“¿Es correcto llamar ‘de clase media’ a cualquier hogar que atraviesa la línea de pobreza de ingresos?”, se preguntan las autoras del cuaderno, Helena Rovner -politóloga y consultora del PNUD- y Fedora Carbajal -economista e investigadora del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve)- al inicio del documento. La respuesta es negativa, y se justifica en que la propia definición de desarrollo humano implica el “aumento de la riqueza de la vida humana en lugar de la riqueza de la economía”, según el economista bengalí Amartya Sen, y tal riqueza es imposible de concebir sin un aumento constante e igualador de las capacidades educativas de todos.
Más que la línea de pobreza (el valor monetario de una canasta de bienes y servicios que satisfacen necesidades básicas), proponen como puerta de entrada a la clase media la “seguridad económica”, que hace referencia a “la estabilidad en términos de consumo y tenencia de activos”. Basándose en la metodología de Luis López-Calva y Eduardo Ortiz-Juárez (2014), establecen cuatro -y no tres- grupos sociales identificados a partir de una definición monetaria: hogares en situación de pobreza, de ingreso medio-vulnerables, de ingreso medio-consolidados y de altos ingresos.
Sólo fotos
Una de las limitaciones del informe fue la ausencia de datos de corte transversal a nivel nacional. Tanto las autoras del cuaderno de desarrollo humano como quienes lo comentaron -el decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Rodrigo Arim, y el subsecretario de Educación, Fernando Filgueira- reclamaron al Instituto Nacional de Estadística la necesidad de empezar a gestionar “una base de datos panel que permita seguir y describir las trayectorias de los individuos y hogares a lo largo del tiempo”, sugirieron las autoras. Ante ausencia de microdatos de este tipo, el análisis del cuaderno se realizó asumiendo que los individuos encuestados tienen características similares entre sí. “Seguimos comparando fotos y Uruguay necesita ver la película”, agregó Arim.
Clases y percepciones
Hasta mediados de 2000, la clase media (vulnerable y consolidada) representaba más de 60% de los hogares; más de 20% de los hogares eran clasificados como pobres y entre 4% y 6% como de altos ingresos. 2012 (último año analizado por las autoras) muestra un corrimiento de los hogares hacia una mejor posición económica en términos del ingreso per cápita del hogar: alrededor de 80% se ubica en la clase media (19,9% corresponde a hogares vulnerables, 31,9% a la clase media propiamente dicha y 30,5% a la consolidada), y se han reducido sensiblemente los hogares en situación de pobreza, mientras que aumentaron los de altos ingresos.
Los ciudadanos, consultados sobre su pertenencia a una clase social, coinciden con los resultados de la clasificación monetaria. “Alrededor de 8 de cada 10 entrevistados se autoclasifican como pertenecientes a un hogar de clase media”.
La clase media vulnerable la constituyen personas a las que “el crecimiento económico sostenido, sumado a políticas sociales de transferencias condicionadas aplicadas en los últimos años, les ha permitido trascender las fronteras de la desprotección más extrema”; sin embargo, “es dudoso que su nueva adscripción social sea tan sólida y confiable como para resistir a shocks o ciclos económicos desfavorables”.
En Uruguay, un país que cada 20 años se sumerge en una profunda crisis, la clase media-vulnerable corre serios riesgos si las políticas públicas no las ponen en foco. Ya sea por carencias educativas, por falta de acceso a servicios de calidad o por una pertenencia frágil al mundo de la formalidad, resulta difícil estimar a priori “cuánto pueden resistir los vulnerables en esa zona de incertidumbre”, afirmó Rovner ayer en la presentación del informe.
Según los datos de 2012, 51,8% de la población se corresponde con hogares de clase media y media vulnerable, según la metodología adoptada. “El tema es que el Estado no puede apoyar a un porcentaje tan alto de la población”, observó Rovner, que de todas formas hizo hincapié en la necesidad de apoyar a los “realmente vulnerables”, que serían “40% de los 51,8%”, aproximadamente 20% de la población total.
Para las autoras, identificar la fragilidad de los límites inferiores del segmento medio “marca una agenda para el futuro”, lo que incluye no solamente el desafío de eliminar la situación de pobreza, sino los “retos adicionales de garantizar que no vuelvan a caer en esa situación y que, una vez traspasado el umbral definitorio de ingresos, continúen aumentando sus activos en términos -como mínimo- de acceso a servicios educativos, de salud, de vivienda y de transporte de calidad”.
En este sentido, establecen que prescindir de este objetivo “permitiría al Uruguay congratularse antes de tiempo de la obtención de logros en probables arenas movedizas”.