De todas las figuras que se conocen como asociadas a The Beatles, tal vez la de Cilla Black sea la menos conocida (fuera de Inglaterra), a pesar de que el dúo Lennon-McCartney compuso dos canciones especialmente para que ella las interpretara. Black era una joven cantante de Liverpool que tuvo la suerte de llamar la atención con su poderosa voz a su conciudadano John Lennon, quien se las arregló para que Brian Epstein, el legendario manager de The Beatles, decidiera sumarla a sus representados. Aunque Black se sentía más cómoda interpretando estándares de jazz, como “Summertime”, Epstein hizo que Lennon y McCartney le compusieran un tema pop a su medida, “Love of the Loved”, que se convertiría en su primer simple. Pero, a pesar de semejante padrinazgo, el éxito le llegó de la mano de otro tema, al que ayudó a convertir en un clásico, “Anyone Who Had a Heart”.

“Anyone Who Had a Heart” no es una canción, es una epopeya. Un monumento de canción escrito por la imbatible dupla estadounidense de Burt Bacharach y Hal David, compuesta para su musa Dionne Warwick en 1963, y que, a pesar de su calidad y complejidad compositiva (o tal vez debido a ella, ya que se trata de un tema cuyo compás oscila entre 4/4 y 5/4, introduciendo un 7/8 al final), no llegó a convertirse en un éxito del calibre de otras obras del mismo dúo. Pero un cazador de talentos del productor George Martin escuchó la canción y le sugirió que podría ser adecuada para la voz de la entonces exitosísima cantante Shirley Bassey. Martin, sin embargo, prefirió cedérsela a alguien del círculo más cercano a The Beatles, como Black, a pesar de que su simple compuesto por Lennon-McCartney no había pasado de un modesto puesto 35 en las listas de éxitos. La decisión fue acertada, ya que la versión de Black, producida por el propio Martin, se disparó al segundo puesto de las listas y luego al primero, con lo que se convirtió en un éxito inédito para cualquier cantante principiante y marcó un hito en cuanto a vocalistas femeninas al vender 800.000 copias del simple.

La versión era un calco, nota por nota, de la de Warwick, pero tenía una leve variación en la letra que aliviaba el contenido fatalista del tema: sustituía el “you couldn’t really have a heart” (tú no podrías realmente tener un corazón) por el más esperanzado “who couldn’t be another heart” (quién no podría ser otro corazón), cambio leve pero significativo que maldita la gracia que le hizo a Dionne Warwick. Vale la pena señalar que esta canción estremecedora es citada por Lou Reed en el puente de su clásico de clásicos “Sweet Jane”.

El siguiente simple de Black, “You’re My World” (versión de un tema pop italiano) fue un éxito casi igual al anterior -aunque las canciones son imposibles de comparar-, y luego consiguió otro con una nueva composición de Lennon-McCartney, “It’s for You”. Tuvo aun dos triunfos comerciales más antes del cambio de década: una versión del clásico “You’ve Lost That Lovin’ Feeling”, de The Righteous Brothers, y otra canción de Bacharach-David, el tema principal de la película Alfie. La carrera posterior de Black transcurrió esencialmente por los ámbitos medios de la celebridad. La muerte de Brian Epstein la dejó sin el mejor de los managers posibles y, con sus mayores éxitos desvaneciéndose en el tiempo, se dedicó a la conducción de diversos programas de televisión, incluyendo uno llamado Cilla, durante casi una década. Ya no se despegaría significativamente de ese medio, por el cual derivó hasta que en 2013 el canal ITV la homenajeó con un programa especial que celebraba su medio siglo de carrera. Un año después, fue objeto de una miniserie de la BBC sobre su vida, también llamada Cilla, centrada en el período maravilloso en el que, de la mano de “Anyone Who Had a Heart”, una pelirroja bajita de Liverpool se convirtió en la más popular cantante inglesa. Cilla Black murió, aparentemente por causas naturales, en su casa de Estepona, España, tres años antes de la edad a la que siempre había asegurado que iba a morir, los 75 años.