Pensando en “el trabajo del futuro” vale la pena preguntarse: ¿cómo se insertarán hombres y mujeres en el mercado laboral? ¿Qué oportunidades podrán aprovechar? ¿Continuará siendo una inserción desigual como hasta ahora? ¿Qué acciones debemos desarrollar en el presente para cosechar más igualdad en el futuro?

La base de las desigualdades económicas y sociales entre varones y mujeres, pero también entre personas del mismo sexo, tiene sustento en la desigual distribución del trabajo no remunerado(1) y el trabajo remunerado. Ello, a su vez, contribuye a reproducir los estereotipos de género que imperan en el mercado laboral y en los que se basan muchas veces las definiciones de las políticas públicas, no sólo las decisiones empresariales.

Una investigación reciente(2), desarrollada en ocho países de América Latina(3), confirma que las mujeres toman decisiones condicionadas por su responsabilidad casi exclusiva en el trabajo doméstico y de cuidados de la población en general, así como quienes las contratan o toman decisiones de política asumen esto como ineludible a su condición de ser mujer (y probablemente esposa y/o madre).

En algunas sociedades, como las de Bolivia, Ecuador, Nicaragua y El Salvador, las condicionantes para ingresar al mercado laboral e insertarse en empleos que promuevan el empoderamiento económico de las mujeres se relacionan con el nivel educativo alcanzado, la escasísima disponibilidad de servicios para el cuidado infantil y de personas dependientes. A ello se suma el imaginario social respecto a que son ellas las que tienen la responsabilidad de cuidar a sus hijos o personas dependientes mientras los hombres “ayudan”.

En otras sociedades, como Argentina, Chile y Uruguay, la situación es algo diferente, porque las mujeres poseen niveles educativos más elevados, incluso en promedio superior a los hombres, y está más asumido socialmente que participen en el mercado laboral en igualdad de condiciones con los hombres. La semejanza entre los países estudiados, y más en general en la región, es que se mantiene la creencia (que luego se replica en las políticas y en las actitudes empresariales) de que las responsabilidades por el cuidado son esencialmente femeninas, más allá que haya que promover cierta corresponsabilidad desde las instituciones (empresas y Estado), y entre los sexos.

Una diferencia importante al respecto la está generando Uruguay con la puesta en marcha del Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC) que más allá del énfasis inicial en el desarrollo de servicios para cubrir las necesidades de cuidado infantil en el tramo de 0 a 3 años, y de personas con dependencia severa, también se propone contribuir con la promoción de la corresponsabilidad social en los cuidados a nivel de las empresas. En estos momentos, esto último se está promoviendo a través de la negociación colectiva y con énfasis en el desarrollo de servicios de cuidado infantil.

Claramente hay otros factores que inciden en la reproducción de las desigualdades en el mercado laboral referidas a los estereotipos de género que imperan en el ámbito de las empresas y el Estado cuando contratan trabajadores y trabajadoras, promueven su capacitación laboral , o los ascensos. Asímismo, en las instituciones educativas y sanitarias se da por supuesta la presencia de esa trabajadora no remunerada que se responsabiliza por las tareas domésticas y de cuidado en el hogar. Ello se reproduce en las políticas públicas, aun en aquellas que buscan promover el empoderamiento económico de las mujeres al desconocer esa realidad. O sea, se da lugar a una evidente contradicción entre el supuesto acerca de que las mujeres siempre asumen esas responsabilidades y, por ello se las discrimina o se les valora menos su trabajo, y los programas que buscan promover la inserción laboral femenina al no considerar esa situación.

Por lo tanto, es imperioso desarrollar estrategias que contribuyan al cambio cultural en las familias, las empresas y las instituciones en general; crear condiciones para la corresponsabilidad en la reproducción social, con la presencia del Estado incorporando efectivamente la mirada de género en la elaboración e implementación de las políticas públicas.

Soledad Salvador, integrante del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo (CIEDUR)

_(1). El trabajo no remunerado refiere al trabajo doméstico y de cuidados de las personas que se realizan generalmente en el ámbito de los hogares.

(2). La investigación se desarrolló en el marco del proyecto “Promoviendo el empoderamiento económico de las mujeres a través de mejores políticas” que apoyó el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC), ONU Mujeres y PNUD. La coordinación del proyecto está a cargo del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo-Uruguay (CIEDUR) y el Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad de La Plata, Argentina. Por más información: http://www.ciedur.org.uy/proyecto.php?id_proyecto=98.

(3). Los países involucrados en el proyecto fueron: Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, El Salvador México, Nicaragua y Uruguay._