Los que rondamos los 50 años todavía recordamos el impacto que nos provocó la película Viaje fantástico, dirigida por Richard Fleischer y estrenada en Uruguay en 1967. En ella, un grupo de científicos era miniaturizado junto con una nave submarina y luego inyectado en el torrente sanguíneo de una persona para eliminar un coágulo. En ese viaje se enfrentaban a anticuerpos, glóbulos blancos y rojos, cambios en el flujo sanguíneo y otras adversidades que nos hacían olvidar que se trataba de otra aventura de contenido antisoviético producida por Hollywood en plena Guerra Fría. Esa película nos mostraba un mundo de fantasía en el que un dispositivo (la nave submarina) podía interactuar con una estructura biológica de dimensiones pequeñas. Tuvieron que pasar 20 años desde aquel estreno cinematográfico para que el científico alemán Gerd Binnig y su colega, el suizo Heinrich Rohrer, fueran distinguidos con el premio Nobel de Física por el descubrimiento del microscopio de Efecto Túnel, con el que se pueden visualizar y manipular los átomos de la materia.

A casi 50 años de aquella película, la ciencia aún no ha logrado la miniaturización humana, pero sí ha logrado fabricar entidades tan pequeñas que pueden interactuar con otras entidades del mismo tamaño. Es el llamado mundo nano, en el que las dimensiones son del orden de la millonésima parte de un milímetro. En estas dimensiones, la materia muestra propiedades diferentes de las que conocemos habitualmente. Por ejemplo: el oro, de color amarillo, es rojo cuando se trata de una esfera de tamaño nanométrico (nanopartícula) o azul cuando se trata de un tubo de tamaño nanométrico (nanotubo). Podemos rodear esas nanoestructuras de ciertas moléculas con afinidad por un tejido enfermo, de manera que se adhiera a él y produzca una quimioterapia localizada y altamente selectiva. Podemos también adherirle un medicamento y hacer que éste se libere lentamente en el organismo, o podemos aprovechar la actividad bactericida de las nanopartículas de plata para eliminar las bacterias que producen el mal olor, o las que producen enfermedades. Pero también podemos crear estructuras enormes constituidas por nanomateriales que confieran alguna propiedad de interés: aviones más livianos, raquetas de tenis más duras, discos duros más rápidos y de mayor capacidad, y una larga lista de ejemplos.

Es así que el mundo nano ya se encuentra en nuestros hogares: en computadoras, heladeras, prendas de vestir, ropa interior y medias, desodorantes, bloqueadores solares y cremas curativas. También en los tuppers para almacenar comidas y en los trapos para limpiar mesadas, entre otros objetos de uso diario. El consumidor puede enterarse de la presencia de estos nanomateriales en la propaganda del producto (“contiene nano silver”) o simplemente puede ni enterarse, ya que no existe aún una legislación nacional ni internacional que obligue a declararlos. Los países del hemisferio norte lideran la producción de este tipo de productos: Estados Unidos, China, Alemania, España, Japón e Irán. Para el resto de los países, incluido Uruguay, la producción es ínfima o nula. En una visión rápida del concierto mundial, si no estamos del lado de la producción, estamos del lado de los consumidores y de los generadores de residuos de ese consumo.

Por tal motivo, a Uruguay le resulta fundamental tener respuestas para algunas preguntas clave que nos debemos hacer como consumidores y generadores de desperdicios. Por ejemplo, cabe preguntarse si estos productos son tóxicos o si realmente están constituidos por los nanomateriales, como se alega en la propaganda que los comercializa, en qué cantidad se encuentran y si aún están como nanomaterial o se han transformado. En ese sentido, la investigación científica de los últimos años muestra que los nanomateriales experimentan transformaciones, en contacto con los objetos que los contienen, que los pueden tornar inefectivos para cumplir con su objetivo o incluso pueden volverlos tóxicos.

Ya sea para detectar la presencia de estos nanomateriales, para verificar que mantienen sus propiedades una vez que se incorporan a los productos comerciales o para evaluar su grado de toxicidad, es necesario poder medirlos. Una vez que se miden y evalúan, es posible regular su presencia en productos comerciales. Y aquí surge el primer gran problema: no existe una técnica adecuada para medir estos nanomateriales, sino que se debe sumar una serie de técnicas para conocer los principales aspectos relacionados con ellos. Esto hace que no exista, a nivel mundial, una regulación única que permita a los gobiernos el control de los productos comerciales que ya se encuentran en el mercado. El camino hacia la regulación de los nanomateriales se vislumbra con muchas dificultades.

Dada la importancia creciente de este tema, se ha creado un grupo de trabajo entre el Laboratorio de Biomateriales de la Facultad de Ciencias y el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (Latu), denominado “Grupo de Nanometrología”. Con base en las investigaciones que se han desarrollado en el Laboratorio de Biomateriales en los últimos años, se está avanzando en propuestas para preparar a los diferentes laboratorios nacionales en la medida de nanomateriales en productos comerciales. Por un lado, el Laboratorio de Biomateriales aporta su conocimiento en la caracterización de nanomateriales, mientras que el Latu aporta su experiencia y autoridad como órgano regulador acreditado en el país. Este tipo de trabajo conjunto se está comenzando a desarrollar en algunos países del hemisferio norte, y existen algunas experiencias incipientes en México y Brasil. Este trabajo de colaboración en el que participa la Facultad de Ciencias posiciona a Uruguay en un sitio de avanzada en materia de regulación y control de los nanomateriales, con el aporte de soluciones reales a problemas que preocupan en el mundo y que nos afectan directamente. El camino de la regulación de los nanomateriales es ciertamente difícil, pero se está transitando.

El autor

Eduardo Méndez es profesor agregado del Laboratorio de Biomateriales del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar), investigador del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas y del Sistema Nacional de Investigadores.

Además es magíster y doctor en Química (Udelar), y ha realizado estadías posdoctorales en las universidades de Karlsruhe y Ulm (Alemania). Dirige la línea de investigación en nanomateriales, incluyendo sus aplicaciones tecnológicas y métodos de análisis