Royo afirmó que si las fuerzas soberanistas ganan las elecciones de Cataluña en setiembre se declarará la independencia, y lamentó que la respuesta del gobierno español a la situación de Cataluña sea “legalista”, ya que se está ante un problema que es “eminentemente político”. El licenciado en Ciencias Políticas y diplomado en Asuntos Europeos visitó Montevideo para participar el viernes en la conferencia “Cataluña: ¿autodeterminación o statu quo?”. Dijo que en los lugares que visita lo primero que le preguntan es qué es lo que está pasando allí, “con la independencia y todo eso”.

-Ya que lo mencionás: ¿cómo está todo por Cataluña?

-Hace tres años veíamos grandes manifestaciones con uno y dos millones de personas en la calle gritando “independencia”. Teníamos que saber si realmente había habido un movimiento de placas tectónicas y si la gente estaba por la independencia. ¿De qué forma saberlo? Primero, mediante las elecciones. Se hicieron de forma anticipada en 2012 y de allí salió un Parlamento con un mensaje claro a favor de intentar canalizar todo este proceso con un referéndum, utilizando el voto, que es el instrumento básico de la democracia. Durante tres años hemos estado intentando convencer al gobierno de Madrid, al señor [presidente del Gobierno español, Mariano] Rajoy y al Partido Popular [PP] de que era necesario encontrar la forma de preguntar a la ciudadanía si estaba por la independencia o no, sin ningún éxito. Se limitan a decir que eso es inconstitucional y no entran en el fondo de la cuestión. Dan una respuesta legalista a un problema eminentemente político.

En el camino buscado

El Parlamento de Dinamarca tomó la decisión de votar el martes una resolución que insta a un “diálogo democrático y pacífico” entre España y Cataluña, y que cuenta con los votos necesarios para ser aprobada, informó la agencia de noticias Efe. Además, la Asamblea Nacional Catalana, organización civil que impulsa la independencia de Cataluña, lleva adelante una campaña de recolección de firmas de apoyo entre los daneses. Ya reunió casi 15.800.

-Tras varias negativas, se convoca el referéndum del 9 de noviembre (9N).

-Acabamos organizando, gracias a 40.000 voluntarios, un proceso participativo que incluía el voto. Participaron casi 2,5 millones de personas [37% de la población catalana] y 80% votó a favor de la independencia. Entendemos que de ahí no podemos extraer un mandato democrático, porque ese voto no fue reconocido por España. Después de haber intentado todas las posibilidades legales sólo nos queda una opción, que para nosotros no es la mejor, pero es la única que tenemos: convertir las elecciones regionales en un plebiscito. Se adelantaron al 27 de setiembre las elecciones que estaban previstas para 2016, y la idea es que si a raíz de esas elecciones sale un Parlamento con una mayoría de miembros que se presentaron en listas que han apoyado la independencia, podamos concluir que tenemos un mandato democrático fruto de un proceso electoral legal en términos españoles. Ése es el plan que tenemos.

-¿Cuál es el paso a seguir tras las elecciones, si ganan las fuerzas soberanistas?

-La previsión que tenemos es que si hay un mandato democrático, al día siguiente se comunica a Madrid y a la comunidad internacional: “Señores, tenemos este mandato, nosotros somos demócratas, vamos a aplicarlo. Pero somos gente razonable y no lo haremos de la noche a la mañana, sino que vamos a prever un período de un año y medio para intentar negociar con Madrid y con la comunidad internacional la mejor forma de aplicar ese mandato sin perjudicar a nadie”. Paralelamente, en ese año y medio iremos desarrollando las capacidades institucionales necesarias para que al final de ese período, cuando nazca la república catalana, estemos preparados y podamos ser responsables de ese Estado.

-¿Está tan claro ya que ése es el camino a seguir?

-Hay un acuerdo que se basa en un informe claramente detallado del Consejo Asesor para la Transición Nacional, que es un grupo de sabios. Hay un acuerdo de los principales partidos políticos que están por la independencia [Convergència i Unió, Esquerra Republicana de Catalunya y Candidatura d’Unitat Popular] de aplicar ese plan.

-¿Qué pasa si en ese año y medio no hay un cambio de posición por parte del gobierno central?

-En ese año y medio también va a haber elecciones nacionales en España, allí puede abrirse una nueva situación… Creemos que de una forma u otra va a haber negociación. Si tenemos un mandato democrático lo vamos a implementar. Teniendo en cuenta que Cataluña representa 2% del PIB [Producto Interno Bruto] europeo, que tenemos 5.500 empresas extranjeras europeas establecidas en Cataluña e invirtiendo, que hay 300.000 ciudadanos comunitarios viviendo en Cataluña, que tenemos intereses españoles y extranjeros en el territorio catalán, a nadie le interesa que Cataluña se independice en un movimiento unilateral, por lo que esperamos que la comunidad internacional, en concreto los socios europeos, nos ayuden a convencer al gobierno de Madrid de que es necesario sentarse y hablar. El activo que tenemos es la gente -movilizamos 20% o 25% de nuestra población cada año en la Diada [que conmemora la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas]-, así como la potencia industrial y económica del territorio, que nos brinda también cierta capacidad de negociación. La negociación tiene que ser un win-win-win, tiene que ser positiva para nosotros, para los españoles y para el resto de Europa. Pero para que haya negociación se tienen que sentar a hablar. Primero tienen que aceptar que hay un problema, lo que no pueden hacer es decir: “No, esto es inconstitucional y se ha acabado”.

-Las últimas encuestas sobre las elecciones en Cataluña indican que Ciudadanos (Ciutadans), que nació en Barcelona, se ha metido en la disputa y podría ser la segunda fuerza política, superando a Esquerra Republicana de Catalunya. ¿Cómo interpretan eso?

-Mi interpretación es que el PP está en crisis -paradójicamente es muy impopular votar hoy al Partido Popular-, el PSOE [Partido Socialista Obrero Español] no está mucho mejor, y la gente que está en contra de la independencia ha ido a buscar una alternativa que es, si quieres, más fresca y menos contaminada.

-En estos dos últimos años las propuestas han estado del lado de las fuerzas soberanistas, no de las contrarias a la independencia.

-Las fuerzas del “No a la independencia” no proponen nada. ¿Cómo quieres atraer a la gente si no propones un proyecto? En cambio, del otro lado hay un proyecto esperanzador que permite pensar en una sociedad nueva, más justa, más democrática, de mayor calidad en términos sociales. Claro, la gente está soñando. Lo que está viendo la gente es que hay una gran oportunidad y que, del otro lado, lo que hay es sólo un “no”.

-¿Qué pasa si las fuerzas soberanistas pierden las elecciones de setiembre?

-Pues, se pierde, nosotros somos demócratas.

-¿Qué camino le quedaría al movimiento soberanista?

-Digamos que hay 53% de la gente que vota por fuerzas que no son soberanistas, 2% que se abstiene o vota en blanco y 45% que vota por fuerzas soberanistas. Tener 45% de una población que se quiere marchar de ese Estado es algo gordo, es necesario también en ese caso hacer algún tipo de política.

-¿Y no consideran la posibilidad de obtener un porcentaje menor a 45%?

-Hasta que no votemos será muy difícil saberlo. Las encuestas dicen que [el voto soberanista] está consolidado entre 45% y 52%. No lo sabemos, de lo que se trata ahora es de saberlo.

-¿Qué pasa con esa otra mitad que sí quiere a una Cataluña integrada a España?

-Nosotros no planteamos las cosas en términos sentimentales. Hay mucha gente que quiere seguir siendo española. La propuesta que hay sobre la mesa es que haya la posibilidad de la doble nacionalidad, de forma de contemplar a las personas que quieran seguir siendo españolas, si España se los permite. Aparte ya se está hablando, por ejemplo, del papel de la lengua castellana, y es muy probable que tenga el mismo nivel de reconocimiento que la catalana. En estos 30 años en Cataluña hemos conseguido mantener a la sociedad unida, y eso no fue nada fácil. Es una reliquia que tenemos, que parece que el gobierno español está interesado en cargársela, en crear un conflicto social que no existe creando debates estériles. En Cataluña podemos tener un conflicto político, y la gente está muy politizada, pero no hay conflicto social.

-¿Convergència i Unió es la fuerza más adecuada para liderar un proceso así, considerando que Esquerra Republicana de Catalunya se ha caracterizado más como soberanista?

-Es un movimiento muy plural, creo que ésa es una de sus riquezas. A diferencia del proceso escocés, que fue guiado sólo por un partido político, aquí viene de la base y va desde la centro derecha hasta la extrema izquierda. Esto lo hace todo más complicado, porque tienes que ir creando consensos cada día, pero lo hace también más sólido. Creo que es positivo que [el presidente catalán Artur] Mas lidere este movimiento, porque creo que es una figura que ya sobrepasa a su partido, en especial después del [referéndum del] 9N, de la querella criminal [que enfrenta] por poner las urnas. Él, de alguna forma, se ha convertido en la figura pública e internacional. Ha demostrado que está a la altura de lo que se tiene que hacer. Tenemos un presidente que para que su gente pueda votar se ha jugado la piel: el 9N fue un acto de desobediencia diría que único a nivel europeo.

-¿Qué porcentaje del PIB español se genera en Cataluña?

-2% del PIB europeo, 20% del español y 30% del comercio exterior.

-¿Qué pasa con el resto de España, en el aspecto económico, si Cataluña se independiza?

-El resto de España puede seguir perfectamente sin Cataluña, no somos imprescindibles. Creerse eso parece poco elegante, como mínimo. Probablemente lo que tendría que hacer el gobierno español, ya al día de hoy, es ser un poco más ponderado a la hora de tomar ciertas decisiones, como seguir extendiendo la red de AVE [de trenes de alta velocidad] al ritmo que lo está haciendo, teniendo en cuenta el porcentaje de parados que hay. Ese tipo de decisiones estúpidas, con o sin Cataluña, no se pueden aceptar. Cataluña es solidaria con el resto de España, va a seguir siéndolo y, cuando toque, con el resto de Europa, porque probablemente nos va a tocar contribuir. Incluso estamos dispuestos, y eso ya lo ha dicho el presidente Mas, a mantener un flujo de transferencias al nivel que se acuerde hacia el resto del territorio de España, para ayudarles a tirar adelante. Si tenemos que escoger entre bolsillo y libertad, escogemos libertad. Está clarísimo. Si tenemos que pagar para que el divorcio sea posible, lo vamos a hacer, pero seremos libres, porque ahora no somos libres. No tenemos políticas públicas para responder a las demandas de nuestra ciudadanía; tampoco tenemos los recursos, porque se gestionan desde Madrid; y no se nos respeta la dignidad como pueblo, nos atacan cada día por ser como somos, no se puede ser español hablando catalán. El catalán siempre ha sido federalista, y durante 35 años hemos intentado transformar España en un Estado federal, plural, que se sienta orgulloso de su propia diversidad, y no lo hemos conseguido. Ha sido duro aceptarlo, pero España no se quiere reconocer como diversa. Vamos a seguir trabajando por la gestión de soberanías compartidas, pero en este caso en la Unión Europea [UE], en otro proyecto también complicado pero que tiene un punto de partida más sólido porque se basa en el “unidos en la diversidad”. Estamos en un mundo complejo, necesitamos políticas complejas, y el Estado parece que se ha cuadriculado y que de allí no se mueve. No está nada a la altura de las circunstancias, lo siento.

-¿Cómo reciben en Europa este mensaje? Públicamente la UE se ha mostrado más bien reacia a este tipo de iniciativas independentistas, pero más allá de esa posición pública, ¿cómo reaccionan a este tipo de planteos, en el mano a mano, los gobiernos y la sociedad civil?

-La opinión pública lo recibe con simpatía. Los gobiernos también. Lo dicen a puertas cerradas y después agregan: “Oiga, ya tenemos suficientes problemas, si nos podemos ahorrar éste, mucho mejor. Por lo tanto, no espere que hagamos nada hasta que no haya un mandato claro y quede claro que los catalanes quieren la independencia”. También nos dicen, a puerta cerrada, que el día que eso pase la comunidad internacional será pragmática y se tendrá que reconocer esa realidad. En público no dicen nada, o a veces incluso alguno da un mensaje negativo. Esto es un club de estados y hay cierto corporativismo, hay algunos que se sienten obligados a dar apoyo al Estado español.

-O sea que las advertencias realizadas por el gobierno español no serían del todo reales.

-Toda esta canción sobre la expulsión, la caída del PIB, eso que nos dicen de que vamos a estar vagando por el espacio sideral durante siglos, o que nos van a expulsar y meter en la cola detrás de Kosovo, todo eso son amenazas, es una estrategia para intentar condicionar el comportamiento electoral del votante catalán. A la hora de la verdad todo el mundo será pragmático. Me sabe mal que desde Madrid sólo salgan esos mensajes de amenaza o las peores previsiones posibles y que no salga ni un mensaje positivo, como: “Os queremos, os queremos dentro de la familia, ¿qué problema hay? Hablemos, miremos de solucionarlo”. Primero, no somos estúpidos, todos tenemos familia o amigos en el resto de España, sabemos qué está pasando; y, segundo, me parece muy poco inteligente limitarse a pasar esos mensajes. También me parece poco inteligente que el ministro de Cultura diga que para reducir el apoyo a la independencia tenemos que españolizar a los alumnos catalanes, como si fueran bárbaros que no tienen cultura: “Tenemos que ir a enseñarles lo que es la cultura”. Veo a un PP cada vez más agresivo, que necesita movilizar a su electorado más duro y lo hace contra Cataluña, y preveo que hacia las elecciones del 27 de setiembre la posición del gobierno español y del PP se va a radicalizar. No sé si se dan cuenta, pero lo que están haciendo es ensanchar el campo del sí a la independencia.