 años y hasta los 16 inició un diario personal de dos tomos, según afirma Luis Bravo, encargado de la investigación, la edición y el prólogo de La pipa de tinta china. Entre 1966 y 1971, agrega, escribió nueve cuadernos de poesía, seis plaquettes, seis antologías de su propia obra, un cuaderno de reflexiones literarias y filosóficas, un diario de viaje (por Cuba y Francia), un diario carcelario y piezas breves de teatro. A ese archivo hay que sumarle collages, dibujos, pinturas, fotografías, y cartas. Su discurso es “extrovertido, experimental e innovador en lo estético” pese a que los testimonios lo señalan como un introvertido, como señala Bravo. El libro contiene textos elaborados en el penal de Punta Carretas (“De la cárcel I y II”, “Noctámbulas”, “Improntas”, “Celda 256/Celda 279”) y en el CGIOR (“Requeche”), además de una sección con cartas de ese período y una cronología de los principales hechos vinculados a Gutiérrez entre 1949 y 1973. De todos esos textos, Bravo y Oreggioni publicaron solamente “Impronta”, un largo poema de 933 líneas que combina poesía y prosa cuyo “aporte en materia poética lo hacía impostergable” (6). Estos cuadernos de la cárcel muestran su faceta más experimental, combinando la ilustración y el uso gráfico de las palabras (de hecho, el libro reproduce algunos de los manuscritos en papel coteado y con excelente calidad) con su búsqueda de ensanchar los límites de la conciencia y el lenguaje (que Bravo emparienta con la psicodelia), la representación desprejuiciada de la sexualidad y el consumo de drogas, la ironía, sus concepciones político-ideológicas.

Los textos reunidos en La pipa de tinta china muestran la intimidad de un joven militante político que participa activamente en la izquierda radical y en una cultura juvenil global vinculada al rock. De hecho, sus textos están plagados de citas a canciones de The Beatles, The Rolling Stones, Steppenwolf y Bob Dylan, entre otros. El escuadrón de la muerte que ejecutó a Ibero Gutiérrez no solamente terminó con la vida de un militante del 26 de Marzo que tenía 22 años, sino que nos privó a todos de un artista cuyo potencial está sobradamente demostrado en la obra que dejó y que hoy podemos conocer gracias al trabajo combinado de familiares y crítica especializada.