Fue una marcha distinta de las anteriores, porque las reivindicaciones apuntaron al proyecto de ley de salud mental que el martes recibió media sanción en la Cámara de Senadores.
“Porque esta ley no nos representa”, cantó una voz desde un megáfono, y el resto, al unísono, acompañó. Si bien el proyecto es un gran avance respecto de la ley que rige desde hace 80 años, las organizaciones marchantes reclaman que faltan garantías para el cumplimiento de los derechos humanos, y rechazan el predominio de la psiquiatría y algunos términos del proyecto.
Piden que el órgano de contralor del cumplimiento de la ley sea independiente y autónomo del Ministerio de Salud (MS). “Yo a lo que le tengo más miedo es al órgano revisor, porque lo queríamos fuera de [el Ministerio de] Salud Pública, en [la Institución Nacional de] Derechos Humanos”, expresó Luis Silva, al tiempo que Manuel Furtado apuntó: “Tenemos esperanza, por los derechos de todos, y que no esté [eso de] hecha la ley, hecha la trampa”. Olga Azikian fue categórica: “Como quedó ayer, el contralor va a seguir perteneciendo al Ministerio de Salud y va a ser más de lo mismo: vas a ir a denunciar, te van a anotar y a guardarlo en el escritorio y venite el año que viene o el otro”. Luis, Olga y Manuel son, los tres, usuarios de servicios de salud mental y participan en el proyecto Radio Vilardevoz.
Ampliar el horizonte
El proyecto habla de “personas con trastorno mental”; ese es otro motivo de discrepancia. “A todos nos cae mal que nos llamen trastornados, suena bastante fuerte, ese término necesitaría reverse... muchos toman pastillas para dormir, tienen trastornos del sueño y ¿ya por eso son trastornados?”, preguntó Manuel. Los cánticos daban cuenta del malestar: “Yo no soy un trastornado (yo no soy un trastornado). / Tu etiqueta me encasilla (tu etiqueta me encasilla). / Soy un loco, no un enfermo, / aflojale a la pastilla”. Fanny Azpiroz, integrante del Grupo de la Esperanza y madre de un hijo con padecimientos, comentó que el término “trastorno mental” se está eliminando mundialmente; reconoció que la persona puede tener un sufrimiento psíquico, pero recomendó utilizar un término que permita mostrar “que la persona puede mejorar con cierto tratamiento”, y deslizó que “lógicamente, con un tratamiento con mucha pastilla, mucha inyección y mucho electroshock nunca van a conseguir que pueda salir, van a quedar igual de institucionalizados, y si hay un cronograma de cierre de las colonias, menos”.
El término dice otras cosas. Cecilia Baroni, psicóloga y referente de Radio Vilardevoz, señaló: “Las formas de nominar marcan un territorio disciplinar que es el de la psiquiatría; siempre tenés que estar bajo la égida del psiquiatra, que es el que diagnostica ese tipo de cosas. Tenemos un problema interdisciplinario; con una nominación lo que estás diciendo es que seguís bajo un modelo, que es el médico”. Añadió que trabajan con personas, no con “trastornos”. “No negás el trastorno, el psiquiatra va a seguir diagnosticando y usando sus herramientas como las puedo usar yo o cualquiera, pero cada uno tiene sus herramientas diagnósticas”, dijo, y enumeró las de la psicología: “Trabajamos con los mecanismos de defensa psicológicos, la negación, la resistencia, la escisión, indicadores diagnósticos de cómo está el otro, sin patologizar”.
También se oyeron los planteos que traslucen la falta de oportunidades. Mauricio Pajares, de Vilardevoz, pidió “tratar de hacer que tengamos más oportunidades laborales” y “que abran espacios de salud adentro del manicomio mismo, que no sea la medicación y el caminar por los patios lo único que tenga para hacer el enfermo”.
Nora de Armas, del grupo Nuestro Propio Horizonte, madre de Mateo, pidió “tener más inclusión en la salud, en la educación”. Su hijo va a un colegio, pero “la mayoría no tiene esa posibilidad, y en las escuelas públicas tenés que tener mucha suerte para conseguir una maestra que les dé para adelante; si no, quedan aislados”. “Lo mismo pasa con la salud, siempre se tiende a medicar y medicar, pero dejan de lado las capacidades que tienen los niños [...]. Mateo va a equinoterapia a un lado, a la clínica a otro, al colegio a otro, y es un caos: médicos de un lado, del otro, todos opinan diferente, vamos de un lado para el otro. Lo mejor sería que haya algo integral y accesible a todos, porque cuesta mucho dinero”.