La primera noticia es que pase algo así: un sector del Frente Amplio (FA) convocó a sus militantes para discutir “la crisis del capitalismo” a nivel mundial, pero desde la perspectiva de la izquierda uruguaya. Fue el jueves de noche en el bar céntrico Aquí y Ahora; la actividad la organizó el grupo Movimiento Alternativa Socialista (MAS), la presentó el sociólogo Álvaro Portillo, y el principal expositor fue el ex vicecanciller Roberto Conde.

El origen del problema es conocido. La economía de Estados Unidos ingresó en 2008 en una grave crisis hipotecaria y crediticia, que tuvo impactos a escala global, que llegan hasta la actualidad. Desde ese momento se ha escrito infinidad de artículos que podrían agruparse bajo la misma etiqueta: “crisis del capitalismo”. Sectores de izquierda tomaron con cierto “optimismo” esa supuesta crisis terminal del capitalismo, una posición que fue rápidamente refutada por nuevas reconfiguraciones. “Hay una crisis, pero no es terminal ni es sistémica [...]. Lo que sí parece superado es la fase del poder unipolar de Estados Unidos, que abrió paso a la actual etapa del poder multipolar”, planteó Conde.

El ex vicecanciller continuó con la explicación. A la concentración del poder en varias grandes potencias se suma un fenómeno novedoso: por primera vez en la historia, hay compañías capitalistas privadas que son más poderosas que muchos estados emergentes o en vías de desarrollo. “Lo demuestran las grandes negociaciones internacionales en curso; las potencias respaldan, con su política negociadora, la expansión y penetración definitiva de estas corporaciones hasta el último rincón del planeta. Y a las potencias negociadoras dominantes -Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y Rusia- se suman otras potencias de segundo orden, como Australia o Corea del Sur, que han planteado en la negociación todo el paquete necesario para garantizar que la acumulación capitalista no se interrumpa”, explicó.

La primera estrategia, según Conde, consistió en “finiquitar definitivamente” la Ronda de Doha y las negociaciones en la Organización Mundial de Comercio (OMC), luego de llegar a la conclusión de que para alcanzar sus objetivos en ese ámbito debían ceder en puntos que no estaban dispuestos a conceder (eliminación de los subsidios agrícolas, apertura de mercados propios, trato diferencial para algunas naciones). “Eso fue barrido y sustituido por otras negociaciones de alcance planetario, que se hacen fuera de la OMC y por invitación de las potencias que organizan. El Acuerdo de Liberalización del Comercio de Servicios [TISA, por sus siglas en inglés], que estamos discutiendo en Uruguay, sería un ejemplo: se hizo por invitación de Estados Unidos y a iniciativa de las grandes corporaciones; ni siquiera fue una iniciativa del gobierno o la diplomacia estadounidense. Fue una idea, si se me permite una comparación simple, de lo que sería la Cámara de Industrias de Estados Unidos”, agregó.

Además del TISA, están en curso las negociaciones del Acuerdo Trans Pacífico y de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, que incluyen los temas más complejos: propiedad intelectual, inversiones, comercio de servicios y comercio de bienes. “En definitiva, van por todo, por el control total de planeta”, resumió. Otras señales: además de la OMC, las potencias desafían ámbitos como la Corte Penal Internacional, los protocolos de Naciones Unidas y hasta las convenciones de la Organización Internacional del Trabajo. “Las potencias no quieren construir una gobernanza mundial. Como dijo alguien, el derecho internacional está siendo sustituido por el derecho internacional de la riqueza”, sostuvo.

¿Hay alternativas para frenar esa lógica? Una de las mayores dificultades, admitió Conde, es que los países de la región tienen grandes debilidades estratégicas. “En esta década pudimos sacar adelante nuestro propio proceso de integración, pero no lo hicimos. La Comunidad Andina se desintegró, el Mercosur está absolutamente empantanado desde hace cinco años, y América del Sur está fragmentada. Después de diez años, seguimos siendo economías paralelas orientadas al comercio exterior: no hemos construido nuestros propios espacios de desarrollo”, se lamentó. Dijo que esto llevó a una especie de “sálvese quien pueda” del que Uruguay forma parte, ya que ha quedado “aprisionado en negociaciones internacionales, pero de una manera que no nos van a llevar a ninguna parte”. Puso como ejemplo que los borradores del TISA apuntan a consagrar la relación centro-periferia que pautó la historia del siglo XX. “No hay cooperación ni abren oportunidades, son para reproducir las peores lógicas de expansión del mercado”, planteó.

Posibles soluciones, según Conde, serían: pensar en nuevos internacionalismos de izquierda, insistir con la integración regional (pese a todo), reconstruir los espacios de gobernanza mundial y continuar con los cuestionamientos a la raíz de los problemas. “Es necesario seguir enfrentando la irracionalidad de un sistema que está inhabilitado a ser una alternativa de progreso. Ser de izquierda sigue siendo sinónimo de ser capaz de hacer cuestionamientos radicales al sistema”, concluyó.