La llegada de Héctor Amodio Pérez a Uruguay ha despertado interrogantes acerca de su verdadero propósito. Más allá de eso, se ha generado una especie de revivir de las circunstancias de la lucha final de los tupamaros. Amodio se presenta como víctima de acusaciones falaces por parte de militantes tupamaros y lo expresa en el libro oportunamente publicado. Su presencia en Montevideo habría estado orientada a reafirmar esa postura.

Lo novedoso fue la intervención de la Justicia, que lo convocó como testigo para confrontar con militares de la época y otros militantes que él había señalado. No se sabe el final de esta pequeña historia. Lo importante son los fantasmas que se han desplegado. Un operativo de la derecha que se ve reflejado en la mayoría de los medios de comunicación ha tomado el punto de vista de Amodio como la “verdad” desconocida, y a partir de ello ha desarrollado una intensa y extensa descalificación del movimiento tupamaro, destacando las supuestas responsabilidades de los líderes que aún viven y militan en la política. La supuesta inocencia de Amodio es imposible de fundamentar, dada la abrumadora cantidad de testigos que avalan sus claudicaciones y traiciones.

Lo destacable es que se abrió una nueva oportunidad para que la derecha intente la descalificación moral y política de una de las fuerzas de izquierda más importantes del Frente Amplio (FA). Hasta la llegada de Amodio, en la agenda de la derecha estaba la investigación de ANCAP, orientada a desacreditar y exponer a notorios dirigentes del FA como Raúl Sendic y Daniel Martínez. Esta investigación no pretende discutir el papel de las empresas públicas, la importancia de la soberanía energética, ANCAP como factor de desarrollo integral mediante el proyecto sucroalcoholero impulsado desde Alcoholes del Uruguay, la prospección de hidrocarburos, las miles de fuentes de trabajo directas e indirectas generadas por los diversos proyectos productivos, entre otras cosas.

La oposición de los partidos tradicionales reitera la misma estrategia que ha llevado adelante todos estos años: alentar una posible crónica policial que ensucie el nombre de dirigentes frenteamplistas.

En esta agitada coyuntura de denuncias de la derecha uruguaya, tuvo menos repercusión la acusación de Luis Alberto Lacalle y Julio Sanguinetti, que calificaron de “criminal” un libro de texto que marginalmente señala que el neoliberalismo es una doctrina a la que no le importan la justicia social ni la desigualdad. Un planteo airado y acusatorio de reescribir la historia, de parte de quienes fueron responsables de escribir las peores mentiras acerca de nuestra historia.

Se trata de tres episodios aparentemente inconexos, que tienen como hilo conductor las características de la derecha vernácula. Desde una ausencia total de proyecto político alternativo, solamente buscan la descalificación personal y los cuestionamientos formales como impedimento de la gestión de gobierno. Una suerte de campaña de desgaste de la fuerza política en el gobierno, con el objetivo de ganar a partir del desprestigio del adversario, en lugar de apelar a la virtud y consistencia de sus propuestas.

Lo más preocupante es que el FA, en lugar de defender personal y políticamente a los compañeros señalados por la oposición, se enreda en discusiones formales, dejando un vacío en la necesaria explicación de la esencia de lo que ocurre. En estos días, el FA ha estado abrumado por la presidencia de la fuerza política. Lamentablemente, no se han escuchado argumentos políticos ni en un sentido ni en otro. Se discute a partir del formalismo estatutario y su interpretación, en lugar de asumir una mirada que comience por definir qué FA se quiere y con qué compañeros hay que encarar los importantes cambios que urgen.

Mientras la derecha intenta sobrevivir con Amodio, ANCAP y el libro de texto, desde el campo popular se sigue postergando la discusión acerca de los nuevos rumbos del proyecto político. La misión del FA no es solamente acompañar la gestión de gobierno; es necesario construir un pensamiento crítico que ilustre sobre el rumbo del proyecto y que confronte de manera contundente a una derecha que, aunque sin ideas, pretende defender a ultranza el orden constituido y, en caso de regresar al gobierno, desandar buena parte de lo realizado en la “década ganada” del FA.