El salón de actos del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE) estaba repleto anoche, cuando en el marco de la Semana de la Ciencia y la Tecnología, se desarrolló el debate “Transgénicos en Uruguay: oportunidades, riesgos y desafíos”. Expusieron tres investigadores científicos y el ministro interino de Ganadería, Agricultura y Pesca, Enzo Benech. Todo iba bien hasta que luego de que respondiera a la tercera pregunta, alguien del público, que luego se presentó como periodista, le dijo al ministro que mentía, y éste no dejó pasar la agresión, juntó sus cosas, se levantó y se fue. El debate continuó por un rato, pero muchas de las preguntas estaban dirigidas a Benech.

La primera ponencia estuvo a cargo de Inés Ponce de León, investigadora del Departamento de Biología Molecular del IIBCE, quien dijo que los organismos genéticamente modificados se usan desde hace 25 años en el ámbito de la salud para generar productos como la insulina humana. Defendió la ingeniería genética como una herramienta de alta precisión para introducir un carácter de interés en vegetales y controlar la trazabilidad, aunque mencionó que son importantes las buenas prácticas agrícolas y la regulación.

Claudio Martínez Debat, docente del Laboratorio de Trazabilidad Alimentaria de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar), dijo que hay 30 países que plantan transgénicos y que Uruguay ocupa el segundo lugar en superficie total cultivable. Mencionó que en Uruguay los únicos eventos que están aprobados para la producción y el consumo son la soja y el maíz. Citó un estudio que comprobó la interpolinización de un maíz transgénico con uno no transgénico a distancias de 330 metros, “lo que pone en duda la coexistencia regulada” que defiende el Gabinete de Bioseguridad. También citó un estudio de una agencia de la Organización Mundial de la Salud que en marzo catalogó al glifosato como posible cancerígeno.

Claudia Piccini, investigadora del Departamento de Microbiología del IIBCE, se centró en el impacto ambiental del paquete tecnológico sobre los ecosistemas acuáticos. Mencionó que países como Canadá permiten que los cursos de agua tengan hasta 0,65 microgramos por litro de agua, porque si se supera ese límite se afecta la vida acuática, mientras que Uruguay no establece un valor en sus cursos de agua.

Enzo Benech dijo no estar a favor ni en contra de los transgénicos, pero cuestionó por qué, así como se pone la mira en los vegetales, poco se dice de la insulina. Reconoció que los dos primeros eventos transgénicos que se aprobaron en Uruguay tuvieron “muy poco análisis” y que el Gabinete de Bioseguridad se formó después. Lamentó que la Udelar no participe en el Gabinete de Bioseguridad y defendió que cuando se va a habilitar un evento transgénico se lo pone a consideración pública. “No recibí ninguna información científica de efectos nocivos”, apuntó.

“La verdad es que el glifosato no es bueno”, dijo Benech, al tiempo que afirmó que es necesario para combatir malezas, pero reclamó que nadie habla de la atrazina, que es peor que el glifosato. “El paquete vamos a discutirlo pa’ todos, no sólo pa’ los transgénicos”, reclamó, y comparó la situación con prácticas previas, en las que a los choclos se les ponía agroquímicos en la punta.

Desde el público una de las investigadoras preguntó si no sería importante incluir todo el paquete tecnológico, y no sólo el evento aislado, al momento de autorizar un evento. Benech dijo que el análisis del paquete tecnológico tiene que hacerse para todos los cultivos, no sólo los transgénicos, y que eso no le corresponde al Gabinete de Bioseguridad. Recordó también que la Organización Mundial de la Salud dijo que el mate también es un posible cancerígeno, con “exactamente el mismo nivel de riesgo que el glifosato”.

Desde el público la toxicóloga Mabel Burguer reclamó que el mate y el glifosato no tienen punto de comparación, y que la recatalogación del glifosato se hizo a partir de numerosos estudios que extrapolaron lo que se hizo con animales de experimentación. Además, consideró que la insulina es un medicamento imprescindible y que, respecto de años atrás, estamos expuestos a mayores dosis de agroquímicos: 1.400.000 hectáreas de soja plantada. Benech comparó, nuevamente, la situación a la de los banderilleros que señalaban debajo del avión que fumigaba.

En respuesta a otra pregunta, Benech estaba diciendo que se está implementando un control satelital de los mosquitos que fumigan, y que la página web del Ministerio de Ganadería recibe las denuncias que luego se constatan. Entonces alguien del público sostuvo que esa afirmación era mentira, porque los inspectores van recién a los cinco o seis días. El ministro dijo: “Vine a colaborar con ustedes”, sin dar tiempo a nada, se levantó y se fue.