Proveniente de una familia de artistas e intelectuales entre los que se cuentan su padre Paul y su hermano Marcel -ambos escritores exitosos y reconocidos-, su tío, el poeta Alexander Theroux, y el hijo de este, su primo Justin (uno de los actores favoritos de David Lynch), Louis Theroux parecía en un principio ser el patito feo, o el menos culto de los suyos. Formado como periodista, pasó a la televisión de la mano de Michael Moore, en el programa TV Nation, donde se encargaba de realizar cortos sobre extravagancias de grupos minoritarios, como una sección del Ku Klux Klan que intentaba ser reconocida como una organización de derechos civiles. Su trabajo fue lo bastante atractivo como para que la BBC lo contratara para realizar entrevistas y documentales, y siguió la tradición familiar escribiendo libros de ensayo sobre subculturas estadounidenses.

A pesar del mencionado comienzo de su carrera, se podría considerar a Louis Theroux como el anti Michael Moore, en el sentido de que si bien no es ni remotamente un entrevistador invisible o un mero interrogador, su método es diametralmente opuesto. Si Moore se lanza como kamikaze contra sus entrevistados, buscando provocarlos, sacarlos de sus casillas o directamente ofenderlos, Theroux prefiere hacer una suerte de judo, en el que si el entrevistado queda mal parado o en el suelo es por la propia fuerza de su embate discursivo, sin que parezca nunca que esa fuera la intención original.

Al principio tendía un poco al infotainment algo payasesco, pero los documentales de madurez de Theroux, y en particular su serie de especiales producidos para la BBC (exhibidos en Uruguay, hace unos años, por TNU), son en muchos aspectos una lección de periodismo. Más allá de que siempre resulta evidente o imaginable lo que piensa sobre las ideas de sus entrevistados -y él no hace ningún esfuerzo por disimularlo- Theroux prefiere dejar que ellos expresen esas ideas sin contraponerles un discurso propio, confrontándolos más que nada con preguntas y amplios (en términos televisivos) espacios para que desarrollen su pensamiento sin sentirse presionados.

Muchas veces, con su impasibilidad, sus distanciados modales británicos y su sempiterna sonrisa, Theroux parece bordear una actitud irónica, pero nunca cruza explícitamente esa frontera, resistiendo la tentación -que en algunos casos debe haber sido enorme- de pasarse de vivo. Suele usar como muletilla la frase “yo trataba de entender por qué...”, y no hay motivos para pensar que eso sea falso, aunque lo que investiga suela ser humanamente incomprensible: básicamente, subculturas o comunidades marginales y extremas de Estados Unidos (y ocasionalmente otros países), que han incluido a neonazis, presidiarios, pedófilos y especialmente fanáticos religiosos; sus programas más conocidos son los dedicados a la infame Iglesia Bautista de Westboro, notoria por sus manifestaciones homofóbicas y sus demostraciones hostiles en los funerales de soldados caídos en combate (a quienes consideran de alguna forma castigados por representar a una nación pecadora). Era, entonces, de lo más lógico que dedicara su primer largometraje a intentar el estudio de la más notoria entre las extravagantes religiones estadounidenses.

Por el camino de Tom Cruise

La Iglesia de la Cienciología fue fundada en 1954 por el escritor -de ciencia ficción, entre otros géneros populares- L Ron Hubbard, quien había desarrollado una serie de ejercicios espirituales a los que llamó dianética, que evolucionaron hasta convertirse en toda una filosofía religiosa. En principio era tan sólo uno más de los cientos de cultos excéntricos y esotéricos que abundan en Estados Unidos, pero Hubbard optó por no intentar un proselitismo masivo, sino concentrarse en el reclutamiento de figuras de Hollywood y otros artistas de alto perfil, convencido de que estos ayudarían a popularizar rápidamente su creación, además de ser conversos con algunas ventajas por su excelente nivel económico. En realidad, la iglesia nunca llegó a ser masiva (en su momento de mayor popularidad rondaba los 50.000 adherentes, y hoy se estima que no tiene más de 25.000), pero su poder económico y sus influencias sociales se volvieron enormes. Considerada desde afuera una filosofía de corte new age como tantas, pronto comenzaron a difundirse rumores de que, para los iniciados, la doctrina era tan estricta y explotadora como delirante -incluyendo teorías sobre entidades extraterrestres que operan en la Tierra desde hace millones de años, y en cuyos conflictos estamos todos involucrados-, pero el control y silencio sobre sus enseñanzas internas era tan férreo que nunca pudo confirmarse nada de lo que algunos ex integrantes afirmaban y la iglesia negaba terminantemente. Hubbard murió en 1986, dejando su puesto al aun más hermético David Miscagive.

Pero el interés causado por el altísimo perfil de algunos de los seguidores de la iglesia -entre ellos John Travolta, Kristie Alley y, por supuesto, Tom Cruise- llevó a que muchos periodistas comenzaran a rastrear a cualquier ex miembro que quisiera revelar secretos. Algo nada fácil, ya que la institución reaccionó empleando su considerable capital en contratar caros abogados dispuestos a demandar a quien se atreviera a romper la omertá del culto y, cuando esto no era suficiente, a seguir, filmar y presionar en forma insoportable a los indiscretos.

En los últimos años, esa barrera comenzó a resquebrajarse, con testimonios cada vez más frecuentes e incluso debido a programas humorísticos como South Park, que dedicó un episodio -con grandes dificultades de difusión- a revelar algunas de las teorías más pintorescas de la Cienciología. En 2013, el periodista Lawrence Wright, ganador de un Pulitzer, publicó el exhaustivo libro Going Clear, en el que finalmente se divulgaban muchos de los secretos dogmáticos y prácticos de la iglesia, así como sus manejos dudosamente legales y sus conflictos con los servicios estatales. Basándose en el libro, el famoso documentalista Alex Gibney lanzó en 2015 una película del mismo nombre, agregando material testimonial y visual que terminó de derribar el muro de hermetismo y le propinó un gran golpe al encanto misterioso del culto.

Con todo ese material de primera calidad tan reciente y aún en discusión, ¿qué podía aportar alguien como Theroux? La respuesta es el documental My Scientology Movie, recién estrenado en Reino Unido.

Tratando de entender

Aunque a priori la polémica iglesia y sus adherentes parecían el tema ideal para Theroux, tuvo un problema casi insoluble para tratarlo. Su sistema -más que un estilo- periodístico consiste en el acercamiento y el intento de empatía con los grupos y subculturas que estudia, como ya se señaló, y los seguidores de la religión creada por Hubbard hacían, por su propia filosofía, imposible ese acercamiento. Los cienciólogos o cientólogos tienen como parte esencial de su culto no hablar de él con extraños, más allá de algunas generalidades proselitistas. Extremadamente paranoicos en relación con los medios, y aún heridos por el documental de Gibney, no estaban dispuestos a darle a Theroux la oportunidad de introducirse en sus prácticas o su vida personal, y mucho menos a revelarle detalles, de modo que el documentalista tenía que hacer algo completamente distinto a Going Clear que, a pesar de las dificultades metodológicas, fuera fiel a su distintiva mirada. Como su nombre lo indica, el objetivo de My Scientology Movie no es hacer simplemente otro documental sobre la Cienciología, sino hacer el documental de Louis Theroux sobre ella, una tarea de la que sale airoso a pesar de las contrariedades.

Teniendo en cuenta que el material documental es escasísimo, y además fue casi todo ya utilizado por Gibney, Theroux decidió hacer un casting de actores para reescenificar declaraciones escritas y prácticas conocidas por testimonios -pero nunca filmadas- del círculo interno de los creyentes. Para ello contó con la colaboración del ex cienciólogo Mark Rathbun, un disidente que se fue (o fue expulsado) de la iglesia en 2004, y que había sido justamente el encargado de mantener sus teorías bajo siete llaves y disciplinar a los descarriados o dubitativos. Esto convierte a Rathbun, que ya había participado en Going Clear, en una bestia negra para los adeptos y en una fuente de primera mano para las investigaciones (aunque todos sus testimonios son terminantemente negados por los voceros del culto).

Así, Theroux reunió a un grupo de actores (incluyendo a dobles de Miscagive -un actor excepcionalmente intenso llamado Andrew Perez, al que deberían darle ya un rol en un film de ficción- y de Cruise) para representar escenas que Rathbun había vivido. Posiblemente esas recreaciones, no muy extensas en el film, hayan sido sólo un cebo para que los celosos vigilantes del hermetismo doctrinario salieran de sus reductos y fuera posible confrontarlos, y Theroux tuvo éxito en eso. Emergieron varios personajes filmando y siguiendo a los involucrados en el documental, a los cuales Theroux interpeló a su vez, logrando algunas escenas involuntariamente graciosas, en las que el educado pero insistente entrevistador interactúa con personas obviamente mandatadas a no contestar nada. No es difícil imaginarse lo irritante que debe ser Theroux para ellos, a pesar de su afabilidad, pero los momentos más interesantes y ríspidos se dan, curiosamente, con su asesor Rathbun, un personaje sin duda polémico y que estalla a la menor fricción, revelando una personalidad bastante oscura.

Como fuente de información sobre la Cienciología, My Scientology Movie es más bien vaga, y conviene verla como complemento del documental de Gibney, pero aunque por motivos obvios nunca llega a los niveles de interiorización de otros trabajos de Theroux, no deja por eso de ser una interesante muestra de cómo hacer periodismo y ser humanamente revelador ante un panorama cerrado, paranoico e intrínsecamente hostil. En cierta forma, es el exitoso desarrollo de un fracaso, de una empresa imposible. Y aunque se puede considerar un elemento lateral, la cinematografía del director John Dower consigue ofrecer un retrato amplio y algo melancólico de una ciudad de Los Ángeles tan llena de misterios como los renuentes protagonistas del film.