“Vengo de un país llamado Colombia, que es como decir ‘vengo del fuego y del oprobio, del resentimiento y la rabia’”, dijo ayer en Caracas el escritor Pablo Montoya, al recibir el premio Rómulo Gallegos 2015 por su libro Tríptico de la infamia. Así explicaba el novelista colombiano la marca del exilio y la dignidad en su obra. “Hemos sido gobernados por una clase política voraz y corrupta a la cual ha respondido una subversión frenética y errática”, agregó Montoya.

Este novelista es el quinto colombiano en recibir el Rómulo Gallegos luego de William Ospina (2009) con El país de la canela, Fernando Vallejo (2003) con El desbarrancadero, Manuel Mejía Vallejo (1989) con La casa de las dos palmas y Gabriel García Márquez (1972) con Cien años de soledad. El prestigioso premio de las letras hispanas, que se otorga cada dos años, sigue sin contar con ningún uruguayo en su historia, después de que en 1967 se quedara por el camino Juntacádaveres, de Juan Carlos Onetti, y el ganador fue La casa verde, de Mario Vargas Llosa (en su momento, Onetti, con humor resignado, atribuyó el hecho a que ambas novelas trataban de burdeles, pero el de Vargas Llosa tenía orquesta).

En su discurso al recibir la distinción, Montoya recordó la fatalidad del destino colombiano, evocando el comienzo de La vorágine, una novela fundamental en la tradición literaria del país: “Antes de apasionarme por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia”. Reforzó esta idea al afirmar: “La violencia ha caído sobre nosotros como un animal hambriento. Nuestros padres fueron asesinados, nuestros abuelos despreciados y nuestros bisabuelos, una vez más, humillados y exterminados”. Definió Tríptico de la infamia como un relato histórico que cuenta “la vida de tres artistas del siglo XVI que padecieron los acosos de las pugnas religiosas europeas [de católicos contra protestantes] y las jornadas bélicas de la conquista alemana”, planteando un diálogo permanente entre la historia y el presente de América Latina. “Mi obra ha sido escrita -desde hace más de 20 años- desde cierta periferia. La periferia que representan todas las ciudades colombianas que no son Bogotá. La periferia de mi condición de inmigrante latinoamericano en Europa”, dijo.

Trazos

Parece que este autor colombiano tiene una vida prolífica: desde 1996 lleva escritos ocho libros de cuentos, cinco de poesía, cuatro novelas y cinco trabajos ensayísticos, que han sumado una larga lista de premios. En su ensayo Novela histórica en Colombia, 1998-2008, Montoya señala que ese género es un artefacto narrativo que posibilita la revisión del pasado, ya que tanto los personajes como los tiempos y espacios se convierten en “fenómenos literarios que ayudan a los hombres de hoy a conocerse mejor”. Tríptico de la infamia pone en práctica ese concepto, reviendo las guerras religiosas europeas que se trasladaron -años después- a América Latina, a partir de tres pintores protestantes, Jacques Le Moyne, George Dubois y Théodore de Bry, que gestaron sus obras a partir de escenarios violentos: el gran fracaso francés en el intento de conquistar el norte de la Florida contra los nativos timicua, atestiguado por Jacques Le Moyne; la Masacre de San Bartolomé, que marcó el inicio de la cuarta guerra religiosa cuando, el 24 de agosto de 1572, cientos de católicos salieron a la calle y mataron a 10.000 hugonotes (protestantes calvinistas) en París, suceso que fue retratado por George Dubois; y la obsesión de Théodore de Bry generada por la lectura de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, de Bartolomé de las Casas, que lo llevó a denunciar públicamente el crimen que implicó la conquista de América, aunque el pintor nunca viajó a estas tierras.

Los tres pintores denuncian en sus obras las masacres que invocaron motivos religiosas contra protestantes e indígenas, y señalan al catolicismo como el gran victimario. Pero, según adelantó el propio Montoya, su novela no da cuenta únicamente de ese trasfondo, sino también de la relevancia de la obra de arte como mecanismo estético de denuncia y de documentación histórica.

Mirada de fantasmas

Montoya estudió Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás de Aquino de Bogotá, y se doctoró en Estudios Hispánicos y Latinoamericanos en la Universidad de la Nueva Sorbona-París. La crítica ha señalado que su obra se distingue por un particular diálogo entre la historia, la música (que estudió en la Escuela Superior de Tunja), los viajes, el erotismo, las bellas artes y situaciones vinculadas con el exilio y la violencia del hombre contemporáneo.

Según opinó el propio autor en declaraciones al diario argentino Página 12, “más que la figuración pública de los escritores finalistas, esta vez el jurado apostó a cierta originalidad de una novela que trata aspectos poco frecuentados; es una recreación del siglo XVI a través de la mirada de tres pintores. En la literatura latinoamericana los pintores son figuras fantasmales, salvo excepciones. Y creo que apostó también a una escritura que está muy afincada en lo poético y en la reflexión ensayística. Es una novela histórica que tiene un trabajo de investigación muy sólido”. Por su parte, una de las integrantes del jurado, la académica venezolana Mariana Libertad Suárez, fundamentó la elección de Tríptico de la infamia por “la originalidad, la coherencia estructural y la calidad literaria de una obra que reconstruye la conquista del Caribe con una perspectiva renovadora y profunda”.

De esta manera, Montoya se suma a la destacada galería de ganadores del Rómulo Gallegos que integran Carlos Fuentes, Javier Marías, Roberto Bolaño, Enrique Vila-Matas, Elena Poniatowska y Ricardo Piglia, además de los ya nombrados García Márquez y Vargas Llosa. En su edición anterior de 2013, el premio había sido para el puertorriqueño Eduardo Lalo, que en su novela Simone relató la vida de una inmigrante china condenada al trabajo semiesclavo en Puerto Rico, cruzando diversas experiencias históricas, sociales, culturales y estéticas.