En la calle General Luna esquina Zapicán, en Montevideo, hay un tesoro de 123 años: el primer jardín de infantes de Latinoamérica, el Nº 213 Enriqueta Compte y Riqué, que, tras casi un siglo y medio, hoy está esperando que la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND) licite la obra de reparación de su infraestructura. El Consejo de Educación Inicial y Primaria aprobó hace menos de un mes las reformas, pero desde hace varios años madres, vecinos y autoridades del jardín reclaman la reparación y el mantenimiento del gigantesco edificio de la Aguada: la claraboya del hall de entrada está rota, los caños de los pluviales deshechos, hay humedades por doquier y el segundo piso está cerrado, porque en 2009, un día después de la inauguración del museo itinerante, donde había documentos y objetos de la época de Compte y Riqué, se cayó el cielorraso. Por allí transitan diariamente 300 niños de entre tres y siete años.

El jardín surgió durante la continuación de la reforma vareliana llevada a cabo por el hermano mayor de José Pedro Varela, Jacobo, bajo el gobierno de Máximo Tajes. No sólo se trata del primer jardín de infantes que se fundó en Latinoamérica, sino que también fue pionero en implementar las prácticas pedagógicas europeas; por ejemplo, el método Fröbeliano, que se basa en el aprendizaje por medio del juego en niños de entre tres y seis años. A su vez, la impronta del jardín fue, desde siempre, de “inclusividad”, cuestión inatendida en 1892, según afirmó la directora actual de la institución, Patricia Alberti. “Enriqueta Compte y Riqué siempre le dio importancia al desarrollo armónico del niño, que supone trabajar a la par la mente y el cuerpo, y no sólo quedarse con lo cognitivo. Ella consideraba primordial la continuidad y la educación en la primera infancia. También le dio mucha importancia a la diversidad: cada niño es único. Eso implica prestar atención a las posibles dificultades motrices y a los trastornos de diferente índole. Todos sus postulados están en vigencia y concordancia con lo que pensamos actualmente”, explicó.

Dentro de la modalidad pedagógica del jardín hay varias cosas que llaman la atención, por ejemplo, la “importancia que se le da al hecho de empezar y finalizar la jornada con una canción”. El hall de entrada, donde hay un busto de José Gervasio Artigas, otro de José Pedro Varela y un cuadro del rostro de Enriqueta Compte y Riqué, se ve inundado de música que proviene de la sala principal, donde, sin excepción, se escuchan canciones infantiles. Otra característica señalada por Alberti es la “no formación de filas”. Compte y Riqué no formaba filas. “Te puedes organizar perfectamente sin hacer filas. Las personas forman filas por algo puntual, para hacer la cola del banco, pero nosotros no andamos caminando en fila por la vida, entonces no hay por qué formar ni caminar en fila”, señaló Alberti. Agregó que los baños tampoco están separados por niños y niñas. “Hay que brindar autonomía y celebrar la diversidad”, apuntó.

Del dicho al hecho

Dentro del marco de “atención a la diversidad”, el jardín cuenta desde hace tres meses con una “experiencia inédita en el país”: una terapia asistida por un perro collie que, junto con los profesionales en la materia, trabaja con niños que tienen trastornos del espectro autista para fomentar el vínculo interpersonal. También cuentan con un grupo de profesionales que está trabajando con yoga en el aula como herramienta alternativa dirigida a varios niños que necesitan desarrollar ciertas facultades, “no a un grupo en especial”, apuntó Alberti.

Éstos no son los únicos proyectos que está desarrollando el jardín: también cuenta con un programa de psicomotricidad, lectura y escritura, que tiene como objetivo brindar una “mirada conjunta de evaluación del niño para poder realizar un seguimiento y ver cómo, desde la psicomotricidad global y la fina, se influye en la adquisición de la escritura y la lectura. Se intenta favorecer desde el aula todo esto”, agregó.

Como si fuera poco, el jardín sigue siendo pionero. Este año ingresó a la Red de Infancia y Adolescencia del Municipio C y presentó el proyecto “Nodo educativo”. Se trata de la convocatoria de las instituciones educativas de la zona para conformar una “red comunitaria”. “Familias e instituciones compartimos [el trayecto escolar de los] niños y queremos darle una continuidad educativa. A veces pasa que parece que no hubieran tenido escolaridad, entonces queremos mantener ese nexo, mantener los legajos, que lleguen en tiempo y forma y que tengan una única historia”, sostuvo Alberti.